“La mejor inversión es crear oportunidades”, dijo Francisco.

Diálogo y encuentro

Estas dos palabras son el camino para buscar mejores oportunidades y son en sí mismas un logro para valorar y resaltar. Las guerras se van gestando de a poco por el silencio y los desencuentros. No podemos darnos el lujo de cortar toda instancia de encuentro, de debate, de confrontación, de búsqueda. Es la única manera de poder construir el mañana, de tejer relaciones sostenibles capaces de generar el andamiaje necesario que irá, de a poco, reconstruyendo los vínculos sociales tan dañados por la falta de comunicación y de respeto a lo mínimo necesario para una convivencia saludable.

La utilidad económica

El lucro y el capital no están por encima del hombre, sino que están al servicio del bien común. Y, cuando éste es forzado para estar al servicio del lucro y el capital es la única ganancia posible, eso tiene un nombre: se llama exclusión y así se consolida la cultura del descarte. La mentalidad reinante defiende la adquisición de la mayor cantidad de ganancias posibles a cualquier tipo de costo y de manera inmediata. Esto no solo provoca la pérdida de la dimensión ética de las empresas sino que también olvida que la mejor inversión es invertir en las personas. La lógica contemporánea pone a las personas al servicio del flujo de capitales, lo que provoca  en muchos casos la explotación de los empleados como si fueran objetos para usar, tirar y descartar (Cf. Laudato si’, 123).

El futuro de la juventud

Debemos generar espacios de trabajo digno y útil para la sociedad, especialmente para los jóvenes. Una de las desgracias más grandes a las que ellos se ven expuestos es la falta de oportunidades de estudio y de trabajo sostenible y redituable que les permita proyectarse. Esto genera situaciones de pobreza y marginación que se convierten en caldo de cultivo para que caigan en el círculo del narcotráfico y de la violencia.

Espacios dignos

Cada vez que la integridad de una persona es violada, toda la sociedad es la que empieza a deteriorarse. Cada sector tiene la obligación de velar por el bien del todo; tenemos que luchar para que el trabajo sea una instancia de humanización y de futuro; para que sea un espacio de construcción de la sociedad y la ciudadanía. Esta actitud  no solo genera una mejora inmediata, sino que a la larga se transformará en una cultura capaz de promover espacios dignos para todos.

Otro futuro

¿Qué mundo queremos dejarles a nuestros hijos? Este es nuestro horizonte, y, por él, hoy tenemos que unirnos y trabajar. ¿Queremos dejarles una memoria de explotación, de salarios insuficientes, de acoso laboral o de tráfico de trabajo esclavo? ¿O anhelamos dejarles la cultura de la memoria de trabajo digno, de techo respetable y de la tierra para trabajar? Tres T: Trabajo, Techo y Tierra. ¿En qué cultura queremos ver nacer a los que nos seguirán? ¿Qué atmósfera van a respirar? ¿Un aire viciado por la corrupción, la violencia, la inseguridad y desconfianza o un aire capaz de generar alternativas, generar renovación o cambio? Generar es ser co-creadores con Dios. Y eso no es fácil.

Perder para ganar

Es peor dejar el futuro en manos de la corrupción, del salvajismo y de la falta de equidad. Sé que muchas veces no es fácil armonizar todas las partes en una negociación, pero sé también que es peor, y nos termina haciendo más daño, la carencia de negociación y la falta de valoración. Un viejo dirigente obrero decía: “Cada vez que me sentaba a una mesa de negociación, yo sabía que tenía que perder algo para que ganáramos todos”. No es fácil ceder y no es fácil congeniar en un mundo cada vez más competitivo, pero es peor dejar que este mundo determine el destino de los pueblos, y los convierta en esclavos.

En defensa de la integridad

Dios pedirá cuenta a los esclavistas de nuestros días, y nosotros debemos hacer todo lo posible para que estas situaciones no se produzcan más. En esto, la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) será de ayuda, porque su única pretensión es velar por la integridad de las personas y de las estructuras sociales. Cada vez que ésta se vea amenazada, o reducida a un bien de consumo, la DSI será voz profética que nos ayudará a todos a no perdernos en la ambición.

Francisco
Juárez, México, febrero 2016

Publicado en Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº 202 (MAY-JUN 2016)