El proceso de ser moldeados por Dios durante el camino de la vida comunitaria.

El Señor nos llamó a caminar “sobre el agua” de nuestra propia naturaleza, nuestra fragilidad, circunstancias e historia.
Vidas tan distintas, unidas por el llamado a seguirlo juntos. Esto solo es posible con su gracia. Y se hizo oración, ánimo, exhortación, desafiándonos a salir de nosotros mismos y recibirnos como a Jesús.


Descubrimos el poder de la oración en comunidad, fuimos testigos de sus milagros. El Señor se reveló más grande que nuestras circunstancias.


Él, como buen alfarero, nos tomó en sus manos y plasmó en nosotros los sueños más profundos, que son los suyos.
Aprendimos que el amor abre caminos de vida, de realización. Y así maduramos y crecimos juntos. Cada uno, a su ritmo, ofrece la alabanza de la fe que se hace vida en el matrimonio, en los hijos, en la profesión y la vocación vivida.
Bendecimos a Dios en las cruces y las crisis que no faltaron en estos años, junto a la fidelidad de los coordinadores que nos acompañaron. En ellos, el Señor nos tendió la mano, nos agarró fuerte y así caminamos, a veces detrás de Él, otras en sus brazos.


Aprendimos qué significaba compartir y construir con nuestras vidas, con aciertos y desaciertos. Eran nuestros cinco panes y dos pescados que se convirtieron en dones que desbordaron y se hicieron servicio.


Hoy, por la alianza con que fuimos sellados, damos este paso a ser comunidad de vida*. Lo hacemos en unidad con quienes ya partieron a la casa del Padre.


“No creemos haber alcanzado la meta, ni logrado la perfección, pero seguimos la carrera con la esperanza de alcanzarla, porque fuimos alcanzados por Cristo. Olvidándonos del camino recorrido, nos lanzamos hacia adelante para alcanzar el premio del llamado celestial que Dios nos hizo en Cristo Jesús” (Fil 3, 12).

Gustavo Alegre
Centro Pastoral de Solano
Prov. de Buenos Aires

* En el Movimiento de la Palabra de Dios, según su carisma discipular, los grupos que terminan el proceso básico de formación conforman una comunidad de vida o definitiva.

Publicado en la Revista Cristo Vive ¡Aleluia! Nº237 – SEP 2022