El fenómeno de la migración nos anima a evangelizar los sistemas sociales y políticos con el aporte personal de cada uno.

Muchos Estados en diferentes partes del mundo perciben o simplemente describen a los migrantes como un problema o incluso una carga económica para el país de acogida. La Palabra de Dios nos invita a doblegar esta concepción, sobre todo en estos últimos años que los migrantes superan los 290 millones de personas. Esta cifra, que hace referencia a las personas que dejan su país natal por causas forzosas o en búsqueda de mejores condiciones de vida, aumenta año a año y nos hace focalizar la atención en las estructuras y el trato social, político y económico deficitario que aún reciben.

El papa Francisco, en su mensaje para la Jornada Mundial de Migrantes y Refugiados 2022, nos llama a reflexionar sobre la inclusión real de este sector en los sistemas y ambientes de cada territorio para tomar medidas concretas al respecto: “Construir el futuro con los migrantes y los refugiados significa también reconocer y valorar lo que cada uno de ellos puede aportar al proceso de edificación. Me gusta ver este enfoque del fenómeno migratorio en una visión profética de Isaías, en la que los extranjeros no figuran como invasores y destructores, sino como trabajadores bien dispuestos que reconstruyen las murallas de la Nueva Jerusalén, la Jerusalén abierta a todos los pueblos (Cf. Is 60,10-11). La historia nos enseña que la aportación de los migrantes y refugiados ha sido fundamental para el crecimiento social y económico de nuestras sociedades. Y lo sigue siendo también hoy. Pero esta aportación podría ser mucho mayor si se valorara y se apoyara mediante programas específicos”. 

Jesús también fue inmigrante

Lo cierto es que la historia de la humanidad está caracterizada por la movilidad. Somos lo que somos porque nuestros antepasados cambiaron de un lugar a otro. Sin embargo, la cultura actual, caracterizada por la conquista y el individualismo, nos lleva a rechazar o menospreciar esta realidad antropológica que puede ofrecer tanta riqueza a nuestra humanidad.

Se hace necesario estrechar vínculos fraternos, a la vez que aprovechar el potencial y las aportaciones que traen los migrantes para contribuir plenamente al crecimiento, la fortaleza y la estabilidad de las comunidades…

Leer completo comprando la Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº237 – SEP 2022