¿Por qué hay tantos chicos sin padres y tantas personas que quieren adoptar?

En la Argentina, hay actualmente 7100 familias que desean adoptar y 21500 menores esperando ser adoptados.

En la Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (DNRUA), se estima que sobre el 100% de los inscriptos que desean adoptar, el 92% quiere recibir en su familia a bebés; es decir, 6700 de los aspirantes, más o menos, quieren niños menores a un año. Sin embargo, no existe esa cantidad de niños en adopción; por eso hay familias que deben esperar muchos años para poder adoptar.

La espera es larga en ambas partes, especialmente para la mayoría de los chicos de los institutos, que son aquellos que no tienen judicialmente las condiciones necesarias para ser considerados como niños en situación de adoptabilidad. Esto es debido a que se trabaja para reinsertarlos en su familia de origen, tarea que puede durar largos años y no concretarse, o porque algunos familiares los frecuentan, pero por diferentes razones no se los llevan a vivir con ellos. Se trata en gran parte de chicos que quedaron sin hogar, y que por drogas, maltrato o abusos quedaron huérfanos de madre, padre o del afecto de una familia. Para quienes ingresan en una institución a los seis años de edad, la posibilidad de tener una familia adoptiva se complejiza: el 27% de los postulantes aceptan niños que estén en edad de comenzar la escuela primaria y, más allá de esa edad, el porcentaje cae drásticamente al 1% de los aspirantes dispuestos a adoptarlos. Solamente el 1,25% de los anotados en la DNRUA están dispuestos a llevar a su casa a un niño mayor a 12 años, y el porcentaje se reduce a 0,19% si el adolescente tiene algún tipo de enfermedad.

EN LA ARGENTINA, HAY ACTUALMENTE 7100 FAMILIAS QUE DESEAN ADOPTAR Y 21500 MENORES ESPERANDO SER ADOPTADOS.

Las estadísticas no llegan a reproducir el problema en su totalidad. Marcelo Feliú, diputado de Bahía Blanca, quien impulsó la nueva ley de procedimientos de adopción, da cuenta de la magnitud de este problema en Buenos Aires: “En nuestra provincia, son cerca de 1700 las parejas anotadas en el registro de adoptantes, y unos 5000 los chicos institucionalizados. Sin embargo, los que están en condiciones de ser adoptados son apenas 950”. Su proyecto de ley, que tuvo una gran adhesión legislativa, tiene como objetivo ofrecerle al niño o adolescente una solución a su situación en forma dinámica y efectiva: “Hay que trabajar, intentando por supuesto la reinserción de los chicos en su familia de origen, siempre y cuando no se vea perjudicado su interés superior. Si esto sucede, hay que aplicar rápidamente la herramienta de procedimiento de adopción para darle una mejor salida”. La prioridad dada al “interés de los niños y adolescentes” es la gran novedad de esta propuesta legislativa. Esto implica que la adopción en la Argentina ya no es una decisión solamente de parejas que no pueden tener hijos, sino que es la respuesta que el Estado les da a los que tienen vulnerado su derecho a tener una familia, acceso a su identidad y a ser oídos. Priorizar el interés de los chicos significa, según el nuevo Código Civil y Comercial, cumplir sus derechos: primero, poner en el centro de la búsqueda una familia para el chico, priorizando el interés del niño sobre el de los adultos; por otro lado, se incorpora el derecho a ser oído y a que su opinión sea tenida en cuenta según su edad y grado de madurez, a conocer sus orígenes y a la preservación de los vínculos fraternos.

En la actualidad, el procedimiento es largo por varias razones: la separación de un niño de su familia de origen tiene que ser muy excepcional y preferentemente temporaria, se intenta mantener un grupo de hermanos juntos y el proceso de selección de posibles adoptantes es largo, ya que deben ser elegidos con mucho cuidado (considerando que existe una gran cantidad de “devoluciones” de esos niños). En nuestro país, solo el 2% de los aspirantes inscriptos en la DNRUA manifestó que adoptaría tres hermanitos y no hay candidatos para adoptar más de cuatro. Y, en gran parte, son grupos numerosos que, para ser adoptados, deben ser separados.

Las dificultades y alegrías en la crianza

A pesar de la buena voluntad de los postulados, la adopción no siempre es realizada. Hay gente que se ofrece, pero no tiene los recursos psicológicos necesarios para afrontar esta nueva realidad familiar. Algunos tienden a idealizar la adopción y, cuando se dan cuenta de que no es como lo imaginaban, deciden volver a institucionalizar a los chicos. Podría pensarse que esta es una circunstancia en un millón, sin embargo los que son nuevamente abandonados representan hoy en día el 30% de las adopciones en la Argentina.

La licenciada Silvia González es psicóloga, tiene experiencia en la coordinación de grupos de mujeres con problemas de fertilidad y además es madre adoptiva. En un testimonio publicado en el número 191 de Cristo Vive, ¡Aleluia!, “La fecundidad de la cruz”, cuenta cómo fue el proceso de decisión por la adopción que transitaron ella y su esposo como matrimonio. Ante la sorprendente estadística sobre chicos que son “devueltos” por sus familias adoptivas en el país, ella se refiere a las principales dificultades que experimenta la familia adoptiva en la convivencia: “Cada miembro de la familia trae su herencia, mandatos, creencias y costumbres de su familia de origen. Para poder ser una nueva familia hay que resignificar ‘lo propio’ para construir ‘lo nuestro’, sin perder la singularidad de cada uno en el proceso”. Por otro lado, pone énfasis en que la adopción es un proceso mutuo que se da entre los padres y los hijos, “para poder ser uno en la diferencia”.

LA EXISTENCIA DE MUCHOS NIÑOS SIN FAMILIA SUGIERE LA ADOPCIÓN COMO UN CAMINO CONCRETO DEL AMOR.

Frente a las incomodidades que se pueden experimentar durante el proceso de adopción y las dificultades de la crianza de un hijo que tiene una historia ajena a sus padres, ¿qué motiva a las personas a adoptar? Silvia observa que la principal causa es la que salta más rápido a la vista: la imposibilidad biológica de engendrar y, a pesar de eso, el deseo de ser padres. Sin embargo, adoptar está lejos de ser una actitud egoísta del deseo paterno, sino que “es un acto de solidaridad de cada parte, en base a la cual se construye una nueva familia: el niño le da a los padres el hijo que no pudieron gestar y los padres le dan al pequeño la crianza que sus progenitores no pudieron ofrecerle”. Juan Pablo II alentó esta práctica; argüía que la esterilidad física “puede dar ocasión a los esposos para otros servicios importantes a la vida de la persona humana, como por ejemplo la adopción, la diversas formas de obras educativas, la ayuda a otras familias, a los niños pobres o minusválidos”. 2

Sin embargo, a pesar de la entrega mutua, darse mutuamente no borra la carencia de ambas partes, solo la resignifica: Silvia González señala que “el hijo adoptivo, si la adopción se da sanamente, no debe ocupar el lugar del hijo biológico que los padres no pudieron concebir, así como los padres adoptivos no reemplazan a los progenitores del adoptado”. La carencia da lugar a la posibilidad de la adopción: “El tener hijos o tener padres se resignifica en este sentido, es decir, la imposibilidad y abandono se trasforma, vía adopción, en posibilidad y encuentro”, concluye.

La existencia de muchos niños sin familia sugiere la adopción como un camino concreto del amor, expresó Juan Pablo II3: “Adoptar niños, sintiéndolos y tratándolos como verdaderos hijos, significa reconocer que la relación entre padres e hijos no se mide únicamente con parámetros genéticos. El amor que engendra es, ante todo, entrega de sí. La relación que nace es tan íntima y duradera, que no es en absoluto inferior a la fundada en la pertenencia biológica”.

Lara G. Salinas 

1. http://prensa.hcdiputados-ba.gov.ar/diputados_informa.
2. Véase la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio.
3. Véase Audiencia a los participantes en el Encuentro de las Familias Adoptivas del 5/09/2000.

Publicado en Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº 196 (MAR-ABR 2015)