UN CAMINO DE LA ESCLAVITUD A LA LIBERTAD, DEL SUFRIMIENTO A LA ALEGRÍA Y DE LA MUERTE A LA VIDA.
Volver a respirar
Vivir la Cuaresma es anhelar ese aliento de vida que el Padre no deja de ofrecernos en el fango de nuestra historia. Dios nos salva de que se apague la fe, se enfríe la caridad y se cancele la esperanza. Él libera de esa “asfixia” de la que muchas veces no somos conscientes porque nos hemos acostumbrado a respirar un aire cargado de falta de esperanza, tristeza y resignación, aire sofocante de pánico y aversión. Cuaresma es el tiempo para volver a respirar, para abrir el corazón al aliento del Único capaz de transformar nuestro barro en humanidad.
Una historia de amor
Dios, que no pierde nunca la esperanza, nos lleva a vivir según el amor verdadero como Él, a traspasar la resignación y los caprichos de nuestro ego susceptible y perezoso. Si el amor se pierde, la vida cristiana se vuelve estéril, se convierte en un cuerpo sin alma, una moral imposible, un conjunto de principios y leyes que hay que mantener sin saber por qué. La vida cristiana es una historia de amor con Dios. Si, al menos una vez al día, confesamos al Señor nuestro amor por Él, si nos acordamos de decirle “te amo, Señor, Tú eres mi vida”, no nos conformaremos con una vida cristiana de rutina, sin impulso, sin entusiasmo y con poca memoria de lo que el Padre ha hecho en nosotros.
Vivir un amor gratuito
El Dios de la vida aguarda una respuesta de vida; el Señor del amor espera una respuesta de amor. El Señor toma la iniciativa gratuitamente y ninguno de nosotros puede vanagloriarse de tener una invitación exclusiva; ninguno es un privilegiado con respecto a los demás, pero cada uno es predilecto ante Dios. De este amor gratuito, tierno y único, nace y renace siempre la vida cristiana.
El amor vencedor
Cuaresma es un tiempo para despojarnos de aquello que nos aísla, encierra y paraliza y así hacer todo el bien que podemos generar. Cuando el corazón no se dilata, se cierra. Y, cuando todo depende del yo –de lo que me parece, de lo que me sirve, de lo que quiero–, se acaba siendo una persona rígida y mala, que reacciona de mala manera por nada. Dios es lo contrario del egoísmo, de la autorreferencialidad. Delante de las injusticias sufridas, Él responde todavía con un amor mayor. Mientras que sufre a causa de nuestros “no”, continúa bendiciendo a aquel que hace el mal. Porque así hace el amor; porque solo así vence al mal.
Francisco
TIEMPO PARA DECIR “NO”
•“No” a la asfixia del espíritu por la polución que provoca la indiferencia.
•“No” a la contaminación de las palabras vacías y sin sentido.
•“No” a la crítica burda y rápida, a los análisis simplistas que no logran abrazar la complejidad de los problemas humanos.
•“No” a la asfixia de una oración que nos tranquilice la conciencia, de una limosna que nos deje satisfechos, de un ayuno que nos haga sentir que hemos cumplido.
Fuente: ZENIT, 15 de octubre de 2017.