Editorial de la Palabra de Dios

Comenzamos a formar parte de un grupo de oración en la ciudad de Rosario en febrero de 1988. Solo había dos grupos más, uno que había comenzado unos meses antes, donde eran jóvenes, algunos de novios y otros solteros, y otro grupo (el que inició Rosario) que eran unos siete u ocho hermanos que habían estado intentando conformarse desde hacía unos años y en 1985 pudieron “formalizar” un proceso como grupo.

A nosotros nos invitaron a “un grupo de matrimonios”; al principio no teníamos idea de “Movimiento”. 

Cuando comenzamos teníamos 25 y 26 años, nos habíamos casado el año anterior  y estábamos esperando nuestro primer hijo. En el grupo éramos todos matrimonios jóvenes, algunos con hijos chicos. 

El Señor nos regaló desde el comienzo la gracia fraterna, la de la oración comunitaria, la del compartir de la vida, y el descubrirlo vivo en su Palabra que nos hablaba personalmente. Todo lo que al poco tiempo descubrimos como la vida del Carisma del Movimiento.

Nos reuníamos los sábados a la tarde. En la tercera reunión ya estábamos todos de pie alabando, conmovidos por el paso de Dios en la oración. Casi todos los sábados terminábamos en alguna casa compartiendo la cena, y la “vida” y muchas veces terminábamos orando nuevamente, con los chicos sentados en el piso a nuestros pies, dormidos.  

Ese año nacieron 5 bebés y en ningún momento frenó la participación ni el desarrollo de la reunión tanto en el compartir como en la oración. 

Fuimos haciendo vínculo con los hermanos del otro grupo, que incluso, algunos venían a cuidar a los niños los sábados.

Al año siguiente se organizó una Pascua, donde vinieron a servir en lo pastoral del Centro de Quilmes Oeste. Nosotros, todos servimos “en todo”: cocina, niños, limpieza, recepción de los que venían a hacer la experiencia, y todo lo que Jesús necesitara. 

Antes de que llegaran los “invitados” a las Jornadas, el jueves más temprano, un grupito nos juntamos a orar pidiendo al Señor por su obra en esos días y nos regalaba la Palabra de “la pesca milagrosa”. Jesús nos invitaba a tirar las redes y prometía abundancia. Y así fue; el Señor cumple lo que promete. Ese año, como fruto de la Pascua, se formaron tres grupos: uno de jóvenes, uno de edad intermedia y otro de adultos, donde muchos eran padres de los que estábamos. Tiramos las redes y el Señor hizo el milagro.

La mayoría, comenzamos a coordinar, con la experiencia de un año de haber caminado, y el Espíritu tomó esa ofrenda. 

Hoy, a 35 años de nuestro comienzo, podemos ver que el Señor nos selló desde el principio con el Carisma, y que fue tomando lo que le ofrecíamos de corazón y con fidelidad a lo que descubríamos como riqueza para nosotros. Nuestro crecimiento en la Obra se dio junto con el desarrollo de nuestra vida familiar. Tuvimos la posibilidad de caminar y desplegar nuestro matrimonio, nuestra paternidad, nuestro trabajo, podemos decir “la vida”, desde el discernimiento de la voluntad de Dios. 

Nos regaló hermanos que son nuestra familia, y también el poder crecer y desplegar los talentos que él nos puso en manos y de los cuáles somos responsables de desarrollar; somos custodios del Carisma que un día nos ofreció y el cual queremos cuidar y llevar a otros, porque es un tesoro para compartir.

Gracias Señor por estos 35 años, por este Centro donde hoy somos más de 200 hermanos, por el despliegue de tantas realidades y de otras que seguro están en tu corazón, y por poder ser testigo de tantos que te buscan y entregan la vida por tu Reino. 

Seguiremos echando las redes!!!!!

Marcela Argente y Ricardo Sandoná.
Centro Pastoral de Rosario

Prov. de Santa Fe