El llamado de Jesús implica la conversión, el seguimiento y la fidelidad.
La Palabra relata el llamado que Jesús les hace a sus discípulos en medio de su rutina laboral, cuando los invita a ser pescadores de hombres (Cf. Mc 1, 17). ¿Alguna vez nos preguntamos qué significa esto realmente?
• TRABAJADORES DEL MAR Y DEL CIELO
En el Evangelio de Marcos leemos que Jesús, en el lago de Galilea, se encuentra con gente que es del oficio del agua. Son pescadores (Mc 1, 14-20).
Vamos a ver en qué medida este pasaje nos involucra también a nosotros. Comienza diciendo que Juan Bautista había sido arrestado. Para Él, Juan era una señal fuerte, porque era quien lo había proclamado Cordero de Dios cuando lo bautizó en el Jordán. Allí proclamó la buena noticia de Dios diciendo: “El tiempo se ha cumplido”. Esta presencia del Bautista estaba por extinguirse: estaba preso y Jesús sabía que esta situación solo iba a terminar con su muerte. Como consecuencia de este tiempo cumplido Jesús dice: “El Reino de Dios está muy cerca, conviértanse y crean en la Buena Noticia”.
El Señor se encuentra con dos pescadores, Simón y Andrés, y luego con otros dos, Santiago y Juan. Eran cuatro hombres que, en el proyecto de Jesús sobre un pueblo nuevo, eran importantes. El Señor les dijo: “Síganme y los haré pescadores de hombres”; me pregunto en qué medida ellos entendieron esto… ¿Pescadores de hombres? ¿Significa que vamos a echar las redes en otro lado, donde sacaremos hombres del agua?
“Síganme”, dijo Jesús. Y seguirlo era declararlo el Maestro, quien les iba a enseñar a vivir. “Bueno… habrá otro lago más grande», habrán pensado. A los otros dos les dijo lo mismo. Estaban arreglando las redes, los llamó y ellos dejaron a su padre, Zebedeo, y fueron tras Él. Cuando sus hijos se marcharon no sabemos qué habrá opinado Zebedeo porque pasó alguien que se llevaba a la gente y sus hijos lo siguieron. ¿Cómo los habrá mirado Jesús a estos hombres para que dejaran de pensar si entendían o no lo que Él les decía? ¿Cuál habrá sido el tono, la carga del tono de su voz que los embargó a ellos, para que no lo pensaran más? Creo que ese “no pensaron más” es el comienzo de este proyecto de Jesús, porque el proyecto de Dios comienza siempre en la fe. Y ellos creyeron en Jesús, y por eso lo siguieron, no tanto por lo que entendían, sino por su fe. Él los hizo pescadores de hombres, para eso los hizo discípulos: “Síganme”. Y en esto somos involucrados todos nosotros porque Jesús muestra que, para anunciar el Reino de Dios, no se acaba el anuncio en Él, sino que él quiere que se continúe en aquellos que sean discípulos suyos.
Consiguientemente, ese es el llamado para todos los cristianos. Nosotros, como Movimiento, tenemos una vocación discipular y eso nos convoca con mayor razón. ¿Cómo pescamos hombres? Por este llamado que llega hasta nosotros y, consiguientemente, a toda la Obra, me parece que nos tenemos que preguntar: ¿qué pescamos hasta ahora? ¿Pescamos? ¿No pescamos? ¿Estuvimos descansando, estuvimos aburridos, no sabemos qué hacer?
• DEJARLO TODO PARA SEGUIRLO
Hay que creer en Dios. No hay que hacerse tantas preguntas: no llegamos nunca si damos vuelta constantemente. Los pescadores no dijeron: “Bueno, vamos a reunirnos primero con nuestros padres… vamos a calcular cómo hacemos para poder seguirte…”. También por eso estamos nosotros en marcha. Cuando seguimos al Señor, otros también estarán en una comunidad de salvación porque el Señor contó con nosotros para acercarles su Palabra.
También el profeta Jonás recibe una indicación de Dios que no es fácil de entender. Le dice: “Parte ahora mismo a Nínive, la gran ciudad, y anúnciales el mensaje que yo te indicaré” (Jon 3, 2). A los ojos del pueblo de Israel, Nínive era un país pagano e idólatra, y no tenía idea del Dios que se revelaba en Israel. Pero este hombre fue, recorrió la gran ciudad, caminó durante todo el día y dio el mensaje de Dios: dentro de cuarenta días, Nínive sería destruida. No era un mensaje para ser bienvenido. ¿Cuál fue la consecuencia? Los ninivitas creyeron en el Señor, decretaron un ayuno y se vistieron con ropa de penitencia.
Jonás estaría admirado porque esto era impensado. Desde el más grande hasta el más pequeño habían hecho un cambio de conducta. Al ver todo lo que los ninivitas hacían para convertirse, Dios se arrepintió de las amenazas que les había hecho y no las cumplió. Y esto fue una sorpresa para Jonás: ¡con todo lo que se arriesgó, de repente el Señor les dice: “Bueno. ¡Yo los perdono”! pero también es un mensaje para nosotros: la conversión es la que nos permite anunciar el Reino de Dios para los demás.
Esto puede sintetizarse en las palabras de Pablo que nos dice: “Hermanos, lo que quiero decir es esto, queda poco tiempo” (1 Cor 7, 29). Y una serie de recomendaciones “porque la apariencia de este mundo es pasajera” (v. 31). A veces, en nuestra vida tenemos pequeños ídolos, aquello que nos embargan como si fueran lo único, lo más importante: “Si no tengo el celular, entonces estoy muerto”. Esas son cosas aparentes; a los ojos de Dios, no es lo que sirve para la salvación nuestra ni de los demás. Y creo que este “poco tiempo” es el tiempo que tenemos de vida: el Señor nos mira para un tiempo distinto, una duración distinta que es eterna.
Llega un tiempo en que todos se dan cuenta de qué pronto pasa la vida. Porque nadie se queda acá, entonces el tiempo es corto: hay que vivir con los valores del Reino. En esta liturgia, se podría sintetizar a través del Salmo 25: “Muéstrame, Señor, tus caminos”. “Guíame por el camino de tu fidelidad”: caminar mirando a Dios; no hay que vivir un poco sí y un poco no. La fidelidad que se le tiene a Él también cuenta para el matrimonio y para la familia: “Enséñame, porque Tú eres mi Dios y mi salvador”.
Padre Ricardo, MPD