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Cuando las ideas, nuestro querer o la belleza se “disfrazan” de Dios.*

Aveces queremos aprovecharnos de Dios y esperamos que Él quiera lo mismo que nosotros deseamos o esperamos. Sin embargo, es al revés: tenemos que buscar lo que Él quiere, no que Él quiera lo que yo quiero.

Esto muchas veces puede estar larvado en la forma en que queremos resolver una situación, o en el modo en que le pedimos algo a Dios. Y luego, no recibimos la respuesta que esperábamos porque Él obra de otra manera. Dios no deja que nos aprovechemos de Él.

El P. Vlasic, en el artículo “En los límites sin limitaciones”1, expresa: “Cuando intentan utilizarlo, Jesús se retira y el hombre se queda solo, consigo mismo en el vacío. Lo mismo ocurre en la experiencia espiritual, en el plano de cada pensamiento, sentimiento y acción”.

Esa es la experiencia del vacío que podemos tener. Hay un vacío al que Jesús invita que es la entrega de sí mismo, de quedar vacío de uno mismo para ser llenados por Dios. Eso es una cierta cumbre del camino de la santidad. No es lo más sencillo, pero es el punto central y final de nuestra vida.

Podemos pedirle luz al Señor para ver qué vacíos interiores hemos vivido, qué significa en mí en distintos momentos: ¿reconozco el vacío que hay en mí o no?, ¿cómo lo tengo registrado?, ¿qué hago cuándo lo registro?

Cuando aparece esta experiencia de vacío, a veces, lo procuramos llenar con algo que nosotros mismos nos creamos pero que en realidad no llena. Allí es cuando pueden aparecer las que llamamos “absolutizaciones”. Cuando queremos cambiar el vacío por “falsos dioses” o pequeños absolutos.


Aquí tomaremos cuatro posibles absolutizaciones:

1) La absolutización de las ideas. Esto es muy propio de las distintas tendencias e ideologías de los gobiernos, según lo que piensan, según lo que imaginan… Es una absolutización que no tiene nada que ver con el absoluto de Dios, porque el Absoluto es Dios mismo. Las absolutizaciones no llenan y pretenden reemplazar, de alguna manera, el absoluto de Dios. Este es el camino de las ideas y de las ideologías.

A veces, estas ideologías para bajar a lo concreto necesitan tener un líder que las encarne y las impulse. Por ejemplo, como ocurrió durante el nazismo con su líder, Hitler. Esta ideología sostiene una absolutización que podemos ejemplificar diciendo: “Esto es para todos, en todo el mundo hay que vivirlo, si los judíos lo impiden, entonces hay que eliminarlos”.

2) La absolutización de la energía. Esto es bastante propio del budismo. Francisco habla del “neo budismo” que se está universalizando, algo que era propio de algunas naciones de Asia, ahora se generaliza con distintas expresiones, como la New Age, por ejemplo.

La experiencia del budismo es el vacío interior, el nirvana, la nada. Es el desprenderse de los condicionamientos para ser libres de todo. En el fondo es la búsqueda de que uno sea el absoluto. Pero la nada, ¿con qué se la llena? ¿Cuál es el sentido personal de la nada? Es un absoluto etéreo.

Entonces, más vale revestirse de sentimientos positivos con determinados ejercicios físicos, mentales u otros, pero solo son revestimientos.

3) La absolutización del propio querer. Es la imposición de la voluntad propia, que ocurre mucho en las dictaduras. En el poder de los grandes dictadores y emperadores que aun, en esta época, también existen. A veces puede ser que el imperio sea de una nación –por ejemplo, podemos pensar en Yugoslavia en el tiempo de Tito–, y otras veces tiende a ser universal.

4) La absolutización de la estética. Esta aparece cuando se toma a la belleza como Dios. Se sostiene que todo lo que es bello es bueno y que lo que hay que mirar y valorar es solo la belleza. Sin embargo, ¿se le puede hablar a la belleza?

Evidentemente, la belleza es una propiedad de Dios, pero ella no es un absoluto.

Una característica de las absolutizaciones es lo global, lo impersonal. No se trata de un “tú” en concreto. Uno no se puede vincular con la energía o con la idea, por ejemplo, no es posible dialogar con la energía, con la idea en abstracto. Esto es algo impersonal.

Alguien dice: “Yo creo en Dios y ya está, es suficiente”, pero al preguntar: “¿Puedes hablar con Dios?” nos responde: “No, pero yo creo en Dios”. Le señalamos: “No es suficiente” y reafirma: “Él sabe lo que hago…”. Esto es impersonal.

A veces en la credulidad popular existe el vínculo impersonal con Dios y hay que educar la fe para que la persona no viva una falsa creencia.

Es necesario darnos cuenta de nuestra tendencia a hacer absolutizaciones que tantas veces se revisten de otra cosa, como de verdad o de bien. Pero nosotros, al recibir la Revelación de Dios, ella nos protege de las pseudo-absolutizaciones, de aquellos “disfraces de Dios” que no son Dios, porque no son absolutos divinos.

P. Ricardo, MPD

1- Publicado en Cristo Vive, ¡Aleluia! n° 169.

* Extracto de una charla ofrecida por el P. Ricardo a los consagrados del Movimiento, el 23 de julio de 2017 en Tristán Suárez, Buenos Aires.

Publicado en Cristo Vive ¡Aleluia! Nº209 (SEP-OCT 2017)