“Antes de una salida, muchos adolescentes se encuentran para tomar alcohol. Dos de ellos, en cambio, se escaparon de la fiesta y decidieron otra cosa”.

En la ciudad en donde vivo, durante el mes del estudiante, se hacen los desfiles de carrozas de las distintas escuelas y también se dan fiestas por la noche, en las que se baila y los adolescentes suelen tomar más alcohol de lo normal.

En mi comunidad, mis hermanos decían que se venía una semana complicada y que había que cuidarnos tanto a nosotros mismos como a los demás, de no sobrepasarnos con las bebidas alcohólicas. Sin embargo, yo me dejaba llevar por los pensamientos de mis amigas que decían: “Esta semana nos la damos en la pera” (o sea, que íbamos a tomar sin medida).

Llegó la noche de la previa de “la estudiantina” (fiesta que se hace en la escuela). Con unos amigos, nos juntamos en la casa de un compañero y de ahí, más tarde, nos fuimos a la previa. Entonces recibí un mensaje de un hermano de mi comunidad, que me preguntó si me faltaba mucho para llegar. Cuando llegué, me lo encontré en la puerta y me invitó a ir a la parroquia a orar ante el Santísimo. Me dijo que se estaba yendo y me pidió que lo acompañe. En seguida, ni lo pensé, le dije que sí; no encontré razón para decirle que no.

En el camino, me dijo que estaba super agradecido de que haya decidido acompañarlo porque nadie quería dejar de lado la previa para ir a orar. Sin embargo, yo no era muy consciente de lo que me quería decir con todo eso, pero sí estaba decidida y sentía que no había razones para no ir.

Cuando llegamos, primero compartimos algo de nosotros y después hicimos una hermosa oración acompañada de una alabanza. En ese momento, me acordé de una Palabra: “Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría y permanecieron en el Templo alabando a Dios” (Lc 24, 52-53) y sentí que, después de todos los discernimientos y entregas que había hecho, el Señor me invitaba a adorarlo.

Pude darme cuenta de que, cuando dicen: “Los tiempos de Dios son perfectos”, realmente es así. Estoy segura de que otro momento mejor para adorarlo no podría haber encontrado. Si el Señor no me hubiese llamado a la oración, yo capaz hubiese tenido otras actitudes en la previa. Él buscaba otra cosa de mí esa noche. Podría haber elegido a otro chico que no vaya a ese tipo de fiestas para adorarlo, y sin embargo me eligió a mí. Dios ese día me salvó y pude disfrutar como Él quería que yo disfrute.

Camila Scattone 
Concordia Prov. de Entre Ríos