Xenia experimentó una nueva conciencia del amor con el que fuimos creados por el Padre.

Después de varios días de resistirme, idas y vueltas con el Señor, tras intentar entregarle partes de mi vida, pero sentir que todo era a medias, pude lograr un encuentro hondo con Dios Padre.


Durante una de las eucaristías pude dejarme envolver de a poco por la nube del amor del Señor. Luego de haber recibido el cuerpo de Jesús y mientras hacíamos un canto, percibí cómo Dios me llevaba, con la ayuda de María, Guardiana de nuestra Fe, a un lugar interior profundo. Sentí cómo me habló claramente al corazón. Yo solo podía escucharlo y desear permanecer en esa escucha siempre.


Cuando terminó la misa tuvimos un espacio de oración y alabanza, del cual estoy muy agradecida, ya que me sentí cercana al Padre. En ese momento permanecí con los ojos cerrados. Parecía que estábamos solos Dios Padre y yo.


De pronto empecé a tomar conciencia de todo mi cuerpo, del milagro de cada proceso fisiológico que Él pensó y concretó para lograr mi existencia y la de cada persona.


Soy estudiante de Medicina, estudié estos procesos científicamente, pero en esta oración el Señor me llevó a maravillarme por ellos y a alabarlo.


No podía más que agradecerle por el milagro de poder respirar, por la posibilidad de estar parada gracias a que mis músculos se pueden contraer, por la posibilidad de poder pensar gracias a la conexión entre mis neuronas y así seguí con cada parte de mi cuerpo.


Le expresé al Señor mi agradecimiento por todo eso que Él hizo posible en mi organismo sin que yo tuviera que controlar absolutamente nada. Llegué a la conciencia profunda de que cada una de esas cosas me las dio Él y, por ende, tenían que ser para Él. Mis energías le pertenecen, y mis días en la tierra también, entonces tenía que ser para Él todo el tiempo que yo permaneciera viva. Pude tener una experiencia sensible de sentirme muy amada por la Santísima Trinidad.


Quiero que valga la pena esa entrega en la cruz para que yo esté acá. Llegué a un lugar interior en el que le expresé mi deseo al Señor: que cada segundo en el que mi corazón se contraiga y lata sea para Él, y que cuando llegue el día en el que deje de contraerse y latir, también sea para Él. Quiero que, en todo eso que puso en mí, se note que Dios es su dueño.

Xenia Benitez
Perpetuo Socorro
Prov. de Buenos Aires

N de la R.: Xenia tiene 23 años y cursa el tercer año de Medicina.

Publicado en la Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº 242 – Abril 2023