Alterar el sistema endócrino de seres vivos y despreciar las consecuencias es una de las raíces humanas de la crisis ecológica. Convivimos con sustancias químicas muy dañinas: los disruptores endócrinos (EDC).

El sistema endócrino está compuesto por glándulas y tejidos que liberan hormonas. Ellas controlan, regulan y coordinan las actividades del cuerpo humano. Son responsables, por lo tanto, del metabolismo, el crecimiento, el desarrollo sexual y el estado de ánimo, entre otras funciones.

Podemos hacer una analogía con una central de comunicaciones que establece conexiones con todas las partes del cuerpo. Responde a estímulos liberando hormonas por medio de distintos mecanismos. Lo hace en respuesta a cambios en los niveles de nutrientes en la sangre, estímulos nerviosos, o también de otras hormonas.

Las hormonas son “moléculas mensajeras” que circulan en la sangre y actúan sobre “células objetivo” cuyos receptores especializados responden de acuerdo con su programación celular. Para decirlo de otro modo: son desencadenantes moleculares de innumerables procesos en todos los órganos y sistemas de nuestro organismo.

La activación o inhibición del sistema inmune, los cambios en el estado anímico, estimular o detener el crecimiento, inducir o suprimir la muerte celular (conocida como apoptosis), controlar el ciclo reproductivo, preparar el organismo para la actividad sexual, para luchar o huir en casos de peligro, para la pubertad y la menopausia/andropausia, son solo algunos de los efectos específicos que las hormonas producen. Además, la liberación de algunas hormonas es regulada por otras. Los efectos pueden ser variados:  estimular, inhibir, antagonizar, alterar, sinergizar…

¿POR QUÉ PREOCUPARNOS DE LOS DISRUPTORES ENDOCRINOS?

La Endocrine Society define los EDC como “sustancias o mezcla de sustancias químicas exógenas [no naturales], que interfieren con cualquier aspecto de la acción hormonal”. Existen más de 100.000 sustancias químicas sintetizadas por el hombre en los últimos 50 años. “Se estima que cerca de 1.000 pueden tener propiedades de acción endócrina” y ponen en riesgo la salud humana y ambiental. Lamentablemente, son demasiados los químicos que nunca han sido evaluados, y cada día se lanzan al mercado otros nuevos.

Desconocemos los componentes de productos que utilizamos o de aquellos a los que estamos expuestos con frecuencia y que pueden contener estos disruptores (envases de plástico, sartenes, recubrimiento interior de latas de alimentos, productos eléctricos, juguetes, cosméticos, medicamentos, materiales de construcción, productos de limpieza, biocidas…).

El correcto funcionamiento del sistema endócrino es de una extraordinaria complejidad y de suma relevancia para la calidad de vida, la salud y la supervivencia.

Se sospecha que el aumento de la producción y uso de sustancias químicas de los últimos años tiene relación con la creciente incidencia de trastornos pediátricos asociados al sistema endócrino, la pubertad femenina temprana, distintos tipos de cáncer y trastornos neuroconductuales. Lamentablemente, también aumentan los trastornos neuropsiquiátricos en la infancia, entre los que podemos mencionar el trastorno por déficit de atención con hiperactividad y las disfunciones del espectro autista.

En el Cuadro I se detallan algunas sustancias químicas identificadas como posibles EDC. Existe, según Gore, profesora especialista en neuroendocrinología reproductiva, “evidencia suficiente para concluir que los EDC constituyen un riesgo para la salud pública”.

Dado que atraviesan la placenta, la exposición durante las llamadas “ventanas de vulnerabilidad” durante el desarrollo del feto, pueden tener efectos inmediatos y visibles, como, por ejemplo, ciertas malformaciones, pero otros impactos se expresan hasta décadas después.

La exposición prenatal o del recién nacido a contaminantes químicos se ha relacionado con anormalidades del aprendizaje y del comportamiento. Por otra parte, se han detectado tendencias negativas en varias enfermedades relacionadas con el sistema endócrino como diabetes, hipertensión, cánceres hormonodependientes, obesidad, infertilidad, enfermedades autoinmunes, desórdenes del espectro autista, entre otras.

Dado que las hormonas actúan a niveles extremadamente bajos (partes por trillón) y a la ubicua exposición a EDC, esta situación genera gran preocupación pues más que detectar los impactos a nivel de individuos, podemos estar afectando directamente a poblaciones de distintas especies, incluida la humana. Baste saber que se han detectado “compuestos con propiedades disruptoras endócrinas en prácticamente todos los individuos analizados y en una variedad de tejidos y fluidos humanos, tales como el tejido placentario, la leche materna, la orina, la sangre y la saliva”, señala Gore.

ALGO SE PUEDE HACER

Debemos tener en cuenta que las mujeres embarazadas y los niños son más vulnerables. Reducir la exposición a la gran cantidad de productos de uso diario que los contienen es algo que se puede ir haciendo paulatinamente. Un ejemplo es no ingerir productos enlatados. Tratar de comer productos orgánicos o agroecológicos todo lo que se pueda es altamente recomendable, pues reduce la ingesta de residuos de biocidas en frutas y verduras.

Se recomienda no utilizar productos plásticos para calentar comida en el microondas, ni para guardar alimentos sobre todo si tienen alto contenido graso. Los frascos de vidrio son mucho más sanos para guardar alimentos.

Otra costumbre que debemos adquirir es la de revisar los componentes de los productos de limpieza y cosmética evitando aquellos que contienen EDC, muy comunes en ellos. 

Cuantos menos químicos tengamos en el hogar, mejor será para nuestra economía y para la salud de nuestros seres queridos. Pongamos en duda todo lo que el marketing nos quiere hacer creer. Menos desodorizantes, desinfectantes e insecticidas a la vez que más limpieza y ventilación, también mejoran la economía y la salud al mismo tiempo.

Dado que todas las comidas procesadas tienen multiplicidad de químicos conservantes, colorantes, biocidas, etc., en la medida de nuestras posibilidades, volvamos a preparar comidas caseras con materias primas cuyo origen conozcamos. 

¿QUÉ DEBERÍAMOS PEDIR A LOS RESPONSABLES DE REGULAR ESTOS ASUNTOS?

Perfeccionar los sistemas de evaluación toxicológica y de riesgo es una impostergable necesidad. Implica considerar que no existiría un umbral de seguridad, como estima la toxicología actual y tener en cuenta las “ventanas de vulnerabilidad”. Implica también evaluar la capacidad sinérgica con otros químicos que ya se encuentran en el ambiente pues, como dice Maribel Casas, investigadora del Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (CREAL), estamos expuestos a un “cóctel químico”.

En el ámbito hospitalario, muchos insumos y dispositivos médicos que contienen estos químicos, debieran ser progresivamente reemplazados. 

CUANTOS MENOS QUÍMICOS TENGAMOS EN EL HOGAR, MEJOR SERÁ PARA NUESTRA ECONOMÍA Y PARA LA SALUD DE NUESTROS SERES QUERIDOS.

La Unión Europea prohibió en 2009 todo biocida que tenga propiedades disruptoras del sistema endócrino. Deberíamos hacer lo mismo en nuestro país, sobre todo teniendo en cuenta que, solamente de agroquímicos, arrojamos al territorio nacional miles de millones de litros, la mayoría de cuyos principios activos han sido calificados como potenciales EDC de acuerdo con las evaluaciones de TEDX The Endocrine Disruptor Exchange, cuya ya fallecida fundadora, Theo Colburn escribió el libro “Nuestro futuro robado” en el cual se pregunta si muchos de los comportamientos y disfunciones que vemos hoy en la sociedad, pueden ser explicados, por lo menos en parte, por la exposición a tantos químicos que afectan nuestra salud, nuestro comportamiento, nuestras capacidades mentales y emocionales.

Se habla del crecimiento económico como si fuera sinónimo de desarrollo. Es necesario “sentarse a pensar y a discutir acerca de las condiciones de vida y de supervivencia de una sociedad, con la honestidad para poner en duda modelos de desarrollo, producción y consumo” (LS 138).

El lobby que ejerce un grupo de poderosas empresas para influir en las decisiones sobre evaluaciones y control es un claro ejemplo del dominio en manos de pocos, que cita Francisco en la Encíclica Laudato Si’.

“Un cambio en los estilos de vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social… Es un hecho que, cuando los hábitos de la sociedad afectan el rédito de las empresas, estas se ven presionadas a producir de otra manera. Ello nos recuerda la responsabilidad social de los consumidores. ‘Comprar es siempre un acto moral, y no solo económico’” (LS 206).

Lic. Silvia Alonso*

La tecnocracia que domina

Al referirse a la raíz humana de la actual crisis ecológica, Francisco habla del “paradigma tecnocrático dominante” y nos dice que “el poderío tecnológico nos pone en una encrucijada” porque si bien “la tecnología ha remediado innumerables males que dañaban y limitaban al ser humano” (LS 102) a la vez “dan a quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero…” (LS 104).
“La falta de preocupación por medir el daño a la naturaleza y el impacto ambiental de las decisiones es solo el reflejo muy visible de un desinterés por reconocer el mensaje que la naturaleza lleva inscrito en sus mismas estructuras” (LS 117). “Si no tenemos estrechez de miras, podemos descubrir que la diversificación de una producción más innovadora y con menor impacto ambiental, puede ser muy rentable. Se trata de abrir camino a oportunidades diferentes, que no implican detener la creatividad humana y su sueño de progreso, sino orientar esa energía con cauces nuevos” (LS 191).

*Licenciada en Gestión de Políticas Públicas y especialista en Salud y Ambiente. Es miembro de diversas instituciones, entre ellas del Seminario Permanente de Teología, Filosofía, Ciencia y Tecnología de la Facultad de Teología de la UCA.

Fuentes:

Zoeller RT et al. Endocrine-Disrupting Chemicals and Public Health Protection: A Statement of Principles from The Endocrine Society. Endocrinology 2012; 153. Solomon, G.M., Schettler, T. Environment and health: Endorinedisruption and potential human healthimplications. CMAJ Canadian Medical Association Journal – Nov.28, 2000. Gore, A.C. et al. Introducción a las Sustancias Químicas que perturban el Sistema Endócrino (EDCs). Endocrine Society. Diciembre, 2014. Health Care Without Harm Europe, Global Green and Healthy Hospitals and European Comission.  Disruptores Endócrinos en el sector Salud ¿Hay razón para preocuparse?  Octubre, 2013. Jar, N. La contaminación invisible que altera las hormonas (http://www.intramed.net). http://www.endocrinedisruption.org

PUBLICADO EN REVISTA CRISTO VIVE ¡ALELUIA! Nº 204 (SEPT-OCT 2016)