EDITORIAL.-

En medio de una cultura sofocada por el individualismo, la idolatría del cuerpo, del sexo, del poder y del dinero, que socavan el respeto por la dignidad humana, pareciera que el hombre está condenado a una vida asfixiada por el sinsentido. Sin embargo, “Dios libera de esa ‘asfixia’ de la que muchas veces no somos conscientes porque nos hemos acostumbrado a respirar un aire cargado de falta de esperanza, tristeza y resignación”, nos dice el Papa en Soplo de vida.

Sólo Dios puede desatar las cadenas del odio, de la venganza y del rencor; solo Él puede liberarnos y llevarnos Hacia una vida nueva: “El poder de Dios nos da la gracia suficiente para que podamos vivir como resucitados”, afirma el Padre Ricardo. Los testimonios “¡Estoy rehabilitado!”, Un adiós en Dios y Gastarse hasta el final expresan ese poder que actúa en quien cree y lo busca con sincero corazón.

Seguimos camino al Sínodo de jóvenes. En el artículo Responder a un llamado se profundiza acerca del desafío de la formación responsable para construir una sociedad más justa. Por otro lado, en un mundo en el cual la utilidad y los intereses parecen ser las bisagras de la vida, la nota El don de la vejez ofrece una mirada esperanzadora de los ancianos; de ellos los jóvenes pueden obtener aún mucho provecho, especialmente en el plano espiritual.

Dios no es ajeno a nuestra historia. Él es un Padre compasivo y misericordioso; por el Espíritu, su presencia no cesa de envolvernos con su ternura y atravesar toda nuestra vida. Esto es motivo suficiente de la alegría cristiana que ni las cambiantes vicisitudes cotidianas nos pueden arrebatar. Que Jesús Resucitado nos haga misioneros de la alegría, de la esperanza y del amor.

Laura di Palma

Publicado en la Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº211 (MAR-ABR 2018)