
Hacer de la vida una misión
La segunda semana de enero, hermanos y hermanas del Litoral Argentino (Paraná, Concordia, Rafaela y Rosario) conformamos una comunidad para misionar en San Cristóbal, provincia de Santa Fe.
Con gran incertidumbre, y luego de un proceso de discernimiento, me animé a ir. Esto me hizo pensar en qué pasaría si siempre me animara a más, si buscara responder mis inquietudes desde la oración y el discernimiento con otros, y confiara en que si Dios me propone algo, él sabe el motivo. Siempre será cuestión de lanzarme para descubrir algo hermoso, aunque desconocido. Tal como lo experimenté la semana de la misión de verano.Antes de llegar a San Cristóbal dejé todo en las manos de Jesús. Desconocía qué sucedería, y el hecho de ir como una del equipo pastoral de servicio, me ubicó en un lugar de mayor responsabilidad.Mi principal inseguridad era la emergencia sanitaria que vivimos. Sin embargo, pudimos reconocer el cuidado de Dios con nuestra salud. A medida que salíamos cada mañana recibíamos las noticias sobre la cantidad de contagios.