Editorial de la Palabra de Dios

Principios que iluminan la vida social: un camino para discernir y defender el bien común.

Cuando nos preguntamos qué significa buscar “el candidato perfecto” o cómo “defender el bien común”, en realidad estamos entrando en el corazón de la Doctrina Social de la Iglesia. En ella se fundamentan los principios que hunden sus raíces en el Evangelio y que ofrecen criterios seguros para juzgar, orientar y actuar en la vida social.

El primero de estos principios es el bien común: ese conjunto de condiciones sociales que permite a las personas y a los pueblos desarrollarse plenamente. No es la suma de intereses particulares, sino el horizonte que nos obliga a mirar más allá de lo individual. En América Latina, donde la brecha entre ricos y pobres sigue siendo un desafío cotidiano, el bien común se convierte en un llamado urgente a priorizar políticas que dignifiquen a todos, y no solo a algunos sectores.

Ligado a esto aparece el destino universal de los bienes: Dios ha creado la tierra para todos, y la propiedad privada debe orientarse a ese fin. En contextos donde la concentración de la tierra o de los recursos naturales genera exclusión, la Iglesia recuerda que no hay verdadero progreso si no se garantiza el acceso equitativo a lo necesario para vivir.

El principio de subsidiariedad añade otra clave: las instancias superiores —incluido el Estado— deben apoyar y no reemplazar a las comunidades más pequeñas. Es un criterio esencial cuando se debate sobre centralización o sobre la autonomía de los pueblos originarios, cooperativas y organizaciones locales, que tantas veces muestran soluciones creativas y solidarias frente a los problemas sociales.

El cuarto pilar es la participación. No basta con votar cada cierto tiempo: todos tenemos derecho y deber de involucrarnos en las decisiones que afectan nuestra vida. En sociedades donde la tentación del autoritarismo o la apatía política acechan, la Iglesia invita a ser ciudadanos responsables y activos.

Finalmente, la solidaridad une todo lo anterior: somos una sola familia humana, y nuestras opciones deben reflejar esa fraternidad. En regiones marcadas por la migración, la violencia o la desigualdad, la solidaridad se convierte en respuesta concreta al sufrimiento del hermano.

Estos principios no son teorías abstractas: son un camino de discernimiento. Nos ayudan a reconocer que un candidato “perfecto” no se mide por su carisma o promesas fáciles, sino por su compromiso real con el bien común, la justicia y la solidaridad. Y nos recuerdan que defender el bien común es tarea de todos, no solo de los gobernantes. Allí donde estos principios son acogidos y vividos, la sociedad se transforma en un espacio más humano, más justo y, sobre todo, más evangélico.

Fuentes:

Recurso Pastoral – El candidato “perfecto”
Recurso Pastoral – Defender el bien común
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia – Capítulo Cuatro – Los principios de la Doctrina Social de la Iglesia.