Editorial de la Palabra de Dios

Un rescate inesperado

Participar de la Eucaristía en medio de un ambiente comunitario es una oportunidad de encuentro con Dios.

La misa del Movimiento fue el lugar donde conocí el carisma de la Obra. Allí siempre encontré a los hermanos y redescubrí el saludo de la paz, la alegría honda que no se acaba. Fue un espacio en el cual la fe tomó fuerza. Por eso, siempre esperaba la misa del mes siguiente.

Hace diez años nos mudamos a la provincia de Córdoba, a la ciudad de Hernando. Aquí tuvimos que empezar de nuevo: encontrar trabajo, insertarnos en una nueva comunidad, adaptarnos al lugar, la cultura y la gente, con su tonadita particular. Nuestros hijos fueron creciendo en este lugar y nosotros, de a poco, afianzándonos. Fueron tiempos muy difíciles, pero la asistencia permanente del Señor estuvo siempre.
Comencé a trabajar en el colegio y a vincularme, por motivos laborales, con la parroquia del lugar. Hoy en día, también trabajo como secretario allí.

Mariana, mi esposa, no tenía en ese momento un trabajo estable. La distancia que nos separaba de la ciudad de Córdoba no permitía que pudiéramos tener la entrañable experiencia de la misa mensual del Movimiento de la Palabra de Dios y de las gracias que de ella brotaban…

Recién nueve años después de habernos instalado en Hernando pudimos ir a una. Y fue una sorpresa que se celebrara en la Parroquia de Lourdes, lugar donde conocimos al Señor, nos conocimos con Mariana y nos pusimos en contacto con la Obra. La Madre nos dio ese regalo hermoso: vivir la Eucaristía en un lugar con mucha historia para nosotros…

Marcos, Mariana y sus cuatro hijos

Durante la homilía, mi corazón comenzó a latir con fuerza. Sentí que debía dar un paso más de entrega en mi servicio y de anuncio. Debía ponerme en comunión con mi esposa para dar este paso de fe y dejar que Dios creciera en nosotros. Durante toda la Eucaristía le pedí al Señor que aumentara nuestra fe como esposos y papás.

Durante la misa, pude ver muchos rostros que no conocía, pero me daba cuenta de que todos sabíamos que alguien nos había llevado a estar allí, el Señor, el mismo que hizo el milagro en las Bodas de Caná y que multiplicó los panes…

Esta experiencia me rescató y volví a sentirme parte viva de la Obra, no porque estuviera en crisis, sino porque la distancia muchas veces suscita nostalgia y Dios no nos pide que vivamos de recuerdos. Me invita a vivir todo con la alegría del Resucitado y a esperar la posibilidad de volver a estar en una de esas misas pronto.

Por el momento, el Señor me impulsa a dar testimonio de su triunfo en nuestras vidas, en el regocijo del paso providencial de cada domingo cuando participo de la Eucaristía en la parroquia de mi zona. Bendigo al Señor por la gracia que se derrama en ese ambiente comunitario.

Marcos Sosa
Zona de Misión Embalse
Prov. de Córdoba

Publicado en la Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº 187 – MAY/JUN 2013

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