Ejercitar el discernimiento de la cultura nos edifica para vivir la realidad desde la fuente de la Verdad.

 

Los hombres hemos sido creados para responder a un proyecto del Creador. En este sentido, tenemos dos posibilidades: vivir de acuerdo a lo que somos como proyecto de Dios o vivir de acuerdo a lo que nosotros queramos, que puede no tener un futuro eterno y feliz. Sería un proyecto vacío de vida en el amor eterno de Dios, es decir, desubicado de nuestro orden creacional.

El hombre, como creatura de Dios, está llamado a discernir el bien del mal de acuerdo a los criterios de los mandamientos del Creador. Los principios y criterios del discernimiento pertenecen y corresponden a Dios, en quien está la plenitud del bien y la total carencia del mal.

 La conciencia sana tiene referencia a Dios y a la búsqueda de la Verdad en su fuente, que es el mismo Dios.

El hombre, instigado por el enemigo, quiere ser como Dios y entra en competencia con Él cuando quiere hacer su propia voluntad, prescindiendo de Dios, y establecer por él mismo lo que es el bien y lo que es el mal. Es la tentación de hacer omnipotente su yo y absoluta su libertad. Es la tentación y frustración revelada en el libro del Génesis de la Biblia.

El yo-pecador presume de omnipotencia, de ser el centro de sí mismo y de la vida, de total absolutez en su libertad, de omnipotencia creadora en el desarrollo sin límites del progreso.

Presume una conciencia cerrada en sí misma, sin referencia a la Verdad. La conciencia sana tiene referencia a Dios y a la búsqueda de la Verdad en su fuente, que es el mismo Dios.

La omnipotencia frente a la Verdad se expresa en querer ser dueño de la verdad. La verdad entonces, se relativiza y se la identifica con una opinión personal.

Así podemos hablar de la relativización del amor que queda sujeto al amor propio. Esto significa una vida en el desamor a Dios, expresado en el desorden afectivo de la naturaleza y el erotismo de los instintos corporales.

Animémonos a volver a reconocernos hijos e hijas de Dios y reconstruyamos nuestro vínculo amoroso con Él para poder mirar nuestra realidad como proyectos del Padre.

Padre Ricardo, MPD

Publicado en Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº239 – NOV 22