La historia de la gestación y construcción de la Casa de Encuentro y Oración San José de Cuesta Blanca es una manifestación del amor de Dios por su pueblo, su conducción, su providencia y señorío sobre nuestras vidas.

También podemos decir que es una expresión patente de los frutos de la evangelización, el compartir fraterno y la puesta en común de los bienes.

A partir de un vínculo fraterno gestado entre los jóvenes (que en ese momento participaban de los grupos de oración y caminaban su camino de consagración en Nazaret) y Carlos Morandi (dueño de una librería católica en el barrio de Flores), el Padre Ricardo conoce la localidad de Cuesta Blanca, puesto que Carlitos, como se lo llamaba familiarmente, les ofrece su casa de veraneo para pasar unos días de descanso y convivencia.

La primera vez que el Padre Ricardo y los chicos y chicas de la formación para Nazaret hicieron esta experiencia fue en enero de 1979. La casa de Carlos era pequeña: las mujeres se acomodaron en lo que era el garaje con sus bolsas de dormir y los varones acampaban en el parque. La casa, en plena sierra cordobesa, estaba rodeada de monte autóctono.

Así, en los veranos sucesivos se mantuvo esta propuesta de descanso compartiendo con la familia Morandi las Convivencias de Nazaret, en ese lugar.

En ese contexto, el Espíritu Santo inspiró en “el pastor” (así lo llamamos cariñosamente al P. Ricardo) generar un espacio de gracia, un “Jardín de Dios” donde poder encontrar su Presencia y ofrecerla a quienes llegaran al lugar.

En los años iniciales, tres hermanos de Nazaret fueron a orar a Cuesta Blanca por la promesa de Dios en ese lugar y en el terreno lindante a la casa de los Morandi levantaron una gruta pequeña donde pusieron una imagen de San José (Ver abajo: “Josecito, el custodio”). Así, el santo quedó custodiando esa parcela para la construcción de la futura casa.

Animados por los sueños de Dios, los jóvenes formandos y formandas de Nazaret comenzaron a poner en marcha pequeñas iniciativas para recaudar fondos para materializarlos: hacían empanadas para vender, artesanías en cuero, entre tantas otras cosas… A lo que la Providencia fue sumando otros aportes mayores.

En 1991, se tuvo la gracia de adquirir una casa en las proximidades de la familia Morandi. Esa vivienda, a la que luego llamamos “Casa de María”, más tarde se amplió en tres etapas de construcción (1999 – 2001) en orden a ser habitada como casa de encuentro y oración para la zona. 

En el año 1993, en el terreno custodiado por San José, con el esfuerzo y el compartir de los bienes de los miembros de las dos Ramas de consagrados del Movimiento y la ayuda de amigos y familiares, se comienza la construcción de un predio completamente nuevo. Será lo que hoy preside el complejo y llamamos la “Casa San José. Esta casa se inauguró dos años después, con ocasión del retiro anual de consagrados.

En 2001 se adquiere la casa que llevará el nombre de “Santa Isabel”, en donde reside una comunidad de hermanas laicas consagradas de Nazaret femenino (Escuchar Podcast: Nazaret femenino) .

Dos años más tarde, ya comenzamos a hablar de las casas de “Encuentro y Oración” vislumbrando un proyecto mayor a lo imaginado en un comienzo. Un proyecto que seguía creciendo ya que la Rama de Nazaret Femenino, a partir de recibir una herencia, se pudo adquirir una nueva sede que recibe el nombre de “Sagrada Familia”.

Un paso significativo fue la constitución en Cuesta Blanca de una comunidad de Nazaret Femenino en el año 2009. Desde entonces, siendo una presencia consagrada del carisma en el lugar, la comunidad busca plasmar en lo concreto la propuesta de una pastoral particular, propia del servicio y el llamado de la misión allí encomendada.

Como fruto del desarrollo del proyecto, en el 2011, se comienza la primera etapa de construcción de una ampliación de la Sagrada Familia, a este fin se destinaron en 2012 los fondos colectados mediante la Ofrenda de Comunión y Rescate, una gracia de compartir los bienes en donde todos pueden participar con su aporte de modo personal y comunitario.

Desde entonces y hasta el momento, se continuaron ampliando, acondicionando y equipando las tres casas dedicadas al encuentro y oración: Casa de María, San José y Sagrada Familia.

Sin duda, estamos ante el testimonio de  un obrar de Dios que hace patente sus signos entre nosotros. Tenemos conciencia del don que tenemos como Obra desde el “Capital del Señor” (Escuchar Podcast: Evangelización de bienes) a partir de lo que significa el compartir los bienes. ¡Qué decir de las gracias recibidas en este “Jardín de Dios”! Son numerosos los hermanos y hermanas que pasaron por estas casas y recibieron bendiciones para sus vidas. 

Por eso, nos animamos a  pedir al Señor que complete la obra que inició hasta llevarla a su plenitud, porque confiamos que es suya, y tomando una expresión de Teilhard de Chardin, muy querida para nosotros, decimos: “¿Quién puede decir lo que Dios haría de nosotros si nos atreviéramos, sobre su Palabra, a seguirle hasta el final de sus inspiraciones y a abandonarnos a su Providencia?”

N. de la R.: Agradecemos el aporte de Carina Montini en el texto y la fotografía que nos envió a la Editorial.

Josecito, el custodio

Unos hermanos que buscaban consagrar su vida al Señor, entre ellos Viviana Ruffener y Lili Guita, fueron a pasar el día a Cuesta Blanca, Córdoba. La intención era compartir la vida, orar juntos y comer un “asadito” en lo de Carlitos Morandi. Lili había llevado una imagen de San José que le habían regalado el 19 de marzo por la fecha del santo y con motivo del aniversario de fundación de la comunidad de Córdoba. Ese verano, varios de los jóvenes habían estado limpiando el terreno lindero a los Morandi, del lado que les había propuesto el Padre Ricardo de construir allí una casa de Encuentro y Oración. Ese día tuvieron la moción de poner a San José en el terreno y que él se hiciera dueño de todo. Providencialmente, en lo de Carlitos había algo de materiales de construcción, buscaron piedras, limpiaron bien el lugar, construyeron la grutita y colocaron la imagen. Luego, hicieron una oración espontánea ofreciéndole a San José todo lo que se haría en ese lugar. Casi 35 años después, la imagen que es bien sencilla, de cerámica, sin ningún tratamiento para estar en el exterior sigue en pie, han pasado fuertes tormentas, el sol del verano, mucho frío en invierno, y allí sigue, como es San José… pequeño, silencioso, sencillo y fuerte! (Fuente del relato Lili Guita).