Lo primero ante unas elecciones generales, es la participación. Ha costado mucho mantener una democracia que como tal no es perfecta, pero es el sistema de gobierno que se conoce menos imperfecto de todos. Desde esta conquista, votar es nuestra responsabilidad.
En segundo lugar, podemos preguntarnos, ¿hay propuestas más o menos cristianas? Si analizamos en profundidad cada proyecto desertaríamos ya que todas las opciones tienen cosas que no nos parecen bien o que preferiríamos que fueran de otra manera. Pero también hay temas que nos parecen trascendentales y son los que inclinan el voto por unos u otros: el aborto, la exclusión de los más desfavorecidos, el modelo capitalista como fuente máxima de la insolidaridad…
Lo que no cabe en la recta conciencia es la “automedicación moral”, la ética adaptada a mi conveniencia.
Por esta razón el voto cristiano no puede ser arbitrario o egoísta. La conciencia bien formada es un reto que nadie más que uno mismo puede responsabilizarse a la hora de elegir una candidatura electoral. La dificultad se agrava ante la inexistencia de una candidatura “perfecta” que nos aboque a una elección común para todos.
También cuenta el factor del contexto, es decir, cuáles son las consecuencias del resultado a nivel general y a quién beneficia este o aquel resultado político. Lo que ya no es tiempo es de adoctrinar sino de facilitar conciencias maduras; no decir a la gente lo que tiene que votar, sino darle criterios morales para que decida en conciencia. Y algunos criterios pueden ayudarnos a decidir cuando analizamos las distintas propuestas.
- → La dignidad humana. Candidatos que defienden la vida y promueven políticas que protejen a los más vulnerables: enfermos, mujeres, ancianos, inmigrantes y excluidos, a todos los que no tienen cubiertos los derechos básicos.
- → Políticas públicas de redistribución de la riqueza y el capital, que fomenten la justicia y la solidaridad individual y social.
- → El respeto por la libertad religiosa y la libertad de conciencia a todas las confesiones religiosas desde una sana laicidad contraria al laicismo.
- → Políticas públicas de promoción y protección de la vida familiar en su conjunto.
- → Respeto por el diferente y su derecho a existir sin persecuciones por razón de procedencia, sexo o género.
- → El cuidado del medio ambiente como parte de los proyectos estatales que promueven el cuidado del planeta y el desarrollo sostenible.
El tiempo electoral es el momento de hablar de derechos para mantenerlos, lograr aquellos que nos arrebataron o no hemos llegado a conseguir. Lo que no es frecuente es que los políticos nos hablen de responsabilidades, que es la otra cara de la verdadera libertad: frente a los derechos legítimos, están los deberes cívicos, imprescindibles para sostener las promesas electorales . Y esto es tan importante como todo lo anterior, ya que no da igual la manera de lograr lo que prometen unos y otros políticos; el fin no justifica los medios.
Gabriel Otalora
Fuente: https://www.religiondigital.org – 15/07/2023.
Publicado en la Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº 247 – SEP 2023