Crecí en Santa Lucía, un departamento de la provincia de San Juan; este se encuentra a un par de kilómetros de la capital. Mi casa paterna, una casa sencilla, la recuerdo siempre con puertas abiertas a familiares, amigos o vecinos que ocasionalmente estuvieran por ahí. Contaba con un viñedo en los fondos, de aproximadamente 1 hectárea; lugar de juegos durante mi infancia, pero también, de trabajo cuando había que hacer tareas propias en un parral.
Además de contar con espacio y “elementos” para cualquier juego de niños, como por ejemplo, facilitar alguna “guerrita con cascotes”, una de las mejores cosas que tenía aquel lugar era que, en un terreno vecino había una canchita de fútbol, que, luego de haber vuelto de la escuela o de alguna responsabilidad de tiempos de primaria, era el lugar ideal de encuentro con mis amigos.
Los años fueron pasando, y como providencia de Dios, en el año 1997 me recibí de Ingeniero agrónomo, y como tal, caminaba solitariamente por el lugar, preguntándome reiteradamente qué variedad de uva sería la más conveniente sembrar para hacer rentable aquel viñedo.
A pesar de estos cuestionamientos técnicos, recuerdo que en mi interior percibía algo más; había como otra moción en mi corazón. Sentía que no eran suficientes estos cambios que me proponía llevar a cabo en el parral. Hoy puedo reconocer que, en aquel momento el Espíritu estaba hablando…
Hice injertos para cambiar la variedad de uva, por uvas para vinos finos, y si bien, había algún ingreso, no era gran cosa como producción rentable.
En el año 2000, y luego de haber buscado en muchos lugares, recibí la invitación del Señor de participar de los grupos de oración del Movimiento de la Palabra de Dios.
Pasaron un par de años de camino en la Obra y recuerdo que me tocaba servir en lo práctico; alguna de las tareas, tenía que ver con la búsqueda de lugares para la realización de retiros y Jornadas, ya que no contábamos con un lugar propio (en San Juan hay pocos lugares adecuados para hacer retiros espirituales). En esta búsqueda pensaba…” ¡Que lindo sería contar con un lugar propio!!”
A partir de esto, en mis caminatas por el parral, el Señor empezó a revelar y a confirmar la idea que, aquella pequeña finca, podría ser ese lugar para retiros o encuentros que necesitábamos. Después de un tiempo, expresé este sentir a mi mamá y a mis hermanos. Mi padre, Andrés, que mucho trabajó en ese viñedo, había fallecido en el año 2001. Ellos estuvieron muy de acuerdo y felices de poder ofrecer el terreno para tal fin, y así, ese lugar se encaminaba para ser parte de una obra del Señor.
Este fue otro signo importante; no había contradicciones por parte de mi familia y todos estuvieron muy de acuerdo con este ofrecimiento.
Luego de esto, en un encuentro que tuve con el Padre Ricardo, le compartí sobre este ofrecimiento de mi familia. Recuerdo que ¡fue de gran alegría para él!
En el medio de esto, quiero resaltar que, casi simultáneamente con el ofrecimiento del terreno, el Señor estaba haciendo su trabajo en la Parroquia de Santa Lucía, situada a dos cuadras del lugar, empezando con grupos del Proceso Comunitario para la Confirmación. Esto también iba confirmando que el Señor tenía un “plan” para aquella zona.
A partir de esto, el P. Ricardo nos animó a empezar a orar y a trabajar para la construcción de una Casa de encuentro y oración. Con el tiempo nos propuso llamarla “Casa de Encuentro y Oración San Juan Pablo II”.
Más tarde, fue de mucha alegría el encuentro de hermanos de distintas comunidades en el lugar para desarmar la estructura de los parrales y hacer tareas de limpieza en el terreno.
Por otro lado, el tiempo pasaba, y no fue fácil llegar a escriturar el terreno a nombre del Movimiento, ya que este estaba compuesto por parcelas más pequeñas de las cuales, parte había heredado mi madre y otra parte había ido comprando mi padre.
Además, y ya pensando en el proyecto, se compró un terreno más chico a un vecino, y posteriormente otra parte fue donada los últimos años. Por lo tanto, entre divisiones, anexiones e integraciones, el tiempo fue pasando, con bastante trabajo para el Agrimensor a cargo, para la Escribana, y por supuesto, para algunos hermanos de la Obra encargados de coordinar todo.
Hoy, el terreno, aunque todavía sin ninguna construcción, es lugar de encuentro de distintas comunidades, algunas Jornadas y misas del Movimiento.
Ya contamos con el proyecto de Casa de Encuentro y Oración diseñado. Esperamos que pronto podamos empezar a construir. Por lo pronto, es un anhelo la colocación de la Piedra fundamental en el lugar.
Queda mucho por hacer, pero la obra del Señor no se detiene. Para este año hay algunos objetivos: nivelar el terreno, concretar el cierre perimetral en algunos sectores, y construir una pequeña capilla u oratorio.
Mas allá de la obra civil, que no tengo dudas el Señor un día concretará, mi corazón y el de mi familia se llenan de gozo por haber hecho este ofrecimiento para la Obra. Lo más importante en la que podamos colaborar en esta vida es hacer que muchos se puedan encontrar con el Señor y conocer así el Amor de un Dios vivo, amoroso y siempre providente.
¡Todo para Gloria de Dios!!
Jose A. Jurcic
Centro pastoral de San Juan
Provincia de San Juan – Argentina