Mi nombre es Madelaine, me dicen Mady. Tengo 30 años y soy parte del Movimiento de la Palabra de Dios desde que tenía 16 años. He vivido muchos detalles de mi vida de la mano de la Palabra y puedo decir con toda alegría que también he visto cómo Dios ha obrado en la vida de muchos hermanos. 

Una de las cosas que más me agradó y movilizó fue encontrarme con Dios vivo, quién tenía propuestas concretas para mí y que me permitía responder a ellas en libertad. Hoy, sigue siendo así. 

A lo largo del camino me he dado cuenta de que responder a nuevas propuestas implica estar siempre pendiente como lo hacía María en las bodas de Caná (cf. Jn 2, 3-8) porque, ante las necesidades de los hermanos y las propias, es importante hallar la voluntad de Dios. Aunque eso implique mover tinajas pesadas (formas de pensar, de obrar tan arraigadas) poniendo una vez más un agua cristalina y pura para que sea Dios quien saque de ello el mejor vino. 

A veces, para un mundo tan acelerado, volver a los inicios parece locura porque así sea para bien o mal, se quieren resultados rápidos pero para mí, ser parte del Movimiento me reafirma una y otra vez en que tengo una relación viva con Dios y con mis hermanos y que por ello retornar a la fuente donde comenzó todo es muy necesario para que no sólo los que movemos las tinajas, sino todos los invitados que Dios quiera puedan disfrutar de un buen vino. En camino voy y a veces yo también me olvido de volver a la fuente, mis pasos se tornan lentos, torpes y vacilantes; pero por gracia de Dios, tengo hermanos que me exhortan y animan a volver a la fuente porque aunque seamos muy diferentes, nos mantiene juntos nuestro sí a Dios, nuestro cariño a Mamá María y nuestro anhelo de seguir en movimiento.

Madeleine Dueñas.
Guayaquil – Ecuador