Recuperar la memoria del primer encuentro con Dios para lanzarnos con alegría a sus propuestas.

Despuntan las primeras luces del amanecer cuando las mujeres se ponen en camino hacia la tumba de Jesús. Piensan que el Señor se encuentra en el lugar de la muerte y que todo terminó para siempre. A veces también nosotros pensamos que la alegría del encuentro con Él pertenece al pasado, mientras que en el presente vemos sobre todo tumbas selladas: las de nuestras desilusiones, amarguras, desconfianza; las del “no hay nada más que hacer”, “las cosas no cambiarán nunca”, “mejor vivir al día” porque “no hay certeza del mañana”.


A veces hemos experimentado la fatiga de llevar adelante la cotidianidad, cansados de exponernos en primera persona frente a la indiferencia de un mundo donde parece que siempre prevalecen las leyes del más astuto y del más fuerte. En otras oportunidades, nos hemos sentido impotentes y desalentados ante el poder del mal, y fácilmente se seca en nosotros la fuente de la esperanza.

Si recuperas el primer amor, el asombro y la alegría del encuentro con Dios, irás hacia adelante.


En cambio, las mujeres en Pascua no se quedaron paralizadas frente a una tumba, sino que “atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y corrieron a dar la noticia a los discípulos” (Mt 28,8). Llevaron la noticia que cambiaría para siempre la vida y la historia: ¡Cristo ha resucitado! Y, al mismo tiempo, custodiaban y transmitían la recomendación del Señor, su invitación a los discípulos: que vayan a Galilea, porque allí lo verán (cf. Mt 28,7).


Encontrarse con el Resucitado


Y hoy, ¿qué significa ir a Galilea? Dos cosas. Por una parte, salir del encierro para ir a la región habitada por las gentes (cf. Mt 4,15), de lo escondido, abrirse a la misión, escapar del miedo para caminar hacia el futuro. Y, por otra parte, significa volver a los orígenes, porque precisamente en Galilea había comenzado todo. Allí el Señor encontró y llamó por primera vez a los discípulos. Por tanto, ir a Galilea significa volver a la gracia originaria, recuperar la “memoria del futuro” con la que hemos sido marcados por el Resucitado, que regenera la esperanza.


Para resurgir, para recomenzar, para retomar el camino, necesitamos volver siempre a Galilea; a la memoria concreta y palpitante del primer encuentro con Él. Para caminar debemos recordar, para tener esperanza debemos alimentar la memoria. Y esta es la invitación: ¡recuerda y camina! Si recuperas el primer amor, el asombro y la alegría del encuentro con Dios, irás hacia adelante.


Vuelve a ese primer encuentro. Pregúntate cómo y cuándo sucedió; reconstruye el contexto, el tiempo y el lugar; experimenta las emociones y las sensaciones; revive los colores y los sabores. Porque cuando se olvida ese primer amor, cuando se pasa por alto ese primer encuentro, comienza a depositarse polvo en el corazón.


La fuerza de la Pascua nos invita a quitar las lápidas de la desilusión y la desconfianza. El Señor, experto en remover las piedras sepulcrales del pecado y del miedo, quiere iluminar nuestra memoria santa.


Papa Francisco

Fuente: Homilía 8 de abril de 2023. VER AHORA

Publicado en la Revista cristo Vive ¡Aleluia! Nº243 – MAYO 2023