Editorial de la Palabra de Dios

Atesorar la gracia recibida y desplegarla en el desarrollo de la vida. Gabriela participó de los grupos de oración del Movimiento de la Palabra de Dios en la zona de misión de Olavarria en Buenos Aires, el 5 de junio de 2024, repentinamente, partió a la casa del Padre, a los 38 años. Ella realizó su Convivencia de Cursillo en el año 2015. Cinco años después de haber escrito el testimonio, al releerlo descubrió qué cambios se produjeron en esos dias y perduraron en el tiempo. Publicamos el testimonio escrito en su momento y lo que la autora quiso completar.

«En los días de Convivencia descubrí el rescate de Jesús a mi vida, mi liberación y salvación en un encuentro real con Él que me llama a ser su discípula, con la certeza de que Dios acompaña mi «Egipto interior», protegiéndome e indicándome el camino para que el pecado ya no tenga más dominio sobre mí. El Señor me hizo la promesa de establecer una alianza conmigo y me llamó a ser una mediadora entre El y su pueblo, pero para eso necesito disponerme para ir a su encuentro, como Moisés, quebrantando mi omnipotencia, mi orgullo oculto y mi rebeldía. Me di cuenta de que debo estar a su servicio y no Él al mío… reconozco que antes vivía para mí misma. Descubrí que el amor no está en los sentimientos, sino en la dignidad y compromiso de la persona que reconoce y experimenta el Señorío de Jesús, un poderío de entrega y de servicio. ¡Aquí estoy, Señor, dispuesta a lo que quieras!»

Después de la experiencia que viví en la Convivencia del año 2015, intenté que todas mis elecciones y opciones fueran según la voluntad de Dios. Sentía que el Señor me llamaba a algo más, pero mis limitaciones y mi vergüenza me lo impedían. Tenía que entregarle a Dios esas cosas. Debía «morir a mí misma» para hacer lo que Él quisiera. Entonces, a partir de aquel momento, me animé a cambiar de trabajo. Mis seguridades estaban puestas en cosas muy terrenales y sentía que Dios me animaba, por ejemplo, a trabajar de lo que había estudiado, algo que nunca había hecho: me había recibido en el año 2005 de docente y recién en el 2016 pude tomar un cargo. Ese fue un paso que me propuso el Señor: confiar en mis habilidades y capacidades.

Hoy, al volver a leer el testimonio que escribí, siento que Jesús me dice: «Acá estoy» y que, una vez más, me regala proyectos nuevos. ¡De lo que descubrí en su momento, parece que el Señor quiere algo más! Releer este escrito me muestra que seguirlo a Él es el camino, lo que realmente da rumbo a mi vida, más allá de las circunstancias que estemos atravesando. A veces nos pide seguirlo en situaciones agradables y gratificantes y, otras veces, seguirlo en el dolor. En ellas, Jesús me vuelve a salir al rescate. Así, siento que me dice: «En mí están todas las respuestas». También, reconozco la importancia de vivir la vida discipular desde una comunidad; en particular, el Señor me dice que las penas no se viven en soledad, sino que hay que vivirlas rodeados de los demás y acompañados.

Gabriela Preisegger

Publicado en Revista Cristo Vive ¡Aleluia! N.º 226 – MARZO/ABRIL 2021