Un nuevo beato argentino. el testimonio del Cura Brochero nos anima a ofrecer la vida por los demás.

José Gabriel del Rosario Brochero nació en Santa Rosa de Río Primero en 1840. Se formó en el Seminario de Córdoba y en 1869 fue destinado como cura párroco a Traslasierra. Desde las Altas Cumbres, divisando el valle, vio que estaba todo por hacer. Pastor dotado de gran espíritu de sacrificio y extraordinaria caridad pastoral y social, sirvió a la gente más pobre del campo, compartió su vida y promovió en ella la elevación humana y religiosa, especialmente a través de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola.

La devoción del cura Brochero a la Virgen María, con el profundo y cálido título de “mi Purísima”, nos abre a su amor hondo y concreto, muy atento a las necesidades de cada persona. Como la Virgen en las Bodas de Caná, también Brochero supo decir a Jesús: “No tienen agua”, “no tienen educación”, “no tienen caminos”, “no tienen medios para encontrarse como hermanos y comercializar sus productos”. Y él hizo lo que Jesús dijo: ayudó a todos sus contemporáneos a escuchar esa misma voz que abre las cataratas del amor de Dios y que se vuelca en el amor concreto al hermano: abrió escuelas, fue pionero en inagurar un colegio para niñas, proyectó nuevas líneas de ferrocarril… En un esfuerzo conjunto, se construyeron caminos, acequias, diques, telégrafos y la misma Casa de Ejercicios. Durante su breve período en la ciudad de Córdoba, nombrado capellán de la cárcel, Brochero veló con amor de padre por las necesidades físicas y espirituales de sus hermanos privados de libertad.

Él no fue un cristiano triste. Sabía de la alegría que da Jesús y la quería contagiar. Por eso al visitar a la gente en sus casas, les decía: “Aquí vengo a darles música”: era la música de saberse amados por Dios. Hoy la alegría del cielo que nos transmite la beatificación del Padre Brochero le permite multiplicar sus brazos, sus pies, su corazón, a través de cada uno de nosotros y nos invita a ser discípulos misioneros de Jesucristo: ¡qué importante es que, como cristianos, llevemos la caridad en nuestros corazones, como decía Brochero!

Él nos anima, como bautizados, a salir a las fronteras, “de tal manera que la unción llegue a todos, también a las periferias, allí donde nuestro pueblo fiel más lo espera y valora”. A ir hacia los que no conocen el amor de Dios porque no se les ha anunciado o porque la cruda realidad que les toca vivir les habla de que Dios pareciera estar ausente de sus vidas. Él nos invita a compartir con ellos que Dios los ama.

Esta beatificación es un nuevo llamado de Dios para responder a la vocación de la santidad que todos recibimos en el bautismo.

El Papa Benedicto XVI nos recordaba que “los santos no son representantes del pasado sino que constituyen el presente y el futuro de la Iglesia y de la sociedad. Son como las caras de un prisma, sobre las cuales –con matices distintos– se refleja la única luz que es Cristo”.

Los obispos de La Argentina

*N. de la R.: Estracto del mensaje dado en la 105° Asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina.

Publicado en Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº 189 (SEPT-OCT 2013)