EDITORIAL.-

Hace más de 2000 años nació la Iglesia con la venida del Espíritu Santo sobre la primera comunidad cristiana. Pasaron los siglos y cabe la pregunta: ¿en dónde radica el misterio de su permanencia en la historia? Sin duda, en la Eucaristía, porque en ella “está todo el sabor de las palabras y de los gestos de Jesús, el gusto de su Pascua y la fragancia de su Espíritu Santo”, enseña Francisco. Al alimentarnos con ella, “se imprime en nuestro corazón la certeza de ser amados por el Señor”, leemos en El Sacramento de la memoria.

Es el amor de Dios Vivo presente en la fragilidad del Pan eucarístico, lo que sostiene e impulsa a un pueblo que camina hacia la tierra futura; de ello da cuenta el testimonio Mi plenitud. Por otro lado, quien recibe la Eucaristía “se convierte necesariamente en artífice de unidad”, como lo expresa la autora de La familia que elegí.

Por eso, el Padre Ricardo nos invita a mantener nuestra lámpara comunitaria encendida para “ser testimonio de algo distinto en nuestra cultura, que llame a la conversión”. Esto se refleja en el artículo Al compás del amor, en el que tres jóvenes relatan la experiencia de anunciar la Palabra a través de la música. Seguimos camino al Sínodo de obispos 2018 con la nota El discernimiento vocacional e intentamos iluminar aspectos de nuestra vida con la reflexión: ¿Cuál es el poder de las imágenes?

Pidamos al Espíritu Santo que nos haga reconocer a Dios como nuestro Padre para amarnos como hermanos y salir Al encuentro con el otro. Pidamos ser como Iglesia Un signo de esperanza para la humanidad, como lo fue sor Leonella, una mártir del siglo XXI que próximamente será proclamada beata. Que el Espíritu nos ayude a Mirar al otro como lo ve Dios y a descubrir cuál es Nuestra misión en la tierra.

Laura di Palma

Publicado en la Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº212 (MAY-JUN 2018)