Editorial de la Palabra de Dios

Mi nombre es Mónica, soy del Centro pastoral de Paraná, Entre Ríos. Tengo 57 años, soy jubilada docente y les quiero contar  nuestro comienzo, cómo encontramos al Movimiento de la Palabra de Dios o cómo el Movimiento nos encontró a nosotros en Paraná.

En ese momento yo tenía 24 años y junto a otros jóvenes amigos, participábamos de distintos grupos de la Iglesia. Éramos muy vivaces, inquietos, alegres, entusiasmados, tenaces, comprometidos, constantes, porfiados; para nosotros nunca era bastante, siempre detrás de Jesús, en la búsqueda de más, más entregas, más dispuestos. 

Por el año 1990, Monseñor Karlic, Arzobispo de la Arquidiócesis de Paraná, que además era Presidente   de la Conferencia Episcopal Argentina, convocó en nuestra ciudad en el mes de octubre a un  Encuentro Nacional de Responsables de Pastoral de Juventud. Así fue, que nos inscribimos en la comisión “Movimientos y Asociaciones” para participar como jóvenes dirigentes. El segundo día del Encuentro, nos presentaron a un tal Padre Ricardo Mártensen, fundador del Movimiento de la Palabra de Dios (jamás habíamos escuchado ese nombre) que nos ofreció un anuncio sobre la Comunión de la Iglesia. Recuerdo que nos sentamos últimos y expectantes. Cada vez que el Padre Ricardo hablaba de la Iglesia como comunidad de hermanos y nos decía que era posible vivir según la imagen de los primeros cristianos, sentíamos que describía nuestro anhelo de una vivencia pastoral que queríamos vivir para siempre. De estar últimos, conmovidos, pasamos a sentarnos en los primeros lugares. Terminado su anuncio, mis amigos conversaron con él para hacerle preguntas, ahí acordaron encontrarse en otros lugares en varias oportunidades, mientras duraban los días de este Encuentro Nacional. 

Como el ardor de ese anuncio continuaba en nuestras conversaciones, al poco tiempo le pedimos por carta que regresara a nuestra ciudad para ofrecernos un retiro espiritual. En diciembre de ese mismo año, llegaron el Padre Ricardo y Mercedes Guinle, que acompañaron todas nuestras motivaciones, preguntas y búsquedas. También la mía en lo personal.

Padre Ricardo, Mónica y Mercedes

Mi fe sostenía todas mis decisiones cotidianas, mi trabajo, salidas con amigos y en mi corazón quedaba guardado, prendido, lo que Dios me había revelado años atrás, ser exclusivamente suya, pero no sabía quién podía traducir esa inquietud, por eso los sentíamos como nuestros pastores frente a nosotros, ovejas que necesitadas de ser alimentadas, discerniendo ese llamado tan personal.

Cada  vez que el Padre Ricardo hablaba de la Iglesia como comunidad de hermanos y nos decía que era posible vivir según la imagen de los primeros cristianos, sentíamos que describía nuestro anhelo de una vivencia pastoral que queríamos vivir para siempre.

Nuestro lugar en el Movimiento fue creciendo en todos los aspectos de la gracia, la oración comunitaria, la fraternidad, la experiencia de sentir que la Palabra de Dios nos leía la vida. Este amor se nos metió tan hondamente hasta poder decir: “es posible vivir este estilo”. Simultáneamente las adversidades y dificultades también crecieron entre nosotros, pero la gracia del Señor siempre estuvo a nuestro lado.

El P. Ricardo nos visitaba seguido, hacíamos los Retiros de Pascua donde él estaba, aprendimos a hacer el Encuentro en la Palabra y todo lo referente al carisma directamente de nuestro fundador.

Así se fueron constituyendo comunidades de todas las edades y Dios se iba haciendo dueño de nuestros tiempos. Al comienzo empezamos a reunirnos en casas de familia, hasta que hicimos nuestro primer Retiro de Pascua (1996) en el Colegio Cristo Redentor, que hasta hoy recibe a nuestros grupos. Actualmente además de este lugar, las comunidades se juntan en la sede de Acción Católica y en la sede del Movimiento que tiene en nuestra ciudad y vive una comunidad de consagradas de Nazaret femenino.

El Señor también nos regaló la posibilidad de misionar, este anhelo fue aumentando en cada retiro y jornada, inicialmente fuimos a la ciudad de Victoria (Prov de Entre Ríos), donde prendió una pequeña semilla que  continuó en el centro pastoral de Rosario. Desde hace un tiempo, estamos sirviendo en la ciudad de Santa Fe y en Crespo, ciudad cercana a Paraná.

¡Gracias Señor, por conducir este carisma, bendición para la Iglesia y la humanidad!

“La semilla de mostaza es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece, se hace más grande que las plantas del huerto. Es como un árbol, de modo que las aves vienen a posarse en sus ramas” (Mt 13,32).

Mónica Vitale*

N. de la R.: Mónica es miembro de la Rama de Betania de consagración particular de la Obra y actualmente participa en una comunidad de preparación a la comunidad de vida.

Nota: Actualmente en Paraná existen once comunidades, dos grupos de Crecimiento en la fe y dos grupos en la ciudad de Crespo.