Huracanes, terremotos e inundaciones son desastres naturales
que en estos últimos años afectan al mundo. Los científicos dan una respuesta acerca de cuál es la causa de estos fenómenos.
Nuestro planeta está enfermo. Las amenazas ambientales, que rápidamente se intensifican en muchas partes del globo, dan como resultado la degradación del aire y del agua la limitación del acceso a este recurso y su calidad, la salud de los océanos y las costas, la pérdida de hábitats naturales, la degradación de la tierra y la merma de la biodiversidad. Juntos enfrentamos la violencia que Francisco describe en la Carta Encíclica Laudato si’ (LS): aquella que hay en el corazón humano “también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes”.1
Además, el crecimiento de la población, la rápida urbanización de zonas antes deshabitadas, los niveles ascendentes de consumo, la desertificación, la erosión de tierras y el cambio climático se han combinado y han ubicado a muchos países en situaciones de emergencia climática. También, han producido escasez de agua y de alimentos. Los poderes económicos, tantas veces responsabilizados por el Papa Francisco, son los que justifican el actual sistema mundial. La búsqueda de la renta financiera tiende a ignorar los evidentes cambios climáticos y sus efectos sobre la dignidad humana y el medio ambiente; “así se manifiesta que la degradación ambiental y la degradación humana y ética están íntimamente unidas”, señala el documento antes mencionado.
El Papa reconoce que los hábitos dañinos de producción y consumo nos quitan “la valentía de advertir la realidad de un mundo limitado y finito. Por eso, hoy cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta” (LS, 56).
Latinoamérica no es ajena a este problema. Un minucioso estudio de la ONU2 ha revelado recientemente qué problemáticas aquejan a la parcela del mundo que nos ha tocado custodiar.
Las consecuencias del cambio climático
El instalado debate sobre la causa del calentamiento global terminó: los científicos concuerdan en que la actividad humana es la responsable de crear gases de efecto invernadero en la atmósfera que inciden negativamente en el planeta.
Si bien las causas de este fenómeno son globales, los riesgos se transfieren regionalmente y, en muchos casos, a los países que menos han contribuido a generarlo.
Algunas consecuencias del cambio climático en Latinoamérica y el Caribe son:
- El retroceso de los glaciares andinos.
- Los cambios en los caudales y la modificación de los patrones de descarga en los ríos en la región occidental de los Andes.
- El aumento de la escorrentía (agua de lluvia que circula libremente sobre la superficie de un terreno) en las subcuencas del río de La Plata.
- La decoloración de corales en la zona occidental del Caribe (más allá de los efectos de la contaminación y de las perturbaciones físicas).
- Mayor vulnerabilidad de las trayectorias de los medios de subsistencia de los agricultores indígenas aymaras en Bolivia debido a la escasez de agua.
Podemos constatar que esta amenaza existe: basta pensar en el cambio de la temperatura del aire, de los regímenes de precipitación y del nivel del mar. Se ha modificado notoriamente la frecuencia e intensidad de muchos riesgos climáticos (huracanes, terremotos, entre otros) que han incrementando la vulnerabilidad y erosionando la resiliencia de las poblaciones más expuestas, que usualmente son las que dependen de tierras cultivables, del acceso al agua y de temperaturas medias estables y lluvias.
Hacia una solución definitiva
Ante un escenario que requiere acciones de protección, salvaguarda y recuperación, se precisa tomar medidas “de arriba hacia abajo”, es decir, que se lleven a cabo acciones de estado o de asociaciones multiestatales. Por ejemplo, uno de los objetivos de la conformación del Mercosur es la promoción y aplicación de las decisiones del Foro de Naciones Unidas para el Cambio Climático. A partir de él, se espera contribuir a la alineación de la región en las negociaciones internacionales, desarrollar capacidades técnicas para la transferencia de tecnología, promover la incorporación del cambio climático en las políticas nacionales y la colaboración entre el sector público y el sector privado en cuestiones relacionadas con esta problemática.
Por nuestra parte, como discípulos suyos, seguir a Jesús y contemplar su Creación nos debe conducir a un lugar de meditación, contemplación y respuesta personal frente a este escenario. Una guía para hallar posibles soluciones “de abajo hacia arriba” frente al deterioro de la Creación surgirán a partir de las siguientes propuestas:
Entrar en comunicación con lo creado: “Una ecología integral requiere apertura hacia categorías que trascienden el lenguaje de las matemáticas o de la biología y nos conectan con la esencia de lo humano. Así como sucede cuando nos enamoramos de una persona, cada vez que él [san Francisco de Asís] miraba el sol, la luna o los más pequeños animales, su reacción era cantar, incorporando en su alabanza a las demás criaturas. Él entraba en comunicación con todo lo creado” (LS, 11).
Generar un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos: familia, comunidades, grupos sociales, agrupaciones políticas, entre otros.
Administrar con conciencia de bien común: El medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos. Quien se apropia de algo debe administrarlo en bien de toda la humanidad. Si no lo hacemos, cargamos sobre la conciencia el peso de negar la existencia de los otros.
No renunciar a preguntarnos por los fines y por el sentido de todo (LS, 113).
Buscar la intención creadora y protectora de lo bello y su contemplación: esto nos conectará, como dice Francisco, con la auténtica humanidad “que invita a una nueva síntesis, parece habitar en medio de la civilización tecnológica, casi imperceptiblemente, como la niebla que se filtra bajo la puerta cerrada” (LS, 112).
Andrés Arias*
* Doctor en Ciencias Biológicas, docente e investigador del Conicet.
1. “El vínculo Dios-hombre-tierra” de P. Juan B. Duhau en Cristo Vive, ¡Aleluia! n°209, pp. 17-19.
2. Mirada Medioambiental Global GEO-6, un reciente documento de Naciones Unidas producido por 1203 científicos (Diciembre de 2016).