Santa Teresa, Maestra del combate espiritual

Cuando el demonio no puede hacer que el orante caiga en pecado, dirigirá todas sus artimañas para robarle la serenidad, pero huye de las almas determinadas.

La paz es uno de los dones más preciados para el hombre. El Enemigo de la condición humana siempre pretende llevar al creyente a la angustia y a la desesperación, y en el extremo de ella, en algunas ocasiones, hasta el suicidio. O en todo caso, llevarl a las fronteras de la angustia, hasta llegar a experimentar el abandono o la lejanía de Dios. 

Teresa de Ávila es una de las santas que puede enseñar mucho acerca de los movimientos que el mal espíritu provoca en el alma. Ella, en muchas ocasiones, fue puesta a prueba; y en sus escritos se puede constatar cómo la angustia se alterna con grandes experiencias espirituales. 

Uno de los combates más admirables para aprender el modo de ataque del demonio y cómo la santa salió victoriosa, fue ante el objetivo de fundar lo que llegaría a ser el Carmelo de San José de Ávila. Ella estaba feliz y contenta con la fundación, pero le sobrevino una de las más fuertes ataques de angustia en su vida: se quedó perpleja al constatar que el mismo hecho fundacional, que en un primer momento le había dado paz, al poco tiempo, en el mismo día, la sobrecogió con la más espesa angustia: “¡Oh, válgame Dios, qué vida esta tan miserable! No hay contento seguro ni cosa sin mudanza. Había tan poquito, que no me parece trocara mi contento con ninguno de la tierra, y la misma causa de Él me atormentaba ahora de tal suerte que no sabía qué hacer de mí”. 

Teresa había tenido motivos suficientemente razonables desde su experiencia de Dios como para fundar su monasterio, lo que relata con lujo de detalles en el capítulo 36 del Libro de la Vida. Pero la tentación se encaminaba a lograr que Teresa cuestionara la obra que había emprendido y se convenciera de que era la peor estupidez que había hecho en su vida. 

Del combate que atravesó la santa se pueden extraer pistas sobre el ataque del Enemigo en el camino de la santidad:

1- Perder la memoria consoladora de la acción de Dios. Cada vez que el orante olvida la acción de Dios en su vida o minusvalora los consejos que en otro momento le ayudaron, estamos de cara a la tentación más viva y predilecta del mal espíritu: él quiere borrar o anular la consolación y discernimiento que en otro momento nos ha sustentado. 

2- Centrarse en la negatividad. Teresa, en aquel momento, relata que tenía una ofuscación del entendimiento; ni las virtudes ni las potencias del alma parecían estar activas y llega a expresar que estaba como abandonada en su agonía espiritual: “Solo de mi parecer me acordaba, y todas las virtudes y la fe estaban en mí entonces suspendidas, sin tener yo fuerza para que ninguna obrase ni me defendiese de tantos golpes” (V 36,7). El ataque es letal, deja a la criatura sin referencia al Creador, es decir, estaba centrada en su negatividad, y no salía de ella. Este, es otro claro indicio de la tentación maligna: el mal espíritu encierra en la negatividad, lleva a la desesperanza. 

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Publicado en Cristo Vive ¡Aleluia! Nº209 (SEP-OCT 2017)