A la hora de emitir un voto político, como cristianos, es oportuno considerar algunas premisas y tener en cuenta que “las condiciones para establecer una paz verdadera son la restauración de la justicia, la reconciliación y el perdón”.*

1 La fe nos exige crecer en nuestro compromiso ciudadano. Salir del individualismo y el relativismo que distorsionan la concepción de la vida humana y de la convivencia.

2 Descubrir nuestra vocación por el bien común y pasar de ser “habitantes a ciudadanos”, corresponsables de la vida social y política, a lo que nos ayuda el conocimiento y la aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia.

3 Hacer un examen de nuestro comportamiento social y analizar cómo es el cumplimiento de nuestros deberes y la exigencia de nuestros derechos, sea como simples ciudadanos, sea como autoridades llamadas a ejercer la función para la que son elegidas.

4 Conocer las propuestas de los partidos y ejercer con libertad el voto. A quien se postula, le toca definir claramente su programa de acción política, y el que emite el voto, debe informarse debidamente de la probidad de los candidatos y de la dimensión ética de sus propuestas.

5 La trascendencia del acto eleccionario exige una gran transparencia que lo aleje de prácticas demagógicas y presiones indebidas, como el clientelismo y la dádiva, que desvirtúan su profundo significado y degradan la cultura cívica. Por otra parte, es obligación del ciudadano controlar la gestión del gobernante.

6 Dejar a un lado la fragmentación y los enfrentamientos, que se manifiestan en la impunidad, en desencuentros y resentimientos.

7 Considerar que la vida es un don de Dios y el primero de los derechos humanos que debemos respetar y preservar desde el momento de la concepción hasta su fin natural; la familia es la célula básica de la sociedad y la primera responsable de la educación de los hijos.

8 Buscar el bien común por sobre los bienes particulares y sectoriales; priorizar medidas que garanticen y aceleren la inclusión de todos los ciudadanos. 

9 Toda gestión social, política y económica debe estar orientada al logro de una mayor equidad, tanto en bienes espirituales, culturales y materiales; promover la participación de todos.

10 Una sociedad crece cuando madura en su capacidad de diálogo y en su habilidad para gestar consensos que se traduzcan en políticas de Estado, que orienten hacia un proyecto común de Nación.

Conferencia Episcopal Argentina

Publicado en Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº229 (SEP-OCT 2021)