El testimonio de un misionero en las periferias de África.

Pese a haber leído muchísimo, no sabía nada sobre la República de Malawi. Según el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, es un país pequeño, sin salida al mar, que posee fronteras con Zambia, Tanzania y Mozambique. Se define como una nación de bajos ingresos y clasifica en la posición 174 de los 187 países en el Índice de Desarrollo Humano de 2013. Más del 80 por ciento de los habitantes son pequeños agricultores. Como la mayoría de los medios de vida dependen de la agricultura, la población es muy vulnerable a los efectos de los desastres naturales, los períodos de sequía y las inundaciones anuales. La situación de seguridad alimentaria se agrava aún más por una alta tasa de infección por el VIH (11% de la población), que es la novena más alta en el mundo. La tasa de retraso en el crecimiento de los niños menores de cinco años es del 42 %.

La economía de Malawi dependía mucho de los aportes hechos por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, gobiernos de otras naciones y diversas ONG. Pero en diciembre de 2000, luego del escándalo del “Cashgate”1, el FMI dejó de enviar ayuda debido a la gran corrupción gubernamental. Esto, sumado a que otros donadores siguieron su ejemplo, resultó en una caída del 80% del presupuesto para el desarrollo del gobierno malauí.

Seguir a Jesús a donde nos llama

Piergiorgio Gamba es un misionero monfortino que hace casi 40 años está evangelizando en el lugar, y en agosto pasado envió una nota a la agencia católica de noticias Fides.  

“La pobreza está creciendo exponencialmente y cada día trae más noticias malas. El hospital de Balaka no tiene ni siquiera los medicamentos más básicos. Los pacientes reciben la prescripción para que se dirijan a los hospitales privados para obtenerlos. Las grandes salas del hospital parecen cada vez más un dispensario, con pocos signos de esperanza de recuperación. Incluso ahora las tres comidas de avena y frijoles que se les daba a los pacientes se han reducido a un solo plato al día. El país solo cuenta con un médico oncólogo y no hay prácticamente nada de insulina, por lo que tienen que recurrir, cuando es posible, al uso de las pastillas.

”El 7 de septiembre vuelve a abrir el año escolar y será difícil para muchos estudiantes pagar la matrícula que está aumentando. El gobierno ya no ayuda a los cursos de formación de enfermeros ofrecidos por la Christian Hospital Association Malawi, un servicio ecuménico que cubre más del 50% de la asistencia sanitaria en el país. La ESCOM, empresa que proporciona electricidad al país, pidió al 14% de la población que tiene acceso a la electricidad que se prepare para un apagón de cuatro meses continuos. La falta de grano en el mercado, causada por las inundaciones que destruyeron un tercio de la cosecha, comienza a hacerse notar.

”Estos pocos datos hablan de una nación a la deriva, abandonada por todos los países donantes que tienen la intención de castigar la corrupción rampante. La frustración pone a prueba el carácter pacífico de la población”.

A través del periodismo se puede definir a este religioso como un auténtico servidor del Evangelio. Ahora dirige un centro multimedia, donde trabajan 25 periodistas y 47 tipógrafos. Allí imprimen libros, publican revistas y diarios y ya tienen un canal de televisión. Todos los trabajadores son locales y fueron capacitados por el equipo que comanda Gamba. Él, siempre en el terreno, junto a los nativos, entendió que el mejor modo de hacer crecer a la gente es generando trabajo y haciéndola corresponsable de su propio destino. Así, la comunicación es su principal instrumento de lucha: escribe y actúa en estrecha colaboración con los periodistas de Malawi, jóvenes que llevan a cabo su profesión con valentía, desafiando la censura y la represión.

En una entrevista reciente para el periódico italiano Avvenire le preguntaron qué distinguía a su compromiso en el campo de las organizaciones no gubernamentales, teniendo en cuenta que Francisco había señalado que la Iglesia no es una ONG.

Y la respuesta de Gamba fue: “Los proyectos que llevamos a cabo con algunos apoyos, entre ellos el de Cáritas, son distintos a los realizados por las organizaciones internacionales que se detienen a menudo en obras. La Iglesia es diferente porque el punto principal es la salvación: la evangelización es el aspecto que guía todas las actividades. Es una charla de la comunidad y con ella, de compartir, de fe, en la que el proyecto nace desde la base, de la gente, sin la cual no se inicia ninguna actividad. Así se tiende a crear modelos de bondad y habilidades que dan fuerza a la aldea, a las mujeres, los jóvenes y los trabajadores, de manera que todos se conviertan en autores y actores de su propio desarrollo”.

EL VERDADERO CRECIMIENTO DE UN PAÍS NO SE OBSERVA TANTO POR EL TIPO DE CAMBIO O LA DEVALUACIÓN DE LA MONEDA, SINO EN LA FORMA DE TRATAR A LOS PRISIONEROS.

Luego, en la entrevista, le hicieron un comentario sobre cómo siempre pone la atención en los “últimos”, los que sufren más, y Gamba continuó: “Por supuesto, y en ese sentido la presencia de la Iglesia también se convierte en una figura importante, porque muchas veces cuando el gobierno habla de crecimiento y desarrollo se refiere solo a un segmento de la población. Nuestra presencia al lado de los ‘últimos’, como parte de su voz, es aún más crucial en un país pobre como Malawi donde ellos son quizá la mayoría. Estos aspectos, además, permiten juzgar el verdadero crecimiento de un país; eso no se observa tanto por el tipo de cambio o la devaluación de la moneda, sino en la forma de tratar a los prisioneros, a los pacientes en los hospitales y a los huérfanos, que son el futuro de la sociedad. Tratarlos mal hoy u olvidarlos es tener mañana una sociedad de excluidos”. 

Hay aún más datos negativos y desgarradores sobre la vida cotidiana en Malawi, pero también mucha acción de esforzados sacerdotes y misioneros de las distintas confesiones cristianas. En gran parte de las periferias, nos recuerda Francisco, son mayoría los “descartables” de una globalización injusta. “Hemos dado inicio a una cultura del ‘descarte’ que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son ‘explotados’, sino desechos, ‘sobrantes’” (EG, 53). Quizás cerca de nosotros, en cada provincia o municipio, existan parecidos “Malawis”, con sus necesidades y carencias a flor de piel. Por eso es cada vez más necesario pensar y actuar para construir una globalización de la solidaridad y la esperanza, única manera de aspirar a lo que Jesús llamó “Reino de Dios”.

Oscar Palazzo

Números que “hablan”

Malawi tiene 18 millones de habitantes, su capital es Lilongwe y el territorio cubre 118.480 km2. Posee dos médicos cada 1.000 habitantes. La esperanza de vida es de 54 años y la mortalidad infantil de 46 por cada 1.000 habitantes. El PBI por habitante  es de tan solo 268 dólares, es decir, cada uno genera menos de un dólar por día. Por su parte, el acceso a Internet apenas alcanza al 4,4% de la población. 1.100.000 son VIH positivo y de ellos 170.000 son niños; en 2013 el SIDA mató a unas 48.000 personas (170 cada día); el país cuenta con 790.000 huérfanos del SIDA.

Adopciones a distancia

Desde 1992, cuando la epidemia de SIDA estaba llegando incluso a las aldeas más remotas de Malawi, comenzaron las “adopciones a distancia” de los Misioneros de Montfort.  En los últimos años, gracias a ese apoyo económico a distancia, se ha logrado alimentar, cuidar y acompañar a los huérfanos en su crecimiento. Con pocos euros mensuales, una persona o familia generosa asume la responsabilidad de atender las necesidades básicas de  uno o más niños, quienes continúan viviendo en sus pueblos, con sus costumbres, pero con posibilidades nuevas y la esperanza de un futuro mucho mejor.

Publicado en Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº 202 (MAY-JUN 2016)