Editorial de la Palabra de Dios

Nuevas posibilidades laborales

Orlando Benítez, de Florencio Varela, descubrió que el cambio de su lugar de trabajo tenía un sentido trascendental: que sus colegas oraran juntos.

 

Trabajo en la Municipalidad de Florencio Varela, en la Secretaría de Salud. Hace un tiempo fui trasladado de un lugar en el cual, entre otras cosas, solía escuchar mucho a mis compañeros. El hecho de asistir con la escucha me daba más ganas de ir a trabajar, siempre. Pero el Señor me mostró que algo más faltaba para que mi trabajo fuera pleno; ¿qué sería?

Después de 16 años en el mismo puesto, llegó mi traslado. Mas allá del malestar que sentía, les dije a mis superiores que yo pensaba que esta nueva situación era una decisión de Dios y que, por lo tanto, la aceptaba. Otros compañeros me aconsejaron que me tomeara un tiempo y que pidiera una carpeta médica. Entonces, busqué la voluntad de Dios en el diálogo fraterno, la reconciliación, la oración de mi comunidad…

Empecé a trabajar en un trailer del equipo móvil de salud que recorría los barrios. De estar muy cómodo en mi puesto anterior, fui a parar a la calle. Al principio, no me gustó este cambio. ¿Qué había pasado? ¿Qué hice para tener que pasar por esto? ¡Cuántas preguntas me hacía! Entonces, comencé a buscar en mi interior qué quería Dios de mí.

Durante ese tiempo, busqué a un jefe mío anterior (con quien, hace varios años, leíamos juntos la Palabra) para pedirle que me llevara a trabajar con él. Llamé varias veces a su oficina y también a su casa, pero nunca lo encontré. Luego de nueve meses en el trailer, el Señor me volvió a sorprender con un llamado telefónico. Era mi jefe, que me propuso trabajar en un lugar diferente. Me puse en oración y, después de discernirlo, abrí el Evangelio y leí una Palabra de Filemón: “Por eso, aunque tengo absoluta libertad en Cristo para ordenarte lo que debes hacer, prefiero suplicarte en nombre del amor (…). Pero no he querido realizar nada sin tu consentimiento, para que el beneficio que me haces no sea forzado, sino voluntario (…). Te escribo confiando plenamente en tu docilidad y sabiendo que tú harás más todavía de lo que yo te pido” (Filemón 1, 8-21). Por esta Palabra, Dios me concedió la libertad en el Espíritu. Sentí que desde el principio tenía pensado este lugar laboral para mí, pero yo quería fortalecerme en la fidelidad hacia Él al aceptar lo que me tocara.

Una vez más, el Señor me mostró lo que me faltaba: orar en comunidad, invitar a mis colegas a participar de la oración… Y me vi, una vez más, iluminado por su amor. Llegar a la oración con nuestros compañeros de trabajo: esto era lo que quería Dios.

Actualmente, nos juntamos con varios de mis compañeros a orar todas las mañanas, incluidos quienes profesan un credo distinto. Nos disponemos, lo alabamos y leemos su Palabra como cierre para luego comentar en qué aspectos de nuestra vida pone luz. La oración nos hizo hermanos, más compañeros y nos fortaleció para estar unidos ante cualquier eventualidad.

Es maravilloso lo que Dios hace en uno si realmente se abre y se entrega a Él. No tengamos miedo, como dice la Palabra: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?”. Muchas almas en la oscuridad esperan del Amor del Padre para su salvación y la nuestra.

Ahora me encuentro de nuevo en el mismo edificio de trabajo, pero mucho más feliz y libre que antes. Dios conduce mi vida y la comunidad me acompaña.