La propuesta del Evangelio abarca, entre otras cosas, la administración de los bienes en todos sus aspectos: el estilo de vida, el compartir fraterno, la conformación de realidades civilizadoras nuevas, el compromiso con el desarrollo temporal de la experiencia que se tenga como comunidad eclesial, etcétera. En el Movimiento de la Palabra de Dios, como fruto de la evangelización integral de la vida, existe un servicio llamado Capital del Señor*. Presentamos testimonios del desarrollo de este servicio y de la búsqueda personal en este compromiso.

Servidores del Señor

“Quien siembra con mezquindad, con mezquindad cosechará; en cambio, quien hace siembras generosas, generosas cosechas tendrá…” (Cf. 2 Corintios 9, 6).

Esta Palabra es la que el Señor depositó en nuestros corazones como servidores del Capital del Señor en San Francisco Solano y nos llevó a anunciar a todos los hermanos y a dar testimonio del obrar de Dios en el despojo de los bienes.
Solano es un Centro Pastoral joven: tenemos 15 años, por ende el servicio también es reciente. Y si bien las comunidades más antiguas en la Obra realizan sus aportes desde 1998, nunca faltaron las dificultades. Nuestra realidad socioeconómica siempre fue muy pobre. Muchos hermanos no tenían trabajo, y aquellos que lo tenían vivían al día con el dinero para ayudar a sus familias. Pese a ello, en el corazón del Centro siempre urgió la necesidad de sostener este servicio tan importante para la Obra y así lo hicimos aunque con aportes simbólicos mínimos.
El testimonio personal de los hermanos fue lo que más ayudó a generar una conciencia del aporte, el cual siempre se sostuvo mes a mes. Sin embargo, hace algunos meses, el Señor nos invitó a dar un paso más frente a la propuesta de compartir los bienes. Los hermanos iban creciendo, consiguiendo empleos y madurando en la fe, y la Palabra nos decía: “Dios, que proporciona la semilla al que siembra, le proporcionará también el pan para alimentarlo; a ustedes les multiplicará la semilla, y también hará crecer los frutos de su obras buenas. Siendo ricos de todo, estén listos para dar abundantemente, y nosotros lo transformaremos en acción de gracias a Dios” (Cf. 2 Cor 9, 10-11).
Así nos animamos a proponer realizar el diezmo, y desde el año pasado esto se comenzó a hacer concreto en una comunidad. Por otra parte, hermanos que nunca habían aportado comenzaron a hacerlo. Así llegamos al 2010 con aportes de casi todos, diezmos y ofrendas que mes a mes se multiplicaron.
En nuestros corazones Dios nos sigue revelando que no callemos sus inspiraciones y que no tengamos miedo de anunciar lo que el Espíritu nos propone. Dios no pone en nuestro interior mociones que no podamos concretar. ¡Alabado sea Jesucristo que, como Centro, nos hace un gran llamado a la generosidad!

Liliana Paz y Dino Niro
San Francisco Solano
Prov. de Buenos Aires
Publicado en Cristo Vive, ¡Aelulia!, set 2011, nº 179

TESTIMONIO

El compromiso del diezmo

Cuando nos anunciaron el Capital del Señor, sentí en el corazón la propuesta de Dios de diezmar. No entendía mucho y por momentos pensaba que era algo típico de una secta y que yo no quería participar de eso. Ofreciéndole estas ideas al Señor en la oración fui comprendiendo que como el Movimiento de la Palabra de Dios es un lugar que yo quiero construir, entonces tengo que sostenerlo, no solo desde mi participación comunitaria, la oración y servicio, sino también desde el aporte económico.
Me asaltaban pensamientos del Mal que no quería que el Padre pudiera disponer de mí y de mis bienes. Pero yo privilegiaba en mi decisión la certeza de que al Señor le pertenece mi vida y de que, por eso, Él dispone de mi bolsillo.
Cuando tomé la decisión de comenzar a aportar en el Capital del Señor, mi único ingreso eran $50 por mes. El diezmo no era mucho, solo $5, pero como la ofrenda de la viuda, el Señor me lo pedía. No era mucho, pero para mí, en mi situación económica, sí lo era.
Después empecé a trabajar y fue aumentando el sueldo. Pero siempre tuve la conciencia de que mi sueldo era de Dios, y que yo era una simple administradora del 90%, no del 100%.
En un momento tuve la necesidad de renunciar al trabajo que tenía y buscar otro que me ayudara desde lo económico a sostener el proceso de sanidad al que Dios me iba invitando. Más tarde, recibí por providencia de Dios la posibilidad de elegir entre dos trabajos muy buenos, y empecé a cobrar un sueldo considerable y también a hacerme cargo de mis gastos.
Frente a esta situación me pregunté nuevamente si tenía que seguir diezmando porque quizás era mejor que aportara solo lo necesario. Delante del Señor volvía a reconocer cuál era la invitación: lo máximo, que para mí era diezmar.
Hubo un mes en el que tenía que dar el adelanto para participar de una Convivencia de verano. Una mañana, camino al trabajo, pensaba en que ese mes no aportaría porque necesitaba esa cantidad para el adelanto. En seguida sentí que el dinero del adelanto no tenía que salir del diezmo, que si María quería que yo fuera ese año, iba a ser providente. Con la decisión de sostener el diezmo, llegué al jardín. Al rato la directora me comunicó que habían reconocido un cargo y que me lo daba a mí, y eso significaba un aumento de sueldo importante.
Los ingresos siguieron aumentando, más aún cuando empecé a trabajar doble jornada. Nuevamente me pregunté si debía seguir diezmando. Cada vez el importe del diezmo era mayor. Yo tenía proyectos de ahorros, y si diezmaba en vez de aportar, podía ahorrar menos. Me lo pregunté, lo conversé con mis coordinadores y se lo pregunté a Dios. La respuesta que sentí en el corazón siguió siendo la misma: “diezmá”.
En lo práctico, cada vez que cobro, lo primero que hago es separar el aporte del Señor,
y después administro. En lo interior, es un constante discernimiento; se actualiza
todo el tiempo. Seguramente si la propuesta hubiese llegado cuando trabajaba dos turnos, no sé si habría diezmado. Creo que aprendí a ser fiel en lo poco, para poder ser fiel en lo mucho. Pero definitivamente no es mérito mío, sino de la gracia que me hace ser consciente de que todo lo que recibí y recibo es por generosidad de Dios y de que este es el lugar de Iglesia donde quiero vivir. Porque en definitiva, la evangelización de los bienes tiene que ver con esa conciencia, y el aporte al Capital del Señor, con mi identificación con el carisma del Movimiento de la Palabra de Dios. Así lo descubrí y lo vivo.

Mariana Vicario
Centro Pastoral Flores Janer
Capital Federal

* El Capital del Señor está conformado con los aportes voluntarios y sostenidos a lo largo del tiempo de los miembros del Movimiento y desde él se responde a las necesidades económicas misionales de la Obra.