Complementando el capítulo de «Dinero y Evangelio» (1), en las Convivencias de 1987, se propusieron algunos principios de una Economía del Amor. Ellos sirven como parte de la espiritualidad y del desarrollo de la Rama Civilizadora del Mundo Nuevo del Movimiento.
Si hablamos de una Civilización del Amor en serio, debemos buscar, descubrir y formular los principios y actitudes de una Economía de los bienes materiales. De allí se siguen otras posibilidades humanas, culturales, sociales y hasta espirituales para el hombre. Rápidamente podemos enumerar algunos principios que deberían ser completados por el desarrollo del Movimiento como Civilización de Dios:
1 – La posibilidad de una Civilización del Pueblo de Dios surge de la Evangelización integral, de la fe vivida como opción integral de vida y de una concepción no convencional de Dios, el cristianismo y la Iglesia.
2 – La Evangelización, y consiguientemente, el Plan de Dios para el hombre, incluye la Civilización como vertiente temporal del Anuncio de la Palabra de Dios.
3 – La base de una Civilización generadora de una Economía Nueva son las Comunidades de Salvación que se originan en la conversión del hombre a Jesús y su Evangelio y se mueven bajo la inspiración del Espíritu Santo.
4 – Esta Civilización puede desarroIlarse desde un laicado pastoralmente organizado como Pueblo de Dios en Comunidades de vida y de trabajo (expresión de la Comunidad de Salvación) bajo la acción del Espíritu Santo y el Señorío de Cristo.
5 – La opción por el Evangelio es opción laical por la pobreza que evita superfluidades, no genera miseria y desarrolla una economía del amor mutuo (2 Cor 8, 13-15).
6 – Esa economía lleva el sello del compartir. Compartir es promover el desarrollo temporal del Reino. Es la contestación de la fe evangélica e integral a las economías actuales.
7 – El mandamiento de Jesús es la ley y el espíritu del Pueblo de Dios. Ese mandamiento del amor mutuo aplicado a la Economía podría formularse así: amar al prójimo es compartir los bienes.
8 – El cristiano que es discípulo de Jesús, evangeliza sus bienes. Como tal tiene conciencia del valor y uso personal, fraterno y pastoral de los mismos. Se sabe administrador y no dueño de la Creación, la vida y sus bienes.
9 – El dinero es un medio económico para la vida del hombre. Y si no se lo administra evangélicamente, se lo sirve. Entonces se transforma en fin práctico, señor del hombre y sepultura de las relaciones fraternas. La economía es un modo de vincularse entre los hombres.
10 – Desde la Cruz de Jesús, el dinero tiene un sentido misional. El dinero no es para acumular y enriquecerse cayendo en la superfluidad y generando miseria. Es para cubrir las necesidades personales y generar realidades pastorales y civilizadoras propias del Evangelio. Si yo no devuelvo al Pueblo de Dios y a la sociedad lo que tengo de más, aunque no se note, me hago opresor económico y creador o corresponsable de la miseria que hay en el mundo.
11 – Es propio del cristiano, no el ganar menos, sino el ganar más para distribuir lo que yo no necesito. Esta distribución, propia del compartir que Dios quiere y yo elijo, posibilita la Presencia Social de Jesús en la Civilización del Pueblo de Dios, en medio del Mundo Viejo materialista.
12 – A una Civilización Nueva y a los beneficios de la Economía del Compartir no se ingresa por conveniencias naturales, meramente humanas o materiales, sino por la conversión integral del corazón y el ingreso a una Comunidad de Salvación. No hay que convencionalizar el compartir sino respetarlo como compromiso.
13 – «Dios ama al que da con alegría» (2 Cor 9,7), «Como muestra de generosidad y no de mezquindad» (Ib. 9,5). «Este servicio sagrado (del compartir) no sólo satisface las necesidades de los hermanos sino que también es una fuente abundante de acciones de gracias a Dios» (Ib., 9,12).
(1) CF Cristo Vive no 62, pág. 9
Publicado en la Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº 64 – OCT 1988