Toda persona necesita y busca en los diversos contextos culturales e históricos, un estilo de vida. Es importante saber por dónde va nuestra realización, qué maneras de vivir se nos ofrecen y cuál elegimos en la práctica.

  • Estilo de vida liberal: se puede sintetizar en “la libertad es hacer lo que uno quiere”. Aquí la fe se presenta sin compromiso eclesial o social y vacía de testimonio.
  • Estilo de vida materialista y de consumo: la persona queda atada a lo terrenal, lo intrascendente y se realiza en un horizonte de bienestar material. Hay una fe sometida al mercado y al descarte.
  • El estilo de vida indiferente: se vive desde una decadencia de los valores. La fe aparece subjetiva, la persona tiene un Dios personal convencional. Es un “Dios de bolsillo”, adecuado a la necesidad de cada momento.

Todos estos estilos “despersonalizan” y son hasta deshumanizantes. La Palabra de Dios nos anima a que tengamos una actitud crítica frente a esta cultura que construimos; nos exhorta, quiere que no solo la escuchemos, sino que su poder obre en nuestra vida: “No amen al mundo ni las cosas mundanas. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. En cambio, el que cumple la voluntad de Dios permanece eternamente” (cf. 1Jn 2,15-17).

DIOS SE REVELA EN JESUCRISTO
Vivir con el estilo de vida de la Palabra de Dios supone una opción. Al cristiano que busca esa forma de vivir, le interesa saber qué dice el Padre y no la cultura reinante; quiere conocer cómo obra en cada momento. La fe no es una parte de la vida, sino un estilo de vida integral, como el de Jesús. Los que buscan vivir el Evangelio están llamados a construir el Reino de Dios sobre la tierra, al seguir los pasos de Jesús.

Nuestra Iglesia se construyó sobre comunidades que se reunían asiduamente a recordar y revivir los dichos y hechos del Señor. Creemos en su presencia en la Palabra y en que es posible tener un vínculo personal con el Evangelio, que nos habla, nos ilumina, nos conduce…

El Papa Francisco en Evangelii gaudium, al referirse a los que predican la Palabra, les dice: “No se nos pide que seamos inmaculados, pero sí que estemos siempre en crecimiento, que vivamos el deseo profundo de crecer en el camino del Evangelio (…) Pero si [quien predica] no se detiene a escuchar la Palabra con apertura sincera, si no se deja conmover, si no deja que toque su propia vida, que le reclame, que lo exhorte, que lo movilice, si no dedica un tiempo para orar con esa Palabra, entonces será un falso profeta, un estafador o un charlatán vacío” (Nº 151).

Pidamos a María, nuestra Madre, que nos enseñe a vivir guardando la Palabra en nuestro corazón, para que muchos puedan encontrar a Jesús vivo en nuestra vida.

Padre Ricardo

Publicado en la revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº 247 – SEP 2023