La mentalidad o manera de ver al ser humano y al mundo que fomenta la destrucción de la vida humana más débil e inocente por parte de los más fuertes y poderosos, de los que tienen “voz y voto”, se conoce como “cultura de muerte”. El término fue acuñado por el Papa Juan Pablo II en la encíclica El Evangelio de la Vida, publicada en 1995: “Estamos frente a una realidad más amplia, que se puede considerar como una verdadera y auténtica estructura de pecado, caracterizada por la difusión de una cultura contraria a la solidaridad, que en muchos casos se configura como verdadera ‘cultura de muerte'” (EV 12). Este tipo de cultura podemos encontrarla en quienes argumentan a favor de la eutanasia, el aborto y la esterilización forzada, tres realidades vigentes en la actualidad.

VOCEROS DEL SIGLO XX

“Más hijos para los capacitados; menos hijos para los incapacitados, esa es la esencia del control de la natalidad”. Esta afirmación pertenece a Margaret Sanger, fundadora de Paternidad Planificada, quien a principios del siglo pasado difundió sus ideas eugenésicas en los Estados Unidos con expresiones de gran impacto en la sociedad: “El crecimiento de la clase obrera debería ser regulado, puesto que son imbéciles benignos, que estimulan a los elementos defectuosos de la humanidad para que sean más irresponsables, se extiendan y se reproduzcan. Debemos eliminar los yerbajos humanos, aislar a los idiotas, los desajustados y los que no sirven, y esterilizar a la raza genéticamente inferior”.1 A pesar de sus afirmaciones racistas, sus opiniones en el campo de la planificación familiar aún hoy son valoradas en su país por sectores proabortistas.

Contemporáneo a Sanger fue Adolph Hitler, quien en el primer año de su ascenso al poder sostuvo como viable la exterminación de los inocentes como fuente de progreso, al igual que Sanger. En un Congreso de su partido en 1929, expresó estos conceptos propios del nazismo: “Si Alemania recibe anualmente un millón de niños y eliminamos entre 700.000 y 800.000 de los más débiles, eso nos conduciría a lograr un aumento de la fuerza de trabajo”. El apoyo popular que obtuvo el dictador da cuenta de que la cultura de muerte se difundió rápidamente.

“DEBEMOS ESTERILIZAR A LA RAZA GENÉTICAMENTE INFERIOR.”

Frente a esta posición, se destaca la existencia de otras en favor de la vida. En la Declaración “Iura et bona” sobre la eutanasia de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (mayo de 1980), se afirma: “Debe reiterarse con firmeza y ser declarado que nada ni nadie puede permitir que un ser humano vivo inocente sea muerto, bien se trate de un feto, un embrión, un niño, un adulto o un anciano, o bien se trate de un enfermo incurable o de un moribundo. Tampoco le está permitido a nadie solicitar la aplicación de esa acción letal para sí o para otro que esté bajo su responsabilidad, no pudiéndose autorizar tal actuación en ningún caso, ni explícita ni implícitamente. Además, esto no puede ordenarlo ni permitirlo ninguna autoridad legítimamente, pues con ello se produciría la transgresión de una ley divina, una violación contra la dignidad de la persona humana, así como un crimen contra la vida y un atentado contra el género humano”.2

La eutanasia está legalizada formalmente en tres países europeos (Holanda, Bélgica y Luxemburgo) y otros autorizan o toleran alguna forma de ayuda para morir, en particular Suiza, donde es legal el suicidio asistido. Desde que entró en vigor en 2002, Bélgica es el segundo país con más eutanasias detrás de Holanda. En 2013, se registraron 1807 casos.

En Oregon, Washingon y Vermont, Estados Unidos, se permite el suicidio asistido por médicos, quienes suministran medicación letal a los pacientes terminales que la solicitan.3

DILEMAS BIOÉTICOS

 La tecnología médica ha incrementado considerablemente sus costos. Las unidades de cuidados intensivos consumen aproximadamente el 15% del presupuesto hospitalario. En las dos últimas semanas de vida de una persona, se gasta el 50% de lo que ella gastó en el transcurso de toda su vida antes de enfermarse. El 30% del gasto global en salud se invierte en las dos últimas semanas de vida. Esta situación ha hecho surgir un debate en el que el médico debe participar, y para el cual no está a veces preparado. ¿Se justifica la utilización de tecnología en todos los pacientes? ¿En qué momento suspenderla? ¿Cómo evaluar la relación costos-beneficios, para hacerla eficiente y justa?

La falta de políticas sanitarias lleva a que se utilicen recursos muy costosos, en un número proporcionalmente bajo de pacientes con enfermedades agudas o crónicas reagudizadas, con resultados inciertos o malos.

La Federación Mundial de Sociedades de Medicina Intensiva y la Federación Panamericana e Ibérica de Medicina Crítica y Terapia Intensiva señalan que “no existe diferencia desde el punto de vista ético entre la no aplicación y la suspensión de medidas de soporte vital en pacientes sin expectativas de recuperación, dado que estos tipos de terapéutica están indicados con el fin de preservar la vida personal y no para prolongar el proceso de morir”. Afirman que lo más complejo actualmente no es manejar aparatología, sino decidir si se la usa, se la suspende o no: “La revolución tecnológica trajo aparejada una segunda revolución de carácter ético: la dequién puede, debe y tiene que tomar decisiones que afectan la vida de una persona. ¿Acaso el médico?, ¿el paciente?, ¿la familia?”.4

UN PUNTO DE VISTA CRÍTICO

Este desordenado y quizás errático mapeo de noticias pretende ser, apenas, un disparador para llevarnos a la reflexión y al discernimiento un poco más profundo. Podríamos preguntarnos, quizá personal, familiarmente, o en comunidad cuánto estamos presionados y contaminados por esa “cultura de muerte” a la que aludía Juan Pablo II en 1995.

¿Cómo no asombrarnos por las declaraciones de esa famosa precursora del feminismo radical y del aborto, Margaret Sanger, o las manifestaciones del líder nacionalsocialista Adolf Hitler, cuyas ideas aún hoy despiertan el entusiasmo de ciertos grupos?

Sin embargo nosotros, los cristianos, desde la gracia de la fe tenemos el compromiso de denunciar y anunciar. Sin callar nada, debemos esforzarnos por acompañar y dar esperanza. Tenemos un Dios que es Vida y nos promete la vida eterna, un Dios que vino a derribar muros injustos para construir puentes de solidaridad y caridad.

Sería un hermoso propósito ser sembradores y testigos de una cultura de la vida para que la otra cultura de muerte no nos robe el corazón y nos quite la esperanza.

TRABAJO Y EMBARAZO

“El hecho de que Google y Facebook incluyan entre los beneficios para sus empleadas el pagarles la congelación de sus óvulos no es tanto una nueva injerencia de la esfera laboral en la vida privada como otra demostración de quién manda en nuestro mundo ultra tecnologizado y radicalmente desigual”, comenta Joana Bonet, periodista española.6 Y agrega que “ahora, en su promoción del talento femenino –así lo llaman–, ofrecen financiar la criovulación para no interrumpir la carrera profesional de una mujer, aunque no especifican las contraindicaciones: que solo una tercera parte de las inseminaciones a óvulos congelados acaba en embarazo (…) Pues bien, esta iniciativa no es más que la medida que las grandes compañías (las que pueden permitírselo: el tratamiento cuesta entre 2.000 y 4.000 euros) ofrecen a fin de evidenciar una realidad anómala en la sociedad del progreso: que trabajo y embarazo aún forman una desacompasada pareja de baile, hasta el extremo de que algunos jefes magnánimos están dispuestos a programar los partos de sus empleadas”.

Oscar R. Palazzo

Fuentes:

1 M. Sanger, El pívot de la civilización, 1922.
2 Disponible online en www.vatican.va
3 Agencias AFP y EFE.
4 http://www.fepimcti.org
5 Agencia Fides, 11/3/2015.
6 Joana Bonet, “Un mundo feliz”, La Vanguardia,Barcelona, 20/10/2014.

Publicado en Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº 198 (JUL-AGO 2015)