El anuncio del Evangelio es una urgencia y el Espíritu Santo inspira nuevos modos para hacerlo.

“Desde siempre el ser humano, consciente de que todo está irremediablemente destinado a envejecer y acabar, busca algo o a alguien que lo ayude a mantenerse joven. Este es también el desafío que enfrenta una institución que quiere permanecer en la historia: mantenerse joven a medida que pasa el tiempo, es decir, renovarse, permaneciendo ella misma sin cambiar su identidad ni adulterarse”, explicó el cardenal Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

La carta Iuvenescit Ecclesia1 está dirigida a los obispos de todo el mundo y tiene como eje la relación entre los dones jerárquicos y los carismáticos, que se revelan como “co-esenciales” para la vida de la Iglesia. Ella “rejuvenece por el poder del Evangelio y el Espíritu continuamente la renueva, edificándola y guiándola con diversos dones”, explica la introducción del documento. En este sentido, la carta tiene presente la realidad actual y da cuenta de ella y de las circunstancias que atraviesa la vida de las personas; estas circunstancias son diversas, variadas y, sobre todo, cambiantes. Así, la presencia del Espíritu se revela como central en el sostén y el despliegue de la Iglesia: “El Evangelio menciona un ‘vino nuevo’, que debe estar ‘en odres nuevos’. La fe cristiana, cuando es recibida y custodiada, gracias al Espíritu Santo, tiene esta capacidad única de aportar novedades humanas y de hacer rejuvenecer”, agregó Müller.

CON LA MIRADA EN EL PUEBLO

En comunión con esta búsqueda, el papa Francisco se dedicó a reflexionar sobre el rol de los pastores en la Iglesia, la presencia de los laicos y su compromiso con la evangelización.2

“Nos hace bien recordar que la Iglesia no es una elite de los sacerdotes, de los consagrados, de los obispos, sino que todos formamos el santo pueblo fiel de Dios”, dijo y luego alentó a los pastores a acompañar y comprometerse en medio del mismo pueblo, para sostener la fe y la esperanza.

Estas propuestas también lo llevaron a revisar la mirada que se tiene sobre el compromiso laical y a destacar el rol de aquellos que se animan a llevar a Dios a sus vidas cotidianas: “Sin darnos cuenta hemos generado una elite laical creyendo que son laicos comprometidos solo aquellos que trabajan en cosas ‘de los curas’ y hemos olvidado, descuidado, al creyente que muchas veces quema su esperanza en la lucha cotidiana por vivir la fe”, expresó y abrió la invitación a acompañar en todas las realidades y circunstancias, todos los días, con la mirada puesta en la búsqueda por llevar el Evangelio a lo cotidiano.

Esto se puede vincular estrechamente con el eje de la carta Iuvenescit Ecclesia: el Espíritu, en medio de la realidad, sus nuevos tiempos y circunstancias, se vale de su pueblo para inspirar formas y modos que actualicen la llegada del mensaje de Dios y lo hagan cercano: “Es imposible pensar que nosotros como pastores tendríamos que tener el monopolio de las soluciones para los múltiples desafíos que la vida contemporánea nos presenta. Al contrario, tenemos que estar al lado de nuestra gente, acompañándola en sus búsquedas y estimulando la imaginación capaz de responder a la problemática actual. Y esto discerniendo con nuestra gente y nunca por ellos o sin ellos”, agregó Francisco.

DONES Y COMUNIDADES

La nueva carta destaca la presencia de esta inspiración del Espíritu a partir de los numerosos grupos eclesiales surgidos a partir del Concilio Vaticano II: “Los grupos de fieles, movimientos eclesiales y nuevas comunidades proponen formas renovadas de seguimiento de Cristo en los que profundizar la comunión con Dios y la comunión con los fieles, llevando a los nuevos contextos sociales la atracción del encuentro con el Señor Jesús y la belleza de la existencia cristiana vivida integralmente”.

La pertenencia de diversas realidades de vida en estos grupos presenta una riqueza amplia a la hora de dar testimonio y anunciar el llamado del Evangelio desde todas las vocaciones. La presencia de los matrimonios, por ejemplo, instruye “a los jóvenes y cónyuges mismos, principalmente a los recién casados, en la doctrina, la acción y en la formación para la vida familiar, social y apostólica”. Los sacerdotes y seminaristas también pueden formar parte de estos grupos y vivir su ministerio sostenidos desde esa realidad eclesial.

 Así, en la tarea de la nueva evangelización, se vuelve indispensable “reconocer y apreciar los muchos carismas que pueden despertar y alimentar la vida de fe del pueblo de Dios”, según se explica en la carta. Estos dones carismáticos, que “mueven a los fieles a responder libremente y de manera adecuada al don de la salvación, haciéndose a sí mismos un auténtico testimonio del Evangelio”, deben desarrollarse en comunión con los dones jerárquicos. Estos últimos “se dan para que en la Iglesia, como comunión, no le falte nunca a ningún fiel la oferta objetiva de la gracia en los sacramentos, el anuncio normativo de la Palabra de Dios y la cura pastoral”.

La “coesencialidad” de estos dones implica, entonces, una “inserción activa de la realidad carismática en la vida pastoral de las Iglesias particulares”, en comunión con la Iglesia universal.

El cardenal Müller concluyó con esta afirmación: “El propósito de este documento es favorecer, a través de un conocimiento profundo de los elementos esenciales relativos a los dones jerárquicos y carismáticos, y más allá de cualquier oposición estéril o yuxtaposición, su comunión ordenada, su relación y su unión de cara a un renovado impulso misionero eclesial y de esa ‘conversión pastoral’, a la que nos llama constantemente el papa Francisco”.

Marina Novello

1- Presentada el 15 de mayo de 2016, día de Pentecostés, por la Congregación para la Doctrina de la Fe.
2- Fragmentos extraídos de la carta dirigida al presidente de la Pontificia Comisión para América Latina en marzo de 2016.

PUBLICADO EN REVISTA CRISTO VIVE ¡ALELUIA! Nº 204 (SEPT-OCT 2016)