DIOS LLAMA A OFRECER LA VIDA DESDE LA PROFESIÓN Y EN EL TRABAJO.

Soy gerente comercial en el sector de ventas de un distribuidor y descubrí en este espacio la posibilidad de construir un mundo nuevo, guiado por los valores del Evangelio.

El ámbito de las ventas parece un lugar alejado de Dios, pero me di cuenta de que eso no es así. Este trabajo está hecho y conformado por hombres creados por Dios con el mismo amor con el que me pensó a mí. Con eso presente, la tarea de trabajar por la dignidad de la persona, la justicia, el respeto, y por hacer del trabajo un lugar de luz cobró sentido. Desde entonces me propuse hacer algo por el otro todos los años. Así, en el proyecto laboral anual hay siempre una propuesta que busca favorecer el crecimiento del mundo nuevo. Por ejemplo, a veces tenemos reuniones para hablar del liderazgo y hacemos alguna dinámica para que los empleados se conozcan, sepan qué es importante para los otros y así se respeten; también tuvimos una reunión dedicada a la sustentabilidad y nos propusimos hacer un gesto solidario.

En el último tiempo sucedió algo hermoso: los empleados organizaron “La fiesta de la familia” y fue un evento distinto. Hasta ese momento solo habían participado empleados y, en esta ocasión, se prepararon gestos para los integrantes de todas las familias.

Trabajar por el mundo nuevo implica poner la propia vida a la hora de denunciar lo que no está bien y es injusto, lo que denigra al hombre y lo transforma en un número o en una cosa. Es un camino con enojos, tristezas y equivocaciones pero nunca faltan las alegrías, los cambios y las expresiones de la victoria de Dios.

Un fruto de la conciencia del trabajo por un mundo nuevo fue la respuesta que di ante el llamado a formarme, como un modo de expresión del compromiso discipular frente a la realidad de este tiempo. Experimenté esto en un anuncio del padre Ricardo y así, con 42 años, comencé la Diplomatura en Doctrina Social de la Iglesia. Dos años después recibí el diploma y doy gracias a Dios por haberme permitido descubrir este tesoro de la Iglesia que es muy valioso para el trabajo por un mundo nuevo.

Al año siguiente recibí otro regalo: la posibilidad de hacer la Convivencia de la Civilización Nueva1. Allí me encontré con la gracia, con el modo más indicado desde el que es posible salir al mundo. También descubrí un orden que me invita primero al señorío de Dios en mi vida y después a la acción: la alabanza, la oración, la Palabra y, luego, yo.

En la Convivencia hallé la certeza de sentirme conducido siempre por Dios, como signo de un Padre que no abandona, y me pude ubicar, en mi trabajo, como facilitador del encuentro entre personas. Llegué a considerar a la persona como realidad sagrada, y descubrí el llamado a ser luz en el mundo y la invitación a ser sencillo pero fuerte y firme.

El Señor nos invita a distinguirnos desde la responsabilidad y la formación propia, y a través de la denuncia y de la firmeza para no participar de lo que no construye ni edifica a la persona y al bien común.

Desde la gracia de la Convivencia me animo a invitar a que hablemos impulsados por las mociones del Espíritu. Animémonos a compartir con el otro las maravillas que Dios nos muestra en este camino y a invitar a participar a quienes tenemos cerca en todo lo que construyamos por un mundo nuevo, porque en cada uno hay una semilla de verdad. Solo vinculados a Dios esto es posible: “Estaré contigo así como estuve con Moisés, no te olvidaré ni te abandonaré jamás. ¡Sé valiente y ten ánimo!” (Jos 1,5-6).

Gustavo Rodríguez*
Embalse
Prov. de Córdoba

1- La Convivencia de la Civilización Nueva es un retiro de seis días que se realiza en el mes de enero para los miembros del Movimiento como parte de su camino espiritual. *Está casado con Alejandra y tiene dos hijos.

PUBLICADO EN REVISTA CRISTO VIVE ¡ALELUIA! Nº 205 (NOV-DIC 2016)