ENTREVISTA.-

Cristo Vive, ¡Aleluia! entrevistó a Felipe Tami, economista argentino, quien se refirió a los desafíos de una economía que respete una visión integral del ser humano.

Para el expresidente del Banco Central de la República Argentina, el hombre no debe estar regido por la economía sino que esta tiene que servirlo. Felipe Tami, asesor del Instituto para la Integración del Saber de la Universidad Católica Argentina, presentó su punto de vista sobre las posibilidades de que esto ocurra.

-> Desde su experiencia no solo como economista sino como ciudadano, ¿a qué le atribuye que los temas económicos estén presentes en todos los ámbitos de discusión?

 La economía tiene una influencia decisiva en aspectos fundamentales de la vida de los seres humanos, por eso es natural que esté presente tanto en nuestras preocupaciones como en los debates públicos y en los medios de comunicación. Es una presencia que se siente particularmente en la era de la globalización, ya que muchas veces hace notorios los fenómenos críticos que motivan el descontento de la gente ante las disparidades e injusticias que existen en el mundo. Es lo que ocurre con la pobreza y las variadas formas de exclusión que padecen grandes grupos de población, por ejemplo, en los países menos desarrollados. Allí se manifiesta dramáticamente el contraste con el mundo más avanzado, en el cual el producto por habitante cuadruplica al de los países emergentes.

-> Estamos hablando de una seria preocupación

– Obviamente, ya que esta disparidad alcanza su mayor dramatismo en fenómenos tales como la pobreza, el desempleo, la proporción de empleos precarios y afecta en gran medida a los jóvenes que ven cancelado su horizonte de vida. Las flagrantes injusticias sociales afectan la vida de millones de seres humanos y vulneran principios morales de las personas y las sociedades. No es de extrañar que esta situación genere en muchos ámbitos frustración y disconformidad, y que ponga en cuestión las bases sobre las que se asienta el sistema económico y social.

-> ¿Por qué se genera tal disconformidad con respecto a la economía en la sociedad? 

 Es frecuente que se identifique como causa de semejante malestar el funcionamiento de una economía que contradice las aspiraciones naturales de los seres humanos, dejando a un sinnúmero de ellos al margen del acceso a un nivel de vida decente. Se ve a la economía, en muchos casos, como enemiga del hombre al que debería servir, y se percibe que los economistas no ofrecen las soluciones para un mundo más justo, mientras que permanecen en el ámbito de una ciencia deshumanizada, cuya lógica es ajena a problemas de tal envergadura.

-> ¿Cómo se vincula el hombre con la economía?

– En la versión estilizada de la teoría económica corriente, toda acción humana en el campo de la economía involucra una relación entre los objetivos que se relacionan con los bienes materiales (las preferencias, en el lenguaje de los economistas) y los medios (recursos) de que dispone cada sujeto. Como los bienes son limitados y los objetivos no lo son, los sujetos requieren decidir qué priorizar en la demanda de los bienes a los que tienen acceso, según su escala de necesidades o deseos. La interacción entre compradores y vendedores de un bien determina su precio, y este, en el análisis teórico que excluye juicios de valor, no puede calificarse de justo ni injusto. La forma ideal del mercado como ámbito de los intercambios es la llamada “competencia perfecta” en la que todos los participantes tienen la misma información, cualquiera sea la escala de sus prioridades, y ninguno puede tener una posición dominante que le permita condicionar las decisiones de los demás.

– >  Pero no es el intercambio económico más habitual. 

 Desde luego que es solamente una construcción ideal en la que no se toma en cuenta la existencia de los monopolios privados o públicos, las asimetrías de información y las “fallas del mercado”; pero la “competencia perfecta” es el punto de referencia con el que, en la teoría económica corriente, se comparan las formas de mercado realmente existentes. En ese plano abstracto se considera que la competencia perfecta, como construcción teórica, es un ordenamiento óptimo, ya que no se puede mejorar la situación de un sujeto sin empeorar la de algún otro.

-> Usted plantea la economía actual como una competencia salvaje. ¿Hubo algún momento de la historia en el que no lo haya sido?

 En la Antigüedad, en la Edad Media y aun en buena parte de la Edad Moderna, la economía estaba ligada a la filosofía e, incluso, derivaba de ella y daba cabida a la moral. Luego, la economía quiso parecerse a la física y se desvinculó de la filosofía, dejando a un lado a los seres humanos.

-> ¿Qué consecuencias tiene en la actualidad el que la economía se haya apartado de la reflexión filosófica?

 Nos encontramos ante el desconocimiento de que el hombre existe como fin en sí mismo y no solamente como medio, y tiene una dignidad propia en la que se fundan su libertad, sus derechos y sus deberes, así como sus aspiraciones y los fines a los que se orienta. De allí la diferencia entre la concepción de la economía neoclásica y la visión del humanismo cristiano, que reconoce la dignidad del hombre como hijo de Dios. El pensamiento católico expresado en la Doctrina Social de la Iglesia reivindica los valores humanos ausentes en la visión puramente analítica e instrumental de las acciones económicas.

-> ¿Cómo debería ser la economía atenta a los valores humanos?

 Una economía que respete una visión integral del hombre debe atender tres planos: la realidad, la teoría y la doctrina (el sistema de ideas, creencias y valores). Y si es así, cabe preguntarse por qué habitualmente el conocimiento de la realidad económica genera monólogos separados e incomunicados entre moralistas y economistas. En la vida real, moral y economía no llegan a conectarse.

-> ¿En qué fundamenta esta afirmación?

Tal vez el caso más sobresaliente de esta escisión se observa entre los pronunciamientos de la Doctrina Social de la Iglesia y los enunciados de la teoría económica.  La economía piensa en términos de relaciones instrumentales moralmente neutras y por eso empobrece su horizonte al ignorar dimensiones esenciales de la persona humana. Por su parte, el teólogo no necesariamente toma en cuenta las complejidades y limitaciones de la vida económica real, y con ello su mensaje pierde relevancia para la humanidad concreta a la que está dirigida. Dicho mensaje, en efecto, está situado en el plano del “deber ser” y, a diferencia de lo que ocurre en el caso del economista, es esencialmente normativo y no solamente positivo.

-> En su opinión, ¿no hay conciliación posible?

 No se trata de un diálogo definitivamente cancelado, y de ello hay indicios por ambas partes. Si bien la corriente dominante sigue siendo el mainstreamneoclásico, donde impera la mera racionalidad instrumental, en la economía existen, desde hace alrededor de treinta años, corrientes renovadoras de la teoría como la Nueva Economía Institucional, que da cabida a los factores institucionales y culturales. En el estudio de problemas concretos como los involucrados en el desarrollo, la desigualdad o el alcance de la intervención del Estado, se ha hecho más frecuente la colaboración interdisciplinaria, y así se han desarrollado campos relativamente nuevos: la sociología económica, la corriente evolucionista, el estudio de la dimensión política de los problemas económicos o de los temas vinculados a la producción y distribución de los bienes públicos, entre otros. En estas nuevas orientaciones la teoría económica “se abre”, pero sin incorporar explícitamente juicios morales.

-> ¿La Doctrina Social de la Iglesia, como referente moral, ha intentado acercarse a los economistas para trabajar en conjunto?

 En efecto, en la elaboración de documentos del magisterio social se ha utilizado la comunicación con economistas. Un caso notorio de colaboración es el que se dio durante el papado de Juan Pablo II, en la preparación de la encíclica Centessimus Annus. Para su redacción, fueron escuchadas las opiniones de un grupo de prominentes economistas de diversas tendencias científicas y creencias religiosas. El fruto de esta comunicación se refleja en la calidad del documento, que es reconocido en diversos ámbitos científicos internacionales.

-> Y a la inversa, ¿los economistas han establecido un diálogo con la Iglesia? 

– No abundan las contribuciones significativas a una mejor comunicación con los principios de la Doctrina Social de la Iglesia. Sin embargo, existen aportes valiosos que han encontrado acogida positiva en revistas económicas internacionales de primer nivel, pero que no tienen la repercusión merecida. Hay aquí un desafío actual a los economistas católicos, que podrían contribuir con un aporte valioso al reconocimiento mutuo entre economía, moral y teología.

-> Desde el punto de vista moral y discipular, ¿cuál es el desafío de la economía en la actualidad?

 El ilustre maestro de la economía Alfred Marshall decía que la contribución del economista al bienestar de la sociedad consiste en poner una cabeza fría al servicio de un corazón caliente. Y, en sentido concordante, el Papa Pablo VI, en la encíclica Populorum Progressio, hace un llamado a los expertos de todo el mundo a poner sus conocimientos y experiencias al servicio de los hombres que aspiran a hacer, conocer y tener más para ser más. En definitiva, por uno u otro camino, aparece una exhortación orientada a la búsqueda de un objetivo superior: colocar la economía al servicio del hombre, un objetivo crucial para nuestro tiempo.

Equipo de Redacción