Violeta descubrió que su alegría más honda estaba en entregarle todo al Señor.

En la Convivencia de verano*, a medida que transcurrían los días, sentía que le estaba dando todo de mí al Señor: mi vida, mi familia, mis proyectos y mis servicios. Ya habían pasado varios días de “dar, dar y dar” y pensaba que ya estaba todo entregado hasta que el Señor me preguntó: “Violeta, ¿dónde está hoy tu corazón?”. Rápidamente respondí que estaba centrado en mis sueños profesionales y laborales.


Conversando con Jesús me di cuenta de que no pensaba que Él podía obrar ahí. Creía que el Señor solo pasaba por las heridas, el amor, el dolor, entre otras cosas, pero no para pedirle por mis sueños, sino que eso era algo mío y que Él no podía incidir ahí o no tenía incumbencia allí porque era un lugar un poco “vacío”.


Así fue que comencé a pensar en las cosas que diseñaba y la única característica en común que tenían era que usaba temas de la naturaleza, como flores y hojas. A partir de ahí todo fue cobrando sentido. ¡El Señor era el mejor diseñador que existía! Cada rasgo del medioambiente lo había creado así, hermoso como es, y yo usaba cosas de “la marca registrada del Señor” sin darme cuenta.


Con esa reflexión tan simple, entendí que el Señor podía y quería obrar dentro de mí en el aspecto laboral más de lo que creía. En ese momento, le entregué mis diseños……

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