En el centro de la Exhortación apostólica Gaudete et exsultate (GE) están las bienaventuranzas, un verdadero programa de la santidad. Francisco relee en esta clave práctica la vida de los santos y dice: “La fuerza del testimonio de los santos está en vivir las bienaventuranzas”. Podemos señalar cuatro ayudas para el combate espiritual en la vida cotidiana que busca la santidad.


La certeza de la victoria


La tentación principal con que nos tienta el Maligno es la del espíritu de derrota: “El que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal” (GE, nº 163).


Este espíritu de derrota es una forma especial de vanagloria o mundanidad espiritual, decía Bergoglio tiempo atrás. La vanidad más común entre los cristianos, aunque parezca paradójico, es la del derrotismo. Y es un envanecimiento porque ¡cuántas veces soñamos con planes expansionistas propios! Curiosamente, en esos casos, negamos nuestra historia que es gloriosa porque es tiempo de sacrificios, de esperanzas, de lucha cotidiana.


Cada vez que la Palabra se encarna en la vida concreta de los hombres, es una concreción del principio que sostiene que la unidad (la victoria) es superior al conflicto.

Pensar bien


No empeñarse en mirar la vida solo con criterios empíricos y sin sentido sobrenatural.
La enseñanza de Jesús nos hace pedir al Padre que nos libere del Tentador. No solo del mal en general, o de modo abstracto, sino del Maligno.


Esta fuerza destructiva opera en primer lugar contra el anuncio del evangelio y, por eso, se dirige de modo particular contra nuestro modo de pensar, tratando con sus engaños, mentiras y falacias que no pensemos bien, que no discernamos.


El discernimiento es un modo de pensar y decidir qué se pone al servicio de la realidad. Por eso no obstinarse en usar solo criterios empíricos es una concreción del principio que dice: la realidad es superior a la idea que intenta definir la realidad para poseerla y manipularla.

Ordenar los sueños y deseos


Se trata de soñar con ofrecer, no de soñar con poseer. Centrar los sueños en la belleza de la entrega de la vida, de la cual podemos ser protagonistas.


Ser protagonistas implica discernir la misión de nuestra vida. Mirar adentro más que afuera….

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