En camino hacia la Jornada Mundial de la Juventud*, publicamos algunas expresiones de Francisco para los jóvenes acerca de la verdadera dimensión del amor y de la libertad.

EL RASGO CENTRAL

El amor es el documento de identidad del cristiano, porque Dios nos dice que la gente reconocerá a los discípulos de Jesús por cómo se amen entre ellos. Si este documento caduca y no se renueva continuamente, dejamos de ser testigos del Maestro. El amigo verdadero de Jesús se distingue principalmente por el amor concreto, porque si solo es puras palabras, se vuelve una telenovela, un romance. Si queremos vivir esta invitación, tenemos que frecuentar su escuela, que es una escuela de vida para aprender a amar. Porque ese aprendizaje es un trabajo de todos los días.

OFRECER LO QUE SOMOS

Amar, ante todo, es bello, es el camino para ser felices. Pero no es fácil, es un desafío y supone esfuerzo. Amar quiere decir dar, no solo algo material, sino algo de uno mismo: el tiempo personal, la propia amistad, las propias capacidades.

Miremos al Señor, que es invencible en generosidad. Recibimos de Él muchos dones, y cada día tendríamos que darle gracias. Aun cuando nos olvidamos, Él no se olvida de hacernos cada día un regalo especial: su amistad fiel. Jesús es un amigo que no se retirará jamás. Aunque lo decepcionemos y nos alejemos, Jesús sigue amándonos, creyendo en nosotros, incluso aunque nosotros no lo hagamos.

EL AMOR ES LIBRE

En la adolescencia surge de una manera nueva el deseo de amar y de recibir afecto. En ese tiempo de la vida, es posible aprender a hacer más hermosos el afecto y la ternura recibiendo las enseñanzas del Señor. Dios pone en el corazón una intención buena, la de amar sin poseer: amar a las personas sin desearlas como algo propio, sino dejándolas libres. Porque el amor es libre, si no, no es amor.

Existe siempre la tentación de contaminar el afecto con la pretensión instintiva de poseer aquello que me gusta. Y esto es egoísmo. La cultura consumista refuerza esta tendencia.

Pero cualquier cosa, cuando se exprime demasiado, se desgasta, se estropea; después quedamos  decepcionados y con un vacío adentro. Si escuchamos la voz del Señor, nos revelará el secreto de la ternura: interesarse por otra persona; respetarla, protegerla, esperarla. Y esto es lo concreto de la ternura y del amor.

DECISIONES VALIENTES Y FUERTES

Muchos dirán que ser libres significa hacer lo que se quiera. Pero a esto es necesario saber decir “no”. Libre es quien sabe decir “sí” y sabe decir “no”. La libertad no es poder hacer siempre lo que se quiere: esto nos vuelve cerrados, distantes y nos impide ser amigos abiertos y sinceros; no es verdad que cuando estoy bien todo vaya bien.

La libertad, en cambio, es el don de poder elegir el bien. Es libre quien elige el bien, quien busca aquello que agrada a Dios, aun cuando sea fatigoso. No es fácil, pero solo con decisiones valientes y fuertes se realizan los sueños más grandes, esos por los que vale la pena dar la vida.

RESPONSABILIDADES HONDAS

El amor, entonces, es el don libre de quien tiene el corazón abierto; el amor es una responsabilidad bella que dura toda la vida; es el compromiso cotidiano de quien sabe realizar grandes sueños. Pobres los jóvenes que no se animan a soñar. Si un joven no sabe soñar, ya está jubilado. No sirve.

El amor se alimenta de confianza, de respeto y de perdón. El amor no surge porque hablamos de él, sino cuando se vive; no es una poesía bonita para aprender de memoria, sino una opción de vida que se debe poner en práctica.

¿Cómo podemos crecer en el amor? El secreto está en el Señor: Jesús se nos da a sí mismo en la Eucaristía, nos ofrece el perdón y la paz en la Confesión. Allí aprendemos a recibir su amor, a hacerlo nuestro y a difundirlo en el mundo. Y cuando amar parece algo arduo, cuando es difícil decirle que no a lo que es falso, miremos la cruz del Señor, abracémosla y no nos soltemos, porque nos lleva hacia lo alto.

IDEALES FALSOS

No hay que contentarse con la mediocridad, con el estar cómodos e “ir tirando”; no hay que confiar en quien distrae de la verdadera riqueza, que somos nosotros mismos; cuando escuchemos que la vida es bonita solo si se tienen muchas cosas, o que solo valemos cuando nos hacemos pasar por fuertes, como los héroes de las películas, o exitosos, vistiendo la última moda, desconfiemos. Nuestra felicidad no tiene precio y no se negocia; no es una “app” (aplicación) que se descarga en el teléfono móvil: ni siquiera la versión más reciente podrá ayudarlos a ser libres y grandes en el amor.

SIEMPRE DE PIE

En la vida caemos porque somos pecadores, débiles. Pero siempre está la mano de Jesús que nos levanta, porque nos quiere de pie. Él le decía al paralítico: “Levántate”.

Debemos tener el coraje de levantarnos, de dejarnos levantar por Jesús, cuya mano viene muchas veces de a través de un amigo, nuestros papás, de quienes nos acompañan en la vida, etc. Levantémonos, Jesús nos quiere de pie.

Estamos llamados a construir así el futuro: junto con los otros y por los otros, pero jamás contra alguien, jamás destruyendo. Al vivir plenamente la adolescencia, tan rica en dones, sin temerle al cansancio, se pueden lograr cosas maravillosas.

Hagamos como los campeones del mundo del deporte, que logran llegar a las metas altas entrenándose todos los días con humildad y duramente. Que nuestro programa cotidiano sean las obras de misericordia. Entrenemos con entusiasmo en ellas para ser campeones de vida, campeones de amor. Así nos conocerán como discípulos de Jesús. Así tendremos el documento de identificación de los cristianos y nuestra alegría será plena.

Francisco

Fuente: Homilía del 24 de abril de 2016, correspondiente a la misa del Jubileo de los Adolescentes, que consistió en tres días de oración, peregrinaciones, confesiones y celebraciones. Nucleó a cerca de 60.000 jóvenes de entre 13 y 16 años en la Ciudad del Vaticano.
*El encuentro de la juventud se realizará del 25 al 31 de julio en Cracovia.

PUBLICADO EN LA REVISTA CRISTO VIVE ¡ALELUIA! Nº 203 (JUL-AGO 2016)