La Escuela de Economía de Francisco es un espacio que busca desarrollar una economía con alma y defender la dignidad de las personas. Matías Riveros, Cristian Romero y Ana Argento relatan la experiencia de ser parte de ese proyecto.
En noviembre de 2024 nos encontramos varios jóvenes de distintos lugares del país para formarnos, reflexionar y compartir experiencias desde una economía que visibiliza y cuida el capital social, espiritual y natural, poniendo en el centro la dignidad de las personas. El encuentro fue en la Mariápolis de Alta Gracia, en la provincia de Córdoba.
Fue una gran alegría encontrarnos tres miembros del Movimiento y descubrir la identidad del carisma que nos hace sentirnos familia y tejer alianza, fraternidad y comunión entre nosotros. Los tres participamos siguiendo un mismo llamado civilizador y desde nuestras búsquedas de cómo poder hacer nuestro aporte al Mundo Nuevo.
Fueron días de formación, de alimentar la esperanza en que un Mundo Nuevo es posible, porque ya está sucediendo. El Espíritu Santo nos regaló el entusiasmo de responder al llamado del Papa Francisco y la experiencia fraterna como un don para ofrecer a los demás. Luego de que alguno hacía un aporte se escuchaba un “como dijo el compañero”, y para nosotros la experiencia interior fue que el “compañero” es mi hermano, sin importar credo, ideología, orientación política, etc. Ofrecimos la “escucha amantiva” como nos propone la Iglesia en este tiempo sinodal en lo sencillo de cada momento.
La Economía de Francisco (EDF) es un movimiento de jóvenes (y no tan jóvenes), economistas, emprendedores e investigadores de diferentes países y credos que en el año 2019 respondieron a una carta del Papa Francisco mediante la cual los convocaba a construir una economía con alma. Desde septiembre de 2024, la Economía de Francisco tiene una Fundación para sostener y mejorar el impacto de los proyectos e ideales y aumentar la fuerza de todos los miembros.

Matias Riveros
Por mi parte, en medio de la búsqueda de reconfigurar mi carrera profesional deseando ardientemente aprovechar estos años de juventud adulta, me sentí invitado a la conversión del corazón, a una mayor confianza en el Señor. Fui escuchando un llamado que va madurando en mi interior hace un tiempo. En estos días me di cuenta, por la gracia, que la respuesta al llamado la fui demorando por qué aún sigo apegado a la falsa seguridad de los bienes, a un estilo de vida, a cierto bienestar y reconocimiento social. En un momento de oración, en el santuario de la virgen de Fátima, fui tratando de entrar en comunión con San Francisco como nos proponían. San Francisco un hombre jugado, libre, loco, alegre, despojado, amante, profeta. Durante un rato le pedí que me comparta su corazón pobre, diciéndole quiero un corazón pobre, un corazón libre, un corazón confiado para seguir la intuición que voy sintiendo aún sin tener un panorama claro. Llevaba conmigo la Palabra, la pedí y me dijo: Y aquel que nos destinó para esto es el mismo Dios que nos dio las primicias del Espíritu, porque nosotros caminamos en la fe y todavía no vemos claramente (2 Corintios 5,5.7). Me fue de consuelo y ánimo para seguir dando pasos, soltando para avanzar, los bienes no pueden darme las cosas del Espíritu, las que le dan sentido hondo a mi vida. La vida nueva está por delante. Todo esto se desprende a partir de la convivencia Mariana del verano 2024.
Cristian Romero
En particular, la experiencia del compartir me sigue abriendo a la apertura de otras experiencias de cambio social, no sólo en el aspecto económico, sino también en el cuidado de nuestra casa común y el cuidado del otro. Francisco, desde Laudato Si’, ha reunido a creyentes y no creyentes en esta causa, muchos han sido interpelados desde su vocación y profesión por su llamado en esa encíclica. Él llama a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Durante los dos días compartimos con estudiantes de ciencias económicas, con empresarios que compartieron sus experiencias de cuidado y transformación del mercado, con jóvenes que trabajan en iniciativas de inclusión o con los más marginados, y también, con docentes de diferentes universidades que alimentaron nuestras búsquedas. En los intercambios emergían sueños y proyectos para seguir pensando juntos o profundizar en la búsqueda personal. La clave era no cortarse solo, sino abrirse y construir con otros. La oración y la intercesión por nuestro mundo herido se hizo presente en la Eucaristía de cada día, compartimos ese espacio junto a quienes habían perdido parte de su fe.
Durante la formación, se nos compartieron experiencias de economía social y solidaria: economía circular en torno a una ganadería que cuide el ambiente, a la generación de basura que puede reciclarse, el reconocimiento de los dones y carismas que cada uno tiene a la hora de emprender un proyecto, la investigación universitaria en función de una mayor eficiencia de producción y del cuidado, entre otros.
Uno de los invitados fue Luigino Bruni, consejero focolar del Papa en el ámbito de la Economía de Comunión (EdC). En un diálogo fraterno nos invitaba a seguir sumando sueños a esta minoría profética que escucha el clamor de la tierra y de los pobres. Nos advirtió sobre la felicidad que promete el mercado, basada en la acumulación y la riqueza. Y nos entusiasmó en buscar esa felicidad (concebida como justicia y santidad comunitarias) en la vida misma, en las pequeñísimas cosas, casi invisibles a nuestra percepción consumista. Son los pobres de corazón y los pequeños los que saben encontrarla, y por ello la necesidad de ser como ellos.
Frente a los nuevos escenarios locales y mundiales, pensar y discernir una economía con alma nos pone en el desafío de repensar estructuras personales y comunitarias para generar espacios de cuidado y promoción de la persona humana, ya no basados en una felicidad material, sino en una perspectiva comunitaria en donde el amor al prójimo y a nuestra casa común estén en el centro. Confío en que el Espíritu siga haciendo crecer entre nosotros las semillas del Verbo, es cuestión de detenerse y cuidar de esa germinación.
Ana Argento Nasser
En mi caso, yo respondí al llamado del Papa en 2019 y desde 2020, cuando se inició la Economía de Francisco, he participado activamente en diferentes espacios y proyectos. Hoy, como miembro de la Asamblea de la Fundación de la EDF. Mi respuesta al llamado de Francisco, estuvo muy relacionada a mi experiencia laboral, siendo cofundadores con mi esposo de Por Igual Más, una ONG que trabaja en el tema de la discapacidad. También por el servicio que tengo dentro de la Obra del Movimiento de la Palabra de Dios: sirvo en la Diaconía Laboral en la Zona Córdoba y siento un profundo llamado a contribuir en el desarrollo del rasgo civilizador.
Tuve la oportunidad de participar de parte de la organización de la Escuela de Primavera de la EDF en Alta Gracia. Allí pude estar presente el día sábado y , por la mañana estuve a cargo de un taller mediante el cual les compartí a los participantes dos enfoques para el desarrollo comunitario y la integridad de las personas (El Modelo de Comunicación y Reconocimiento Legítimo de las Diversidades, el MCRLD, y el Mapa de Regalos). Además de esa instancia de intercambio y aprendizajes, los espacios fraternos con todas las personas que participaron de la Escuela, así como la visita al santuario de Lourdes y compartir la Eucaristía en la Capilla donde está la Manifestación, sellaron mi corazón y por varios días, pude experimentar la alegría profunda que viene del Señor, cuando la vocación y su llamado se unen.
Como servidora del Mundo Nuevo de la Obra, puedo reconocer que nuestro carisma nos regala elementos muy valiosos para aportar a la economía con alma, a la cual nos invita a todos el Papa Francisco. Desde la evangelización de los bienes, la ayuda fraterna, la escucha amantiva, las invitaciones concretas por el cuidado de la Casa Común en jornadas, reuniones y para nuestros hogares; el acompañamiento en nuestras realidades laborales para ser co-creadores con el Señor desde la diaconía laboral; el valor, cuidado y acompañamiento de las familias desde la diaconía familiar; la misión con gestos concretos desde la diaconía social, ¡y cuántos más!
Que el Espíritu se siga moviendo con su impulso en este jubileo y nos impulse a ser discípulos civilizadores.
Matías Riveros, Cristian Romero y Ana Argento Nasser
Publicado en Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº 261 (MAR 2025)