El sentido de la vida
A pesar de las adversidades, Cristina experimenta cómo la Madre sostiene su lucha interior y su opción por seguir un camino discipular.
María me lleva al Señor, me vuelve siempre al manantial que es la vida. Aun en medio de dificultades, del cansancio físico e interior por las partidas hacia la Casa del Padre de distintos miembros de mi familia, entre ellos mi esposo, decidí ir al retiro mariano, el primero que se hacía en Quito, Ecuador. La Madre conoce las necesidades de nuestro corazón y me esperó con una gracia especial.
Vivo un tiempo de prueba, en el cual siento que el Señor me invita a desprenderme de los afectos y a dejarlos ir. No es fácil; la inseguridad y la angustia a veces me toman, pero María no está ajena a esta situación: intercede ante el Padre por mí, me acompaña silenciosamente y me ayuda. Ella me lleva a Jesús, que me da mi verdadera identidad: la de hija de Dios, lo que le da sentido a mi existencia y por lo cual puedo levantarme y seguir caminando.
Al meditar en esos días, reconocí que la Madre siempre estuvo presente a lo largo de mi camino: recibí el llamado que me configuró con el Señor, ser coordinadora de grupos, anunciar su Palabra, entregarle la vida por los que llama a formar parte de su rebaño, velar por ellos y conducirlos hacia el Maestro. María me mostró que mi vocación siempre fue entregar la vida a Dios por otros y para otros.
Junto con Luis, mi marido, recibimos el llamado a dedicarle la vida como matrimonio en esta Obra. El Señor puso el carisma en nuestro corazón y nos impulsó a caminar, no sin dificultades, en búsqueda de la fidelidad en todo momento y con el anhelo de ser santos. Así construimos nuestra familia y, por intercesión de María, fuimos en misión a vivir a Ecuador en marzo de 1999.
Siento que, como en Caná de Galilea, María me recibe y está pendiente de lo que vivo. Me abre el sagrario de su casa interior e intercede ante Jesús por mí.
A pesar de la tristeza de mi corazón, me pregunté: ¿en estos momentos difíciles vas a retirar tu respuesta al Señor? ¿Vas a dejar que se naturalice tu opción por el Él, con las justificaciones lógicas de estas circunstancias de vida? Sé que el Señor no quiere eso para mí, ni yo tampoco. Muchas veces siento la tentación de bajar los brazos y dejarme vencer; ¡pero eso sería dialogar con la tentación! Y entonces se me vienen las palabras de Pablo: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor 12, 10b). ¡Todo lo que no puedo en este tiempo o no me sale bien es una oportunidad para llegar a Jesús! Esa tiene que ser mi esperanza y fortaleza. Y María es la que me sostiene en esta lucha interior. Quiero responderle al Señor de mi vida con todo lo que soy y lo que tengo, porque Él puso su mirada en mi pequeñez y me condujo hasta ahora.
El Padre me invitó a renovar el “sí” que le di, mi vínculo con la Palabra que es su Hijo, el vínculo con el manantial que sacia mi sed más profunda, que me consuela el corazón y que me abraza en el amor trinitario.
¿Qué quieres de mi vida hoy, Señor, en esta nueva circunstancia? ¡Quieres que siga fiel en el camino, que me siga lanzando hacia adelante y corra en dirección a la meta, para alcanzar el premio por el cual me llamaste! (Cf. Ef 3, 13-14). Luis se adelantó y, por tu misericordia, ¡confío en que ya lo alcanzó!
Me siento en paz y feliz cuando estoy en tu presencia, Señor, cuando te busco y abro el corazón para que te reveles. María, como Madre, conoce mi corazón, me toma de la mano y camina junto a mí para que esté atenta a lo que Jesús me dice, por más que las circunstancias me encuentren muchas veces sin fuerzas.
El Padre me creó y Jesús me llamó para vivir libre en el amor. Aprenderé de María a pisar la cabeza de la serpiente, pues soy pertenencia de Dios como Ella lo fue. Quiero, como Ella, ser fecunda y permanecer en diálogo con el Señor, porque allí está mi fortaleza.
Cristina Cucchiara de Samaniego
Quito – Ecuador
N. de la R.: Luis Samaniego y Cristina son misioneros de la primera hora en el Movimiento de la Palabra de Dios. Tras su partida a la Casa del Padre, él fue recordado en el testimonio “El paso pascual de Luis” publicado en Cristo Vive, ¡Aleluia!, n° 176, p. 31.
Publicado en Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº 198 (JUL-AGO 2015)