Ante las amenazas internas y externas, se necesita acudir a herramientas que da la fe.

La Iglesia enseña que la fortaleza nos asegura la firmeza y la constancia de la búsqueda del bien. Como si esto fuera poco, también reafirma la decisión de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida: “La fortaleza hace que seamos capaces de vencer el temor, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones” (CIC nº 1808).

La tercera virtud cardinal
He aquí, la más “combativa” de las virtudes. La primera de las virtudes cardinales, la prudencia, se asocia sobre todo a la razón del ser humano; y la justicia reside en la voluntad. En cambio, esta tercera virtud, la fortaleza, se asocia a las pasiones del alma. Ellas deben ser educadas, dirigidas y purificadas con el fuego del Espíritu Santo. Un cristiano sin valentía, que no doblega sus propias fuerzas al bien, es un cristiano inútil. Jesús no es un Dios que no conoce las pasiones humanas. Todo lo contrario. En algunas de sus expresiones resplandece su espíritu apasionado, como cuando dice: “Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12,49).

Luchas “internas” y “externas”
En la antigüedad, se reconocía en esta virtud un desarrollo pasivo y otro activo. El primero se dirige hacia el interior de nosotros mismos. Hay enemigos internos a los que tenemos que vencer, que responden al nombre de ansiedad, angustia, miedo y culpa. Son todas fuerzas que se agitan en lo más íntimo de nosotros mismos y que, en alguna situación, nos paralizan. Luego está el segundo movimiento, esta vez de naturaleza más activa. Además de las pruebas internas, hay enemigos externos, que son las pruebas de la vida: las persecuciones o las dificultades que no nos esperábamos y que nos sorprenden.

Una virtud fundamental
La fortaleza toma en serio el desafío del mal en el mundo. Algunos fingen que el mal no existe, que todo está bien, que en la historia no luchan fuerzas oscuras portadoras de muerte. Basta pensar en lo que pasa en el mundo para descubrir los horrores de los que somos en parte víctimas y también protagonistas: guerras, esclavitud, opresión de los pobres… Esta virtud nos hace reaccionar y gritar “no” a todo esto. Necesitamos que alguien nos levante del “blando lugar” en el que nos hemos acomodado y nos haga repetir con decisión nuestro “no” al mal y a todo lo que conduce a la indiferencia para decir “sí” al camino que nos hace progresar y luchar por él. 

Papa Francisco

Fuente: Extracto Audiencia general, 10/04/24.

Publicado en Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº253 – MAYO 2024