La zona de los Doce Apóstoles (el Paraguay y las provincias argentinas de Chaco y de Corrientes) se disponía a vivir su primer retiro de coordinadores como región, en la sede del Movimiento en Asunción, Paraguay, del 4 al 6 de marzo de 2005. Para ello once personas de Chaco y de Corrientes nos trasladaríamos hasta allí, donde los hermanos paraguayos nos esperaban con los brazos y el corazón abiertos de par en par.
Días antes, muchas cosas se nos ordenaron para que pudiéramos viajar, pero también comenzaron algunas dificultades: por ejemplo, María Beatriz, de Corrientes, tuvo que ser operada y no pudo unirse al grupo. ALiliana, de Resistencia, le robaron la cartera una semana antes de viajar, y llevaba sus documentos en ella. Viajó con una constancia de DNI y con un dolor físico muy fuerte por una dolencia en los riñones. Por su parte Lorena, de Corrientes, esperaba desde hacía dos años el duplicado de su DNI, demorado por el Registro Civil, y unas horas antes del viaje consiguió la constancia del trámite que había iniciado. Tanto Liliana como Lorena no sabían si las aceptarían en migraciones.
Raúl, también de Resistencia, llegó corriendo a la terminal sobre la hora de salida; acababan de clausurar el frigorífico donde trabajaba, no sabía si había perdido su empleo. A Fabián le habían salido placas en la garganta y había tenido mucha fiebre el día anterior a la partida. Por eso, viajó medicado y sin voz. Por su parte, Alicia, Susana y Cristina, que, como él, eran de Resistencia, pudieron acomodar sus compromisos familiares y laborales para poder ir. Finalmente María del Rosario, Martín y Horacio, los tres de Resistencia, viajarían a la madrugada por cuestiones de trabajo.
Con todo, estábamos listos para partir con el alma gozosa de encontrarnos con la comunidad del Paraguay y descubrir lo que el Señor tenía previsto para el comienzo de año en la Región.
Llegó la hora en que debíamos salir, pero un corte de ruta en la provincia de Formosa hizo que el micro no partiera. Gestionamos con dificultad la devolución de los pasajes, y entonces debíamos decidir cómo viajaríamos. Luego de varias idas y vueltas logramos tener pasajes para un tramo del camino; después haríamos conexión con algún otro transporte.
Había que esperar una hora y media y nos pusimos a orar allí mismo, en la terminal. El Señor nos enviaba con la Palabra, nos decía que no temiéramos ya que Él triunfa. Con la gracia de la confianza y la esperanza, finalmente partimos hacia Formosa, donde contratamos una “combi” que nos llevaría hasta la frontera por un camino alternativo para esquivar el piquete. Por ese camino polvoriento, desolado y de noche, el Señor nos acompañó y cuidó para que nada malo nos sucediera. Llegamos a la frontera, cruzamos el puente caminando, y en migraciones del Paraguay nos esperaba la prueba de los documentos de las chicas, quienes, después de hacer unos trámites –y acompañadas con nuestra oración– pudieron pasar.
En conclusión, eran cerca de las diez de la noche cuando tomamos los taxis que nos llevaron a la casa de la comunidad que funciona como sede pastoral. El costo de ese transporte era elevado, pero no había otra alternativa en una hora poco adecuada y en un país que no era el nuestro. Habíamos puesto toda nuestra confianza en el Padre, que nos acompañó y nos protegió todo el tiempo. Así se cumplía la Palabra que nos dio al salir de Resistencia: “Dejaré subsistir dentro de ti a un pueblo humilde y pobre, que buscará refugio sólo en Dios. (…) El Señor ha levantado la sentencia que te condenaba, ha alejado de ti a tus enemigos. No tendrás que temer desgracia alguna, pues contigo está el Señor, rey de Israel. Ese día le dirán a Jerusalén: ‘¡No tengas ningún miedo, ni te tiemblen las manos! El Señor, tu Dios, está en medio de ti, como un héroe que salva. Él saltará de gozo al verte a ti y te renovará con su amor’” (Sofonías 3, 12-17). Nosotros sabíamos que en el retiro nos esperaba una abundante gracia, por todo lo que había trabado nuestra llegada.
Ya en el lugar y en pleno retiro, los hermanos estaban reunidos y orando. Al entrar experimentamos emocionados que llegábamos “a casa”; recibir la bendición de quienes estaban esperando nuestro arribo e intercediendo por las dificultades del traslado, fue gozar del bálsamo que abrazaba nuestros corazones como una voz que nos decía “ya está… ya pasó… ya están en casa”.
Disfrutar de la alabanza comunitaria y agradecerle al Señor porque nos encontrábamos allí. Eso era sentir “la alegría del Espíritu Santo en medio de las dificultades” y saber que Dios es victorioso. Nos maravillamos después por la gracia que nos permitió no vacilar, ya que en ningún momento tuvimos dudas de viajar. Siempre nuestro ánimo nos llevó a buscar la solución de las dificultades con fe y con alegría.
Sentíamos también la certeza de que pudimos concretar ese viaje porque estábamos juntos, porque íbamos en comunidad.
Al día siguiente llegaron los últimos tres chaqueños, quienes debieron atravesar dificultades similares en el camino. Al promediar la mañana, la familia estaba completa.
Todos sentimos que el Padre nos había guiado hasta allí para vivir unos días de mucha hermandad, de testimonio y envío mutuo. Nos convocó para gozar de su presencia en el hermano, para enviarnos como luces en medio de un mundo que vive en la oscuridad, como lámparas que no se pueden ocultar.
Dios nos invitó a buscar la identidad de hijos suyos, a entregarnos en el Amor, a ponernos de pie frente al nuevo año pastoral, frente al trabajo como Región, frente a este mundo que nos necesita iluminados.
Bendito seas, Señor, por este encuentro; bendito seas por la generosidad de nuestros hermanos paraguayos; por hacernos un solo pueblo, una sola región. Bendito seas, Señor, porque Vos sos la luz y el alimento para entregarnos en el Amor.
Henos aquí, Señor… ¡de pie!
Cuerpo Pastoral de la zona de misión
Chaco-Corrientes Argentina