¡El Hijo del Creador del universo, como hombre, fue un trabajador!

Con el trabajo, Jesús colaboró a civilizar el mundo y nos enseñó a santificarnos con él.

Sabemos que él era considerado “el hijo del carpintero” (Mt 13,55) y para nosotros, como carisma civilizador, nos puede ayudar tener una imagen de este Jesús trabajador.

Si bien es poco lo que dicen los Evangelios al respecto, aquí podemos tomar algunas descripciones que nos aporta la revelación privada.

Aunque esta no tenga carácter doctrinal y obligatoriedad para la fe, a la hora de nuestra meditación y oración, hacernos imágenes de la vida de Jesús, de María o de los santos, nos ofrece aspectos que ayudan a nuestra espiritualidad.

“Aquellos que les encargaban trabajos a José y a Jesús estaban muy contentos con su honestidad.”

Es bueno poder imaginar al Hijo de Dios como hombre-trabajador. Para ello, elegimos algunos párrafos extraídos del libro Mi vida en Nazaret, en donde la vidente Giuliana Crecio escribe en primera persona “vivencias” de la vida de la Sagrada Familia.

“Jesús, cuando tenía doce años, ya trabajaba bien, dedicaba sus horas al trabajo y al diálogo con el Padre celestial.”

Jesús, hoy, sigue trabajando en el mundo redimido para desarrollar la civilización que quiere Dios, su Padre. Lo sigue haciendo en el trabajo de los hombres y mujeres que lo realizan como vocación humana y ministerio cristiano.

“Jesús hacía los trabajos más sencillos: cepillaba las tablas, aserraba y ponía algún clavo. Después, con la madera sobrante o con los descartes, hacía tallas. Hizo sillas y cunas bellísimas.”

Para el cristiano el trabajo es una vocación, un llamado del Padre discernido desde el Espíritu y la comunidad. La respuesta a ese llamado es el trabajo mismo: según cómo trabajo es mi respuesta a ese llamado. “Dime como trabajas y te diré con qué amor le respondes a Dios”.

Leer el artículo completo adquiriendo: Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº233 – Mayo 2022