Vivir las decisiones económicas en forma egoísta no solo es inmoral, sino también malo para la economía.

Cada vez es más evidente que no deberíamos pensar la esfera económica como independiente del resto del quehacer social o, peor aún, pensarla–como ocurre muchas veces– como una esfera neutral en términos éticos: “En la vida social y privada tengo que atenerme a ciertos parámetros morales, pero negocios son negocios”. Es como si, para entrar en el ámbito de la economía, se nos pidiera que primero abandonemos la bondad.1 Y, con ella, parte de nuestra humanidad. 

La Congregación para la Doctrina de la Fe y el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral publicaron este año, en forma conjunta, el documento Consideraciones para un discernimiento ético sobre algunos aspectos del actual sistema económico y financiero. Que aparezcan juntas en un título las palabras “ético” y “sistema económico y financiero” podría llamarnos la atención. Sin embargo, y por más raro que nos suene, no solo es posible pensar éticamente la economía, sino que es urgente y necesario. Se trata de trazar una línea lo más clara posible entre dos extremos: por un lado, pensar que todo lo referido a la economía, el lucro y las finanzas es malo y éticamente reprobable; y por el otro, ignorar los verdaderos problemas éticos y morales que presenta el sistema económico actual. 

Este documento nos propone una advertencia: vivir las decisiones económicas en forma egoísta no solo es inmoral, sino también malo para la economía. Puede ser malo para la economía personal y puede también provocar grandes colapsos, como ocurrió en la última crisis financiera internacional del año 2008. Esta es una propuesta para todos, y no solo para quienes creen y buscan vivir desde la fe.  

 Decisiones personales para el bien común 

El documento, que fue aprobado por el Papa Francisco, no es una mera elaboración teórica, sino una seria reflexión pastoral. Es un discernimiento de la cultura y de nuestro modo de vincularnos con los bienes económicos, para animarnos y exhortarnos a evangelizar nuestra vida y nuestras decisiones. Malos son los grandes fondos especulativos que se aprovechan de los débiles, pero también nuestras pequeñas decisiones de ahorro o de consumo que financian estos comportamientos. 

Todas nuestras decisiones tienen consecuencias y, por tanto, son actos morales. Nuestras decisiones económicas no son la excepción. “Comprar es siempre un acto moral, y no solo económico”, enseña Benedicto XVI en Caritas in Veritate, N°66.

Así como nuestro voto muy probablemente no cambie el resultado de una elección presidencial, pero de todas formas hace al conjunto, así nuestras decisiones de compra no cambian al sistema, pero tienen su impacto. En este sentido se habla también de “votar con la cartera (billetera)”.2 Si muchos dejamos de comprar a una empresa porque daña el medio ambiente, esa empresa tendrá que replantearse su estrategia. “Las mismas reflexiones deben hacerse en relación con la gestión de nuestros ahorros, dirigiéndolos, por ejemplo, hacia aquellas empresas que operan con criterios claros, inspirados en una ética respetuosa del hombre entero y de todos los hombres y en un horizonte de responsabilidad social”.3 Tal vez una primera pregunta que debo hacerme es (si tengo la posibilidad de hacerlo): ¿debería ahorrar? Pero luego también preguntarme: ¿cuál es la mejor manera de hacerlo? No tanto pensando en la inversión que me genere mayores ganancias, sino en poder ganar, pero también ser responsable con el medio ambiente y la sociedad. Si pongo mi dinero en un cajón, no voy a ganar nada (incluso puedo perder en términos reales) y privo de ese dinero a quien pueda necesitarlo en préstamo, por ejemplo. En cambio, si ese dinero lo pongo en una inversión productiva probablemente me dé una ganancia y estoy colaborando a darles trabajo a otros. 

Uno podría preguntarse: “¿Por qué tengo este dinero y otros tienen menos?” o también: “¿Por qué tengo esto y otros tienen más?”. Vivimos en un mundo “injusto” en este sentido, en el que unos tienen posibilidades que otros no poseen. Algo similar ocurre con otras capacidades o posibilidades. Unos pueden correr y otros ni siquiera pueden caminar. Muchos luchan con enfermedades toda su vida, y otros gozan de buena salud. Unos son muy buenos para la matemática, o la ciencia, y a otros les cuesta estudiar. Frente a estas “injusticias”, el mensaje del Evangelio es claro: no importa cuáles sean tus talentos, lo importante es animarse a ir por más, animarse a hacerlos crecer, incluso ponerlos a producir. Se puede pensar esto para nuestros distintos talentos, pero la imagen que usa la Palabra de Dios es, sin vueltas, económica: “Tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses” (Mt 25, 27). No para poseer más, sino para aprovechar mejor los dones que el verdadero dueño nos confía, en la conciencia de sabernos administradores de lo que nos ha sido confiado.

 La invitación a la unidad 

Más allá de estos discernimientos personales, otro de los importantes llamados del documento es a no permanecer solos, sino a aunar esfuerzos. “Frente a la inmensidad y omnipresencia de los actuales sistemas económico-financieros, nos podemos sentir tentados a resignarnos al cinismo y a pensar que, con nuestras pobres fuerzas, no podemos hacer mucho. En realidad, cada uno de nosotros puede hacer mucho, especialmente si no se queda solo”.4 

Como Movimiento de la Palabra de Dios podemos dar testimonio de esto en lo que significa para nosotros la Ofrenda de Comunión y Rescate.* Probablemente con lo que cada uno pudo aportar no se hubiera podido hacer mucho, ni tampoco le supuso a cada uno un gran esfuerzo económico. Sin embargo, en la coordinación de las ofrendas individuales, fue posible la compra de un terreno en Tristán Suarez y la construcción de una casa de Encuentro y Oración hasta ahora, con capacidad de 150 personas (foto inferior), además de las reparaciones de una casa en la Provincia de San Juan, otra en Uruguay y, este año, de una en la Ciudad de Buenos Aires. Las decisiones económicas fueron individuales y tomadas en libertad, pero coordinadas e integradas en la búsqueda del bien común.

Leonardo Caravaggio

Centro Pastoral Janer

Buenos Aires

N. de la R.: La Ofrenda de Comunión y Rescate promueve la evangelización de los bienes y el compartir fraterno, con un fin determinado que se renueva cada año desde el 2005. 1 Sen, A., Sobre ética y economía, Madrid, Alianza, pág. 19.

2 Consideraciones para un discernimiento ético sobre algunos aspectos del actual sistema económico y financiero, N°33.

3 Ibíd., N°33.

4 Ibíd., N°34.