La voluntad de Dios para nuestra vida no es un mapa oculto que tenemos que descubrir, sino uno por trazar.
Discernir el proyecto de Dios se vuelve vital: muchas veces en las homilías, charlas, anuncios o encuentros religiosos se menciona que Dios tiene un proyecto para cada uno de nosotros. Esta expresión tiene que ver con ser conscientes de que Él es nuestro Padre, que nos eligió como hijos amados y que desea que vivamos en el amor. Sin embargo, esto no significa que nuestra realización dependa de encontrar la vocación para la que fuimos llamados; Él nos invita a ser plenos y felices en el aquí y el ahora de nuestra existencia.
Mitos sobre la vocación
Buscar definir la propia vocación no significa que haya que ir por la vida adivinando o tratando de descubrir el lugar donde Él nos sueña, como si fuera algo que está prearmado, un destino que hay que tratar de encontrar. El proyecto de Dios no es un tesoro enterrado que hay que descubrir. Esta visión puede causar frustraciones cuando nuestro proceso de fe va creciendo en compromiso y hondura, como si tuviéramos que esperar una revelación para conocer el camino hacia dónde ir.
Muy por el contrario, el proyecto de Dios se construye y se despliega a lo largo de la vida. Él nos regala su libertad para elegir qué caminos tomar e ir delineando por dónde y hacia dónde queremos desarrollar nuestra historia.
Esta construcción es permanente y dura toda la vida; de hecho en cada etapa o momento ella se da de un modo distinto, con deseos, prioridades, anhelos, gustos diferentes y la plenitud toma distintas formas y se despliega en diferentes lugares.
Caminos de plenitud
Cuando hablamos de vivir desde la plenitud y de la felicidad honda, no estamos haciendo referencia a vivir constantemente momentos divertidos o a hacer únicamente cosas que nos gusten. La propuesta de ser plenos y felices es mucho más honda y tiene el desafío de que trascienda las circunstancias que vivimos.
Dios, entonces, nos regala la libertad para que podamos elegir pero nos invita a vivir en su amor para que nuestras elecciones sean resultado de procesos de discernimiento donde, en el centro, esté la alianza con Él. Sea lo que fuere lo que elijamos hacer y lo que nos toque transitar, hacer alianza con Dios nos da la posibilidad de vivir desde la plenitud.
Muchas veces tenemos la idea de que para concretar el proyecto del Señor hay que esperar a que los procesos terminen o lleguen a una cierta estabilidad –terminar la carrera y recibirnos, o conseguir un trabajo mejor o que nos guste más–; sin embargo, si creemos que eso es una construcción permanente y que cada ocasión puede ser una oportunidad para desplegar y construir el Reino de Dios en la tierra, frases como me equivoqué de carrera, perdí un año, perdí un trabajo o estoy trabajando de algo que no me gusta dejan de tener sentido e importancia para quienes buscamos vivir desde la alianza con Dios.
Grandes verdades
En cada momento de nuestra vida, sin importar lo que estemos atravesando, Dios nos llama a vivir desde la plenitud y la felicidad honda del encuentro con Él. Este es su mayor sueño, su anhelo para nuestra vida. ¿Construimos nuestra vida alrededor de esta voluntad del Padre, vivimos plenamente y desarrollamos lo que hacemos desde el amor?
En este sentido, el proyecto de Dios para nosotros es que nuestra vida sea plena, y para ello nos elige y nos invita a vivir en su amor. El Evangelio de Juan nos ilumina en este sentido: “No me eligieron ustedes a mí, sino que yo los elegí a ustedes y los llamé para que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre. Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros” (Jn 15,16-17).
Un buen ejercicio sería preguntarnos en cada momento: ¿estamos siendo plenos y felices con lo que vivimos cotidianamente? ¿Estamos amando hondamente en esta circunstancia que nos toca? El desafío es que podamos vivir toda circunstancia desde la búsqueda del amor de Dios, con la felicidad honda de saber que dondequiera que estemos podemos encontrarnos con Él. Equivocarse o perder el tiempo puede ser muy frustrante desde la mirada humana, mientras que desde la propuesta de Dios para nuestra vida puede ser una hermosa oportunidad para seguir amando y desplegando la misión que Dios nos da de civilizar la tierra.
Luciana Sánchez*
*Licenciada y Profesora en Ciencias de la Educación.