NOTA EDITORIAL.-

“Al principio Dios creó el cielo y la tierra (…). Entonces Dios dijo: ‘Que exista la luz’. Y la luz existió” (Gen 1, 1-3). Estas son las primeras palabras de la Biblia; manifiestan la obra creadora de Dios Padre, quien decide entregar a sus hijos una tierra. Pero ¿qué hizo el hombre con lo que se le dio para custodiar? Esto es lo que propone reflexionar el autor de El vínculo Dios-Tierra-hombre a la luz de la Palabra de Dios.

“En la Palabra está esa luz que muchas veces necesitamos”, asegura un participante de Un espacio distinto con compañeros de trabajo. La Palabra de Dios “es una fuerza transformadora que ayuda a superar la cerrazón, los conflictos, el racismo y el tribalismo y promueve en todas partes, y entre todos, la reconciliación, la fraternidad y el compartir”, afirma Francisco en Un corazón misionero.

De ello dan cuenta los testimonios Gestos que contagian y Por más igualdad. Se trata de buscar caminos y estrategias de proximidad para llegar a los demás. De esto da ejemplo la vida de Malala Yousafzai, Premio Nobel a los 17. “El Señor necesita corazones dóciles y talentosos puestos al servicio”, dice el Papa; eso es algo que fundamentalmente los jóvenes pueden ofrecer. A ellos está dedicado el próximo Sínodo de obispos, un tema que podemos vislumbrar en el artículo Dios apuesta por ti.

En este tiempo de profundos cambios socioculturales, políticos y ambientales, Dios quiere de nosotros una transformación existencial para que podamos Construir puentes de diálogo (ver p. 31), que estemos advertidos de las Estrategias del mal espíritu (ver p. 26) y que abandonemos Las absolutizaciones (ver p. 10) con las que a veces buscamos llenar nuestros vacíos. Así podremos cantar las alabanzas: “Señor, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!” (Sal 8,2).

Laura di Palma

Publicado en Cristo Vive ¡Aleluia! Nº209 (SEP-OCT 2017)