Editorial de la Palabra de Dios

En ocasiones, los médicos tienen la difícil tarea de comunicarles a sus pacientes que, durante su estadía en el hospital, pueden fallecer.

Ante un enfermo terminal que no ha respondido a los tratamientos y cuando la muerte se presenta de manera irreversible, es necesario respetar los derechos que la persona enferma tiene de conocer su situación”, sostiene Manuel Zunín, integrante del Observatorio de Bioética de la Universidad de Valencia “San Vicente Mártir”. Él reconoce que, a veces, comunicarle su situación al enfermo resulta difícil; la sociedad actual no ayuda a estar preparados ante esta última instancia por la que todos pasaremos en algún momento. La muerte es presentada como una sombra para el estado de bienestar, por lo que es mejor no pensar en ella. Cuando se presenta como una posibilidad inminente, en ocasiones se tiende a aplazar la noticia el mayor tiempo posible, lo que no parece ético, salvo que el paciente haya expresado explícitamente su voluntad de desconocer la gravedad en la que se encuentra su salud.

“Muchas veces, los médicos y otros profesionales de la medicina ven en la muerte del paciente una derrota –explica Zunín–. Cuando este llega a la instancia de encontrarse ante la inminencia de la muerte, se comunica frecuentemente que ‘el paciente no ha respondido a los tratamientos’ pero, casi nunca, que ‘el tratamiento no fue eficaz’ o que ‘todos los medios que usamos no fueron capaces de evitar la muerte’”. 

En una oportunidad, el doctor Stephen Workman de Nueva Escocia reflexionó sobre este asunto: “La forma de expresarse de los médicos está basada en la premisa de que podemos identificar el problema y solucionarlo. Siempre estamos luchando contra las expectativas. Siempre puede hacerse algo más; siempre hay otra prueba y otro tratamiento”, por lo tanto, cuando llega el momento de decir que no se ha podido vencer la enfermedad, el médico trata de evitar reconocerlo ante el paciente y sus familiares. Sin embargo, sostiene Workman, “si los médicos superan su creencia de que pueden curar a todo el mundo y reconocen a tiempo que los recursos terapéuticos se han agotado, la relación con el paciente y sus familiares se torna más racional, humana y compasiva”. 

– Dr. Workman, ¿cómo hace para comunicarle a alguien que está por morir?

– En ese tipo de situación, le digo a la familia y al paciente que podría fallecer mientras esté en el hospital, y les pregunto si es algo que han estado pensando. Cuando lo hago, muestran más aceptación ante las diferentes instancias del tratamiento. Inicialmente pueden quedar muy sorprendidos y necesitan tiempo para asimilarlo pero, si se apoyan mutuamente, la mayoría de los pacientes y las familias aceptan mejor esta última decisión, sin mencionar las indudables ventajas de una ayuda espiritual cuyo ofrecimiento puede ser, en muchos casos, una obligación de conciencia. 

– ¿Por qué usted desaprueba que los médicos se limiten a decir que el paciente está “gravemente enfermo”? 

– Si bien estas afirmaciones no faltan a la verdad, si le dices a alguien: “Tu padre puede morir”, se obtiene una respuesta diferente; se prepara a la persona para hacer frente a las secuelas, las lágrimas, el dolor y la angustia ante la eventualidad de la muerte. Intentar evitar hablar de la muerte es como querer hacer cirugía pero no querer ver al paciente sangrando: si no enfrento la incomodidad de ver a alguien llorar, no seré capaz de dar buenos cuidados al final de la vida, y dar una atención eficaz, compasiva y honesta.

– Usualmente los médicos afirman que “el paciente no respondió al tratamiento”; sin embargo, usted les transmite a las familias otra cosa… ¿A qué se debe? 

– Se está desplazando la responsabilidad: “El paciente no ha podido responder”, ¡ese paciente travieso!, como si un buen paciente hubiera reaccionado diferente. Prefiero decir “nuestros tratamientos no funcionan” porque pone la responsabilidad sobre mí. El cuerpo humano es increíblemente complejo y nuestros tratamientos son sencillos y solo funcionan a veces. El problema no es el paciente, es nuestra tecnología. Tenemos que reconocer la impotencia de nuestros intentos en algún momento. Si decimos que el paciente está muriendo a pesar de nuestros mejores esfuerzos, dejamos claro que el tratamiento ha fracasado, que hemos intentado todos los medios y no podemos salvarlo, lo que la gente comprende. Vamos a ser más humildes.

En comunión con el doctor Workman, Zunín sostiene que “se está haciendo mucho para humanizar la medicina y mejorar los tratamientos paliativos, pero si no vencemos ese temor a hablar de la muerte oportunamente, los logros obtenidos en este campo se verán gravemente comprometidos”.

Lara G. Salinas

Publicado en la Revista Cristo Vive Nº 217 (MAY-JUN 2019)