Jesús es el refugio frente al dolor de la muerte. 


En el año 1996 mi hermano Ale, de 20 años, falleció repentinamente en un accidente automovilístico. Yo no participaba aún de los grupos de oración, y me fue muy difícil atravesar su partida. 

Más tarde, encontré el pasaje del Evangelio en donde Marta y María de Betania le expresan a Jesús lo mismo que yo le decía casi en un grito: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto” (Cf. Jn 11,21). Por muchos meses fue lo único que pude orar. De la mano de estas hermanas empecé a rezar y expresarle a Dios el dolor que me embargaba. Jesús una y otra vez me repetía: “Yo soy la Resurrección y la Vida, el que cree en mí, aunque muera vivirá (…) ¿Crees esto?” (Jn 11,25-26).

En ese tiempo de duelo Marta y María de Betania, junto a su hermano Lázaro me recibieron y acogieron. Me enseñaron a orar, a creer y a esperar.

Años después ingresé a los grupos del Movimiento de la Palabra de Dios y en el 2006, comencé a caminar mi llamado a la vida consagrada en la Rama de Betania*. Esa “casa familiar”, conocida para mí, volvía a recibirme. Esa era mi experiencia interior. 

“Mi corazón confirmó de nuevo  que Jesús es la Resurrección y la Vida.

Ahora había otros nombres, otros rostros… Jesús me mostraba sus rostros verdaderos en las hermanas que, como yo, se entregaban a la vida consagrada en Betania. 

Si bien podía experimentar que ya había estado antes allí, ahora la experiencia se hacía más real y concreta. Aprendí nuevamente a orar, a buscar cómo encarnar mi llamado en lo cotidiano, creer y vivir que solo Jesús tiene palabras de vida eterna y que, con Él, cualquier dolor tiene sentido de eternidad. 

En enero del 2021 otro hermano más grande (65 años), también partió a la casa del Padre a raíz de un infarto. Dios volvía misteriosamente a visitarme con una muerte inesperada. 

El fin de semana siguiente a su fallecimiento participé del retiro que realizamos anualmente cada verano. Llegué como pude. Era la primera vez que rezaba en comunidad luego de la noticia de su muerte y en el primer momento de compartir no podía más que conmoverme y llorar. Una de las hermanas de Betania me dijo: “Tranquila, Vivi, te recibimos así”. Después de eso, fue más fácil expresar lo que me pasaba y abrir mi corazón. 

*Betania es el nombre que recibe la Rama de consagración particular dentro del Movimiento.

Leelo completo en: Cristo Vive, Aleluia! Nº 228 (jul-ago 2021)